Capítulo uno: Así comienza el día.

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        El despertador sonó pasadas las diez de la mañana como siempre, el sonido incesante de la alarma hacía que Scott se diera vueltas en la cama, cubriendo sus orejas intentando así eliminar el ruido que éste producía. Luego de unos segundos de no parar de quejarse, estiró la mano para presionar el pequeño botón blanco de aquel insoportable reloj que estaba en la mesa de luz contigua.

        Se quedó unos segundos mirando algún punto fijo en la pared que tenía en frente, en ésta habían algunos posters con algunas frases de su cantante favorito, la luz entraba por la ventana, mientras que en la casa se escuchaban algunas voces que suponía debían ser de su madre y Carl discutiendo.  

         Así comenzaba cada día de Scott Williams, un  muchacho de dieciocho años de edad que vivía en un pequeño pueblo llamado Gilbertown en los Estados Unidos. Era hijo de Emma y medio hermano de Lucy una niña de tres años la cual era su adoración. ¿Su padre? Nunca supo de él y la verdad es que tampoco quisiera saber algo de su persona, había logrado vivir sin una presencia masculina en casa y él creía ya no necesitarlo, aún así vivía el marido de su madre, Carl, con el cual no se llevaba muy bien.

        Se sentó en la cama y frotó sus ojos, cuando de repente un dolor punzante invadió su cabeza, era tan fuerte que comenzó a gritar y gritar, quería que parara, quería ya no sentir nada. Ocultó su cabeza entre sus piernas mientras que los gritos se escuchaban por toda la casa. Hubo un silencio y luego escuchó pasos acercarse, unos brazos rodearon sus hombros mientras que se escuchaba la voz de su madre susurrando un "Ya pasó bebé, ya pasó".

        Gotas de sudor recorrían el rostro de Scott, su corazón estaba acelerado, el cuerpo temblaba, y sentía calor, mucho calor aunque estuvieran en febrero una época del año con mucho frío. Poco a poco su respiración volvió a la normalidad y el dolor comenzó a cesar, comenzó a sentirse agotado, como si toda la noche se hubiera quedado despierto estudiando para algún examen o como si hubiera llegado de correr varios kilómetros en el parque. 

—Ya... ya estoy bien.— Comentó Scott aún algo agitado.

—Lo sé, bebé, lo sé, ya pasó.— Se escuchó la voz de la señora Williams intentando ocultar el miedo en su tono. 

        Ellos ya estaban acostumbrados, cada día Scott se despertaba a las 10:03, se quedaba un rato en la cama y cuando se intentaba levantar su cabeza comenzaba a torturarlo, Emma no sabía ya que hacer para que su hijo esté mejor, consultó cientos de médicos, visitó todos los hospitales, pero no había manera de hacer que ese dolor matutino cesara. 

—Te dejo para que puedas vestirte, yo estaré abajo con Carl. 

        El adolescente sólo asintió con la cabeza y sacó sus piernas de debajo de las sábanas para posar los pies descalzos en el frío suelo, rascó su cabeza y dio un vistazo a la habitación, había algo distinto, aún así no sabía qué era. Se paró y caminó hasta el baño que estaba dentro de su cuarto, vestido con una camiseta que le llegaba hasta un poco más abajo de la cintura y unos bóxer blancos que no recordaba haber comprado.

        Dejó el agua tibia correr, lavó su rostro, buscó un peine para intentar hacer algo con su cabello mientras que con la otra mano cepillaba sus dientes, se enjuagó, cerró la canilla del agua caliente y antes de irse se quedó mirando unos segundos en el espejo, se notaba distinto, tal vez algo más delgado, y su piel un poco demacrada, bajo sus ojos habían unas ojeras, debían de ser de las horas en que se quedaba estudiando para los exámenes de fin de curso. 

        A paso lento salió del baño hasta llegar al armario, buscó unos jeans desgastados, se sentó en la cama para ponérselos con algo de dificultad, buscó un sweater de color negro y se lo puso sobre la camiseta, se arremangó éste y al hacer ésto notó pequeñas marcas en sus brazos, eran como unos diminutos puntos negros, como si se hubiera pinchado con algo, sin darle importancia buscó sus tenis favoritos, y luego de habérselos puesto bajó en dirección a la cocina.

        Al llegar a ésta  echó un vistazo, Carl leía el periódico, su madre preparaba el desayuno y no había rastros de su hermana así que suponía debía estar durmiendo.

—Buenos días.

—Buenos días.— Respondieron los demás.

        Todo era bastante aburrido, sus días eran así, y tenía una extraña sensación de que algo faltaba, algo pasaba y no sabía precisamente qué era, habían cosas que le parecía eran nuevas, habían cambios que no sabía cuando se habían hecho, y la pregunta que invadía su mente era: ¿Qué estaba pasando? Quiso hablar, preguntar que era lo que le pasaba, pero no quería quedar como un estúpido frente a ellos.

—¿Cómo te sientes, Scottie?— Su madre sintió que algo raro pasaba y quiso interrogar.

—Ehm...Eh... bien.

—¿Seguro?

        No respondió, ya no sabía si realmente lo estaba, quería recordar cosas, quería saber qué pasaba, qué le sucedía, se preguntaba qué había hecho el día anterior, y el anterior, y la semana pasada, pero por más que quisiera no se venía ninguna imagen a la cabeza, y eso le provocaba enojo, era como si estuviera vacío... como si no hubiera vivido estos días. Cerró el puño y con fuerza golpeó la mesa de madera acompañado de un fuerte grito. 

—¿Qué me está pasando? ¿Por qué no recuerdo nada? ¿Qué me pasa?

        Carl estaba en silencio, no sacaba la vista de su taza de café, como esperando que ésta lo hiciera desaparecer del momento, su madre en cambió bajó la vista, como observando sus zapatos, ninguno dijo nada ya que no sabía que hacer ni decir.

—¿Es que ninguno va a responder?

—Es... Es sólo cuestión de tiempo, Scott.— La voz gruesa de Carl entró en la conversación, Emma lo miró  asustada.

—¿Cuestión de qué?— Al ver que nadie hablaba se levantó de la mesa. —¿Por qué nadie responde?

—Scottie... Yo no sé qu-qué decirte.— Su madre se escuchaba apenada, como si pensara en decir algo o no. 

Emma Williams y Carl Collinwood ya estaban acostumbrados a ese tipo de conversación, los desayunos siempre eran lo mismo, peleas, gritos, golpes de la mesa, nada parecía cambiar; lo que no sabían era que ésta vez era distinta, las cosas darían un giro inesperado este cinco de febrero, después de varios días de mucho dolor y sustos, de preguntas que quedarían en el olvido y demás, todo eso cambiaría, ya que dentro de Scott algo  estaba volviendo a la "normalidad".


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