Capítulo cuatro: Más que una amistad.

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        Él sabía muy bien que la felicidad no debía depender de nadie ni de nada, pero era inevitable que aquel chico no lo hiciera feliz, que su sonrisa tuviera nombre y apellido, y claramente la de Scott se llamaba Isaac Smith. No tenía miedo de sentir todo aquello, él sabía que era gay, lo supo ya desde hace un par de años cuando un chico lo besó por primera vez y tenía las esperanzas que el muchacho de cabellos rojizos y sonrisa angelical también fuera homosexual. Sabía que en ésto del amor hay que esperar y ser pacientes, que hay que ir a paso lento para no golpearse contra la pared, pero le resultaba imposible ir con calma cuando aquellos ojos lo llevaban a otro mundo.

        Pasó por la casa de una amiga, su nombre era Stephanie Peters, era la única persona fuera de su familia que le caía bien, no era una persona que le gustara mucho hacer amigos, pero cuando hacía alguno él se encargaba que esa amistad durara como mínimo toda la vida. 

        El pueblo de Gilbertown era bastante chico así que todos se conocían con todos, no habían muchos chicos jóvenes debido a que la zona era mayormente habitada por ancianos. Su amiga vivía con su abuela, sus padres murieron cuando ella era pequeña y claramente quedó al cuidado de la madre de su padre. 

        Llegó a la casa y golpeó la puerta tres veces, ésta se veía distinta, habían varios periódicos acumulados de semanas anteriores, el césped del jardín estaba largo, estaba bastante descuidada, se notaba que hacía mucho tiempo que nadie pasaba por allí. Igual quiso esperar un poco más, con el pie corrió algunos de los diarios que estaban allí, se sentó en un pequeño escalón de la entrada mientras aguardaba en silencio. Si tuviera su celular en ese momento la llamaría, le preguntaría donde y como estaba, le contaría sobre este nuevo chico y muchas cosas más, sabía que ella lo entendería, era su mejor amiga, sabía todo sobre él y se sentía un muy mal amigo.

        Decidió irse ¿Para qué esperar? Se notaba que hacía un tiempo que nadie pisaba esa casa, lo más probable era que ella se hubiera ido de vacaciones o algo por el estilo. Caminó las cuadras que habían entre la casa de Stephanie y la suya; cuando faltaba media cuadra se encontró con un  chico, de cabellos castaños y ojos negros, su rostro mostraba seriedad, no le prestó atención hasta que él se acercó hasta donde estaba Scott.

—Vaya, vaya, miren quien tenemos aquí.— La voz del muchacho era bastante masculina, se había puesto en el camino de él quedando frente a frente.

—¿Eh?— Scott sintió que debía escapar.

—No te hagas el estúpido, sabes muy bien lo que has hecho.

—¿Qué he hecho? Yo ni te conozco.

—¿Tan fuerte fue el choque que ya no me recuerdas? Haz memoria.

—Lo siento, creo que te has confundido y si me disculpas tengo cosas que hacer.— Intentó comenzar a caminar pero el otro no lo dejó.

—Tú no vas a ninguna parte hasta que yo lo decida, ¿Me escuchaste, Williams?

        Entonces tuvo miedo, mucho miedo, el otro lo conocía eso era seguro, pero Scott no entendía absolutamente nada. ¿Qué estaba pasando? Se lo veía furioso, como si algo le hubiera hecho ¿Pero qué? 

—Si te he hecho algo deberías decirme antes de hacerte el chico malo y misterioso.

—Justamente eso es lo que sueles decirme a diario.— El muchacho se acercó, le hizo frente quedando ambos muy cerca. —Me has robado a mi chico y eso no te lo perdonaré nunca.

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