Treinta y dos

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Del miedo surge el odio, y del odio nace la oscuridad. Una densa capa de rencor que se forma con el tiempo, sentimientos negativos, sucios…inapropiados.

La ira puede cegarte hasta el grado de no reconocer nada. Lastimar a terceras personas sin siquiera estar consciente de ello. Un sentimiento tan poderoso e incomprendido se apodera de tu cuerpo y no puedes hacer nada para evitarlo. No hay nadie más, solo tú y la inmensa oscuridad que lo envuelve todo.

-¿Por qué lloras?... ¿es que acaso tienes miedo de mirar?- las preguntas penetraron en su subconsciente, sin que fuera capaz de ignorarlas. Sintió el tibio liquido deslizarse por sus mejillas, dejando un húmedo camino sobre las mismas.

Escuchó el suave goteo de la lágrima al entrar en contacto con el agua debajo de su cuerpo.

No podía moverse, no quería abrir los ojos y darse cuenta de que, efectivamente, había alguien más allí. ¿Era posible que sus miedos y rencores se materializaran en un ente físico?

De ser así, su mente le impedía realizar una imagen que le permitiera dilucidar al ser que actualmente escuchaba, no era él pero sentía que era parte de él.

Era como si fueran uno solo, y así era.

Podía sentirlo, pero… ¿realmente podría verlo?, ¿podía aquella entidad lastimarlo?, tenía miedo de que sus respuestas fueran afirmativas al momento de abrir los ojos.

-Eres débil y patético.

En eso no se equivocaba, así era como se sentía la mayor parte del tiempo. Su estado de ánimo había decaído de manera abismal, estaba atrapado entre su triste realidad y lo que parecía ser una horrible pesadilla.

Sentía su cuerpo cada vez más pesado, el aire comenzaba a faltarle. Gruesas gotas de sudor perlaban su frente, el temor y la confusión iban en aumento. A ese ritmo perdería por completo la cordura. Debía despertar, tenía que hacerlo. Retomar el control de su cuerpo y hacer frente a sus miedos reales que amenazaban con arrebatarle el sentido de la realidad.

-Al principio no comprendí el motivo para que te eligieran a ti, pero ahora lo veo claro.

Respiraba con dificultad, deseando con todas sus fuerzas despertar de una vez. No soportaba esa sensación tan asquerosa recorriendo su cuerpo. Trataba de aferrarse al recuerdo de Sasuke para no colapsar. Era lo único que le quedaba…su imagen.

Se enfocó en los escasos buenos momentos que tuvo con Sasuke, a pesar de que eran relativamente pocos le hacían sentir un poco mejor. Le ayudaban en cierta forma a enfrentar el miedo y disipar esa neblina que cubría su mente, impidiéndole razonar cualquier cosa.

Lo amaba demasiado, aun recordaba lo feliz que le había hecho saber que Sasuke también correspondía sus sentimientos. Cuando el apuesto e impulsivo joven le había protegido en más de una ocasión. Las salidas nocturnas, los suaves besos. Incluso los falsos “te amo” que Sasuke le dijo. No importaba aferrarse a una fantasía lejana, solo quería evadir los pensamientos negativos que seguían en su subconsciente.

-Has estado alimentando tu odio con el dolor.

No tenía sentido, nada tenía sentido. Se suponía que estaba en una cama de hospital, siendo atendido por una enfermera. Kakashi y Sasuke también estaban ahí, acompañándolo.

No estaba solo, definitivamente no lo estaba.

-Tienes tanto odio que ni siquiera tu cuerpo puede asimilarlo.

Sus manos vibraron, lentamente recuperaba la movilidad de su cuerpo. Ahora se sentía decepcionado.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos. Estaba decidido a no abrirlos. De pronto los recuerdos dolorosos se manifestaron sin que pudiera evitarlo. Aquellos pensamientos hirientes siempre opacaban a los lindos momentos que había tenido.

Sin mi, no eres nada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora