La Esmeralda, de profundos ojos negros, de delicada piel morena y de cabello espeso como la misma noche... recorría los pensamientos de Frollo, mientras caminaba tambaleante por los pasillos de las mazmorras. Su presencia, era casi como la de un fantasma, de no ser por la antorcha que alumbraba su paso, únicamente el eco seco de sus pasos daría presencia que él se encontraba ahí, envuelto en una profunda desesperanza, que le estremecía el alma y el corazón... le producía tanta perturbación el rechazo de esos labios egipcios, que pareciese que le dolía hasta los tuétanos, camino hasta no poder contenerse y en medio de esa negrura, un sollozo broto de el, cerro sus ojos.
El pobre juez, embriago de amargura y dolor, se manifestaba de la misma forma que lo haría un penante y de la misma manera que lo habría hecho un ánima, camino por las calles de París, sin su rumbo fijo, salió del palacio de justicia, caminando por donde sus pies pedían capricho, llegando hasta Notre dame, así pues, con la melancolía de sus ropas, subió las sombrías escaleras de caracol, para así, adentrarse a la espesura de una habitación en la zona más alta de Notre dame, una vez encerrado en la penumbra de dicho estudio, se torturo mil veces más con el recuerdo de lo ocurrido, abrazándose con tal fuerza que sus uñas se enterraban entre sus ropa y así, con la espalda sobre la puerta, se deslizo en su soledad hasta quedar sobre el suelo de piedra.
Recordó con profunda pena, el pozo en donde la gitana esperaba el llamado de la soga. Un lugar sombrío, en donde la humedad y el frio eran hermanas torturando el cuerpo de Esmeralda. Ella, ciega en la oscuridad cerro sus ojos ante la intensa luz de la antorcha del Juez, quien bajaba los escalones con paso pausado, hasta encontrarse delante de ella.
Sería difícil describir, lo que el hombre sintió al mirarla... tan triste y marchita en aquella espesura olvidada, el color vivo de su cabello y piel habían palidecido, junto aquel gesto gentil y agradecido de su rostro, mientras que sus ojos negros se encontraban huérfanos del brillo de vida que alguna vez tuvieron y aquella ropa de alegres colores, de igual manera la había abandonado ya que únicamente se cubría con un delgado y rasposo camisón. Esmeralda se encontraba sombría, sin cantar y sin bailar... se miraron mutuamente por un rato, hasta que ella hablo.
— ¿Quién eres?
— El juez.
— ¿Para qué has venido?
— La sentencia se dictó mañana.
— ¿Y no puede ser hoy?
— ¿Tu desdicha, es tan grande?
Ella miro al suelo, pues no encontraba consuelo, su corazón y espíritu, ultrajados por la tristeza vivida hace pocos días, le impedía reconocer la cara de juez.
— He sido condenada a la horca, por asesinato y brujería. Aun si mi esperanza fuera grande, permanecería aquí, olvidada.
Frollo la miro un momento, pues sabía bien quien tenía las manos rojas, era el, para ser aún más específicos, con la sangre de Febo.
— Ven —le dijo con su voz profunda, tomándola de su brazo para levantarla.
Este movimiento, hizo que sus rostros se encontraran y así Esmeralda reconociera la cara de su verdugo, la cual reanimo tan precipitadamente su alma con una intensa ira, que hizo que alzara sus puños golpeando directamente al pecho del juez, mientras gritaba con voz quebrada— ¡Aléjate de mí, aléjate! ¿Qué no te ha bastado con todo lo que me has hecho? ¿Qué razón he dado para que me odies tanto?
A lo que el juez, de manera incontrolable y con sus dos manos frías tomo por los hombros a la gitana y mirándola con sus ojos encendidos— Te amo —dijo, haciendo que el silencio volviera a la mazmorra.
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Ojos gitanos.
FanfictionParís, arde en llamas. La decisión fue tomada, guiada con ojos de obsesión. Frollo, se encontraba en el limbo de la desesperación, culpando a Dios por su incesante locura... la tendría con él aunque su condena en el infierno fuese eterna. Basada e...