Y nuevamente, atrapados fueron por el tiempo, pues los días cambiaron con ansia y prisa. Acrecentando así, la tensión omnipresente de parís, pues entre sus caminos se compartía el rumor de un révolté, que impregnaba de incertidumbre, tornando ya las violentas calles en inseguros pasadizos donde la rabia se hacía más grande.
Asesinatos, asaltos, robos; abusos se hicieron frecuentes evidenciando así, la ineficacia del Palacio de Justicia, provocando que el corazón noble del populo, enfermara de miedo para después mermar y dar paso al cólera que con fuerza alimentaba su hambre de justicia.
El tiempo, terminaba para los contrincantes.
✠✠✠
-Monsieur... -susurraron desde el umbral de la puerta llamando así, el alma al cuerpo del juez, quien persistía con su mirar a través de la ventana¾ Con urgencia, solicitan vuestra presencia en el palacio de justicia.
Suavemente, se veía el tranquilo respirar del juez por el sutil movimiento de sus hombros y su difuso reflejo pálido sobre el vidrio. No respondió.
-Monsieur...
-Alistad mi caballo, partiré en unos momentos -dijo roncamente, para después de un largo suspiro darse la media vuelta revelando así, su semblante.
Eloísa, ahogo un quejido y sin mesura, se acercó al juez como el doctor al enfermo- ¿Os encuentra bien, Monsieur? -bruscamente, Frollo retrocedió mientras en su pálido rostro, emergía una amarga mueca, la cual; detuvo la intención de la joven.
-¿Os debo repetir, lo que he dicho? -la joven, negó con su mirada al suelo- ¿Pues qué esperas? -rápidamente, esta salió pavorosamente de la habitación pues su gesto severo y sereno, era un mero recuerdo, ahora su faz ensombrecida por el estío y amargura. Prontamente, el zapateo de sus pasos desapareció en las escaleras, lo cual le permitió a Frollo buscar soporte en una de las paredes.
Apretó sus dientes al sentir que le dolía la vida.
Raudo, cabalgo entre las calles mientras la suave luz del atardecer abrazaba la gélida ciudad. El invierno se acercaba y este, se podía ver en los arboles sin follaje, en los ríos que lentamente transitaban por su caudal, en la gente que se movía errática con costales a sus espaldas, muchas de ellas, miraron con asombro la fugaz presencia del juez puesto, que había sido tanto tiempo que parís se abstuvo de su presencia.
Frollo, percibió en sus manos el dolor del frio, respiro con desespero el helado aire aliviando así, un poco sus ansias pues percibía su alma cansada. Una vez arribado, entrego su caballo a los establos para después, lentamente dirigirse al mármol del palacio de justicia; y una vez más, caminar entre sus sombríos pasillos.
El frio no lo abandono pues a cada exhalación le procedía una pequeña nube de vaho mientras en su camino, ignoraba la mirada aséptica de quienes le veían pasar. Así fue, hasta que se encontró en la tranquilidad de su despecho, donde serenamente se aproximó a la botella de vino que reposaba sobre su escritorio y verter dicho liquido sobre una copa y beber con sed.
-Servidme, querido amigo -dijeron desde la oscuridad, causándole a Frollo un súbito escalofrió; rápidamente volteo su mirar para encontrarse con un gesto sereno y astuto. La débil luz que le tocaba, permitía ver el azul de unos ojos mientras que el cano de una barba y cabello, se fundían con la oscuridad. El juez, le observo un momento para después, reponerse y limpiar el vino que se escurría de su boca- Me es un alivio, saber que los rumores son espurios -dijo roncamente, mientras aceptaba la copa de vino.
Frollo, chasqueo la lengua- La enfermedad no bastaría para matarme, máxime cuando la pena y miedo acechan, tiempos oscuros y mortandad aquejan; en el populo ya no hay ápice de sosiego ni paz. Ya no es, lo que en un ayer por mi mano fue Paris y el desastre, cruelmente se avecina pues una sedición contra la corona no es befa.
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Ojos gitanos.
FanfictionParís, arde en llamas. La decisión fue tomada, guiada con ojos de obsesión. Frollo, se encontraba en el limbo de la desesperación, culpando a Dios por su incesante locura... la tendría con él aunque su condena en el infierno fuese eterna. Basada e...