Dieciocho

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Dolor…era la única palabra que podía describir su actual estado. Había transcurrido una semana desde que Naruto decidiera deliberadamente irse con Kakashi. Era como si se hubiera llevado una parte de él consigo.

Se sentía…incompleto, vacío, solo y herido sentimentalmente. A pesar de todo no había vuelto a llorar, con la partida de Naruto, había derramado mas lágrimas de las que algún día hubo llorado por alguien, asimismo, se cuestionaba si esa herida sería capaz de sanarse sola. 

La respuesta era obvia…no.

Yacía recostado en su cama, siete días exactos sin salir de su casa, apenas probaba algún bocado cuando el hambre se lo exigía. Miró el suelo en un intento fallido por disipar sus pensamientos, al menos tres cajetillas de cigarrillos habían sido consumidas, no solía fumar tanto, un cilindro al día cuando mucho, esta vez se estaba excediendo en todo.

Dormía en demasía, quería descontrolar el tiempo en su vida, y a la vez, retomarla. La cuestión de volver a ejercer como director, hacía estragos en su cabeza. Todo seguiría el mismo curso que antes de la llegada de Naruto, solo debía dar el primer doloroso paso y esperaba que con el transcurso de los días, su recuerdo se borrara de su memoria.

Podría superarlo, tenía que superarlo, lo había hecho con Sakura, ¿Por qué tenía que ser diferente con Naruto?, ¿Qué tenía de especial ese chico para influir tanto en su vida?

Todo. 

Los días pasaban mucho más lentos y aburridos sin Naruto, no tenía a quien proteger, no tenía a quien…amar.

Fue hasta entonces que se convenció a sí mismo de cual debió ser el punto de partida en la relación forjada con Naruto, aceptar sus sentimientos era la clave de todo, tan simple que era corresponder el amor que el hermoso chico le ofrecía desmedidamente, a pesar de su comportamiento hacia él.

Lo había tratado peor que un objeto. Y cuanto le dolía pensar en ello. Analizar que el odio inmenso que crecía en su interior no iba dirigido a otra persona que no fuera él…Sasuke Uchiha.

El odio desmesurado y dañino era propio, si, se odiaba como nunca lo había hecho en la vida, y todo por un error tan estúpido que no merecía perdón. No podía enmendar nada de lo ocurrido, era un fallo tras de otro que solo reforzaba el hecho de que no podían estar juntos, su relación de noviazgo, su amorío simplemente no podía ser.

Una relación se forma a través de sentimientos mutuos. Si uno no quiere pelear, no tiene por qué haber pelea, y sin embargo se había dado cuenta tarde de que sus arrebatos de aparente odio no eran otra cosa que celos, inseguridad propia, no quería perderlo y el miedo que ello le generaba había propiciado su mayor temor, materializándolo y destrozando el vínculo que con trabajo se estaba reforzando entre ambos.

Vaya estúpido, estaba permitiendo que el dolor lo consumiera, la depresión se había apoderado de él completamente. Sasuke Uchiha no era un imbécil sentimentalista, era aún más doloroso tragarse aquellas lágrimas después de lo ocurrido.

Ausentarse de la realidad, evitando hacer frente a su problema y sobretodo evadiendo buscar una solución al mismo.

Se levantó de la cama, dispuesto a salir adelante. De momento debía centrarse nuevamente, retomar su vida. Estaba decidido a repetir nuevamente su monótona rutina con tal de llenar el profundo vacío que la partida de Naruto había dejado en su interior.

Después de una larga ducha, se vistió adecuadamente para presentarse en el colegio, no dudaba que le devolverían su anterior puesto, dadas las circunstancias y la mediocridad del que sería su futuro relevo, un muchacho de unos 25 años que recién se graduaba de la carrera de contabilidad. Todo se basaba en teoría y práctica, inclusive en el área laboral, lo sabía perfectamente, y aquel suplente solo poseía la capacidad para llevar a cabo la teoría de su puesto. Le hacía falta poner en práctica lo aprendido, en consecuente, no rechazarían su petición. Al menos, eso esperaba.

Sin mi, no eres nada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora