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Judie:

—¿A dónde vas tan temprano?.—Escucho la pregunta de Zac a mis espaldas. Termino de subir mis bragas debajo de la falda y me vuelvo hacia el.—Judie.

—Tengo que ir con Scott.

Zac apoya los codos sobre el colchón y se inclina para observarme.

—Él va a seguir pintándome...

—Entonces es cierto.—Sonríe, al parecer el seguía sin creerlo.

—No te mentí, Zac. Es lo que hago con él.

Y también dejo que me bese, que me toque.

Busco los zapatos y me los pongo, me dirijo a la puerta de la habitación y la abro, pero la voz de Zac me detiene.

—Sobre lo que dije... solo fue una opción.

—¿Zac?

Baja de la cama y camina hacia mí, desnudo.

—Acuéstate con el .—Las palabras están ahí de nuevo y otra vez siento dolor, dejo caer la mirada.

Zac se detiene justo delante y me toma el rostro obligándome a mirarlo.

—Acuéstate con el solo si es tu último recurso.

Con esas palabras no dejo de sentirme mal.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Porque tú eres mía.

—Zac..

Presiona los labios sobre los míos.—Tu eres mía, Judie. Solo mía.—Me planta otro beso, uno más fuerte y me deja jadeante.—Di las palabras.

Se aparta un poco, luego de rozarme los labios con su boca.

—Judie, di las palabras.

Le tomo las manos y las bajo despacio.

—Es tarde. Yo...

—No has dicho las palabras...—Su mirada se vuelve dura, fría. Mi cuerpo siente un poco de miedo.

Paso la saliva.—Te amo.

Me sonríe gustoso.

Mi voz esta vez sale temblorosa, pero a él no le importa.—Te amo, Zac.

Con la sonrisa marcando sus labios, el reclama mis labios otra vez.









Scott:

Podría permitirme perderme durante horas en la hermosa ninfa que posa desnuda frente a mí y ni siquiera sé de donde saco la cordura para mantenerme firme mientras termino de delinear su bella figura sobre el lienzo.

Judie es hermosa. Y cuanto más la observo más hermosa me resulta.

Joder, sí que estoy haciendo de mucho para contenerme. La polla me duele y es probable que termine con las pelotas azules.

—¿Acabaste?—Su pregunta me saca de mi transe. Le anuncio que sí y ella coge la manta con la que se cubre el cuerpo y se acerca a mí.

—Míralo tú misma.

Se inclina a observar la pintura y sé que hay una reacción positiva, cuando veo las esquinas de sus labios elevándose.

—¿Puedo?.—Me pide, señalando el pincel.

Somos Arte (#1 Bellas Artes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora