PomPomPurin Cafe

CAPÍTULO 3. CAFÉ EXPRESSO

"El café expreso es una forma de preparación de café originada en Italia.​ Debe su término a la obtención de esta bebida a través de una cafetera expreso.​ Se caracteriza por su rápida preparación y por un sabor y textura más concentrados"

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Kuroo Tetsuro era el encargado de la sucursal de PomPomPurin, y para muchos, era la estructura de la cafetería. Por esa misma razón, las fans lo llamaban Expresso. Siempre se mostraba responsable, atento en todo, sumamente serio en su trabajo, pero lo suficientemente simpático como para robar más de un suspiro. Su aspecto era imponente, dado que su altura y el uniforme de trabajo, lo hacían ver aun mas alto.

Si bien Kuroo venía de una familia clase media japonesa, desde la adolescencia había querido pagarse sus estudios. Jamás permitió que sus padres se endeudasen para la Universidad, y, si no ingresaba en la Universidad de Tokio, él mismo pagaría cada centavo de su educación. Sus padres ya eran mayores, y obtener tantos trabajos le había permitido ahorrar bastante para después poderles devolver todo lo que se habían esforzado en él. No es que se lo hubiesen pedido, pero de alguna forma Kuroo se sentía en deuda, mucho más después que su madre tuvo aquella recaía hacía unos años. No quería que ninguno pensara en nada que no fuesen ellos mismos, y quería ser un hijo ejemplar para que se sintiesen orgullosos.

Cada mañana, Kuroo era el primero que llegaba al local, pero por sus otros trabajos no era el que cerraba finalmente. Esa tarea correspondía generalmente al último que se iba, el pastelero estrella. Ellos tenían una relación bastante formal, Osamu no hablaba demasiado, pero a ambos los unía la comida, no había nada que hacer. Ese hombre tenía manos mágicas y cada vez que le daba algo de probar a Kuroo, lo hacía sentir sumamente agradecido.

De todos los clientes, con quien más hablaba era con Bokuto Kotarou. Era un chico simpático, deportista, que parecía dar siempre lo mejor de sí, y le gustaba esa actitud, también las salidas infantiles o berrinches que hacía cuando alababan los cafés de Akaashi. Parecía que el albino quería que todo lo que saliese de las manos de Akaashi fuese para el.

Además de Bokuto, Kuroo jamás había puesto demasiada atención en algún cliente, y eso fue bastante tiempo. Pero una tarde de invierno estaban por cerrar, y Osamu había tenido un compromiso que lo había hecho irse antes, por lo que tuvo que cerrar el local. Estaba por hacerlo, cuando una mano se interpuso y se asomaron unos lentes seguidos de un grueso gorro de lana azul marino – Lo siento. ¿Llego tarde? Sólo quiero un café y uno de esos muffins de fresa– . Hacía un frío que helaba los huesos y el chico se veía tan pálido que Kuroo sintió pena por él– Haré una excepción porque soy buena persona– rió con fuerza y abrió la puerta para después encender un par de luces – No soy el encargado del café, pero me defiendo–. El rubio se había sacado los guantes de lana y después el gorro. No se había percatado de que fuese tan alto – Me conformo con poco, pero quiero el muffin–. Los ojos claros del rubio estaban fijos en las vitrinas con postres, por lo que Kuroo fue lo primero que le dio. El café fue decente y se lo entregó para llevar, y el chico se fue tal cual llegó, en un abrir y cerrar de ojos.

No fue hasta la semana siguiente cuando lo vio venir con otro chico, parecía que estudiaban o algo porque apenas hablaban, pero entre ellos emanaban una energía extraña. El rubio sólo parecía pendiente cuando le entregaban postres y el otro apenas si comía de vez en cuando. Tal vez aun no había encontrado algo que le gustase.

Semana a semana, día a día, esa cafetería se volvió habitual para el rubio y "el otro", y con el tiempo, Kenma le contó que el rubio se llamaba Tsukishima Kei y que estudiaba paleontología. El otro muchacho, llamado Suna Rintaro, tenía otros libros, pero según Kenma había escuchado, compartían algunas asignaturas.