IV

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La noche comenzaba a recaer en Notre dame, rodeando así de suave oscuridad a la gitana que permanecía rígida, quieta sobre el suelo como estatua de bronce con sus manos comprimiendo su pecho como si esto, evitase la huida fugaz de su alma y en la nada fijos sus ojos negros, temerosa y frágil deshilaba cuidadosamente lo que acaba de presenciar mientras sobre ella, con fuerza caía la brillante mirada de celos, lujuria y amor del juez, pues aprovechando su quietud, la contemplo como pocas veces había tenido el placer, cayendo preso de un hechizo, pues la encontró inefable, cálida y pura en medio de las penumbras. Frollo apretó sus mandíbulas y resoplo pesadamente al enternecerse irremediablemente, su mirada comenzó su viaje desde la punta de sus pies, escalando en sus piernas desnudas, dorso y agitado pecho de la egipcia hasta que con pesar, acaricio con su mirada el río de sangre que nacía de su sien, provocándole en un estremecimiento culpa, reconociéndose infame, pues por su mano la gitana padecía y en un remordimiento mortal, le rogó a Dios que de sus labios gitanos no naciera su dulce voz, pues si ella en ese momento le abogaba por su libertad, él se la daría sin dudar. La miro aterrado; suplicando porque sus labios permanecieran cerrados, hasta que Esmeralda, apartando la bruma de su mente, poso la llama de sus ojos sobre el juez, quien resignado quedo a su merced.

Se observaron tensos, envueltos en el susurro del viento. Frollo jadeo desesperado, buscando entre sus entrañas las palabras adecuadas para amansar el fuego de los ojos de Esmeralda, pero su lucha fue en vano pues súbitamente, noto el movimiento ágil de su mano sobre el puñal que reposaba a su pies y de un salto feroz la gitana se puso de pie, amenazándolo con el arma mientras el juez instintivamente con la misma rapidez se incorporó y al mirar la punta de la daga, no le importo su filo y la tomo por el vaceo, para así, con un gruñido de dolor arrancar el puñal de las manos de la egipcia, que le dedico una mirada sorprendida y aterrada. Frollo lanzo el arma al suelo y rápidamente la tomo con fuerza por sus hombros— ¡Soltadme monstruo!

— ¡¿Monstruo?! —gritó Claude— ¿Cómo podéis llamar monstruo a quien te ha cuidado y protegido, al que ha velado tu sueño sin esperar nada más? ¿Cómo puedes ser tan fría querida mía, de dejar en una agonía completa y perpetua a quien no tiene nada más que amor para ti? —preguntó, mirando feroz a la egipcia mientras su sangre era absorbida por la tela blanca de las ropas de la gitana, que sin tregua, forcejaba contra el hierro de sus manos— Os amo niña mía, ¿Por qué me desprecias tan cruelmente? ¿Acaso no vez que me desborono con solo tu tacto, que te he anhelo tanto? He esperado paciente en las penumbras, sin mirarte y escucharte para no perturbar tu calma... pero me es una agonía, pues la ausencia de tu presencia me quema y tortura— con suavidad la tomó de su mentón para así poder encontrar los ojos de Esmeralda— Dios mío gitana, soy preso de tu embrujo, dame tregua... soy tan devoto tuyo, que os confieso, que aunque los terribles acontecimientos de esta noche no se hubieran suscitado, ante ti me hubiese presentado de cualquier forma pues ya no he encontrado fuerzas de más para permanecer en el anonimato de tu cuidado —la miro tenso, con las penumbras de su alma reflejada en sus ojos— No, Esmeralda, seré lo que os plazca, menos un monstruo.... Pues de serlo, la crueldad de mi mano habrías conocido, el veneno de mis labios y el desprecio de mi ser.

— ¡No, monstruo, eso eres! ¡Al querer matar a Febo, arrancarme tan cruelmente mi ilusión y resguardarme en las paredes de esta prisión! —grito, clavando sus puños en el pecho del juez— ¡Soltadme, demonio!

— ¿Febo, solo eso os importa? —preguntó adolorido Frollo, mientras capturaba con firmeza uno de los puños de Esmeralda y lo acercaba a su pecho— ¿Cómo puede tu corazón seguir latiendo ante el engaño? He desenmascarado a ese infame, ¿Cómo puedes seguir amando a quien ni la sombra del amor sigue? No os ama y no os amara nunca gitana, te condenas a la tristeza al aferrarte a una quimera, a la ilusión de ese amor, desgraciado es; pues solo quería hacerte mujer de su noche y una noche, pues después de ello regresaría al cobijo de su prometida y te dejaría en su olvido —colérica surgió su voz desde su entrañas, mientras la gitana forcejeaba contra sus brazos que dulcemente la estrechaban— Febo, no debería de conocer el alivio de vuestros labios, pues su solo nombre os hiere... ¿Por qué os aferras a sus promesas muertas? ¿Acaso, no sabes que mereces más? Tú gitana, que naciste para la vida, para el sol y la locura, para la vida de los reyes y el amor ¿Por qué os encarcelas en la jaula de su precario y pasajero amor? Vive gitana, vive, pues no os das cuenta que alrededor de ti la penumbra de la muerte aun acecha, el asilo no puede ser eterno, suelta a febo de tus dulces manos, contémplame. Por favor Esmeralda, mírame... acepta el abrigo de mi amor, mi consuelo, cuidado y el cariño de mi lecho, serás libre ante las promesas de esta tierra, dime solamente sí, sálvate y sálvanos gitana, que tu desprecio me consume y amarga desconsoladamente —declaró el juez, mirándola suplicante.

Ojos gitanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora