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Capítulo 7: Ciudad de humanos

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Caminaba con mis mejillas calientes, pero no por culpa de Leo sino porque sentía cólera. Mi papá me había dicho que andaba un poco distraída. Yo ni siquiera lo había notado. La escuela ya estaba por acabar y no podía permitirme salir con malos grados en mi cuaderno. Aquel día, apenas había llegado, me olfateó y me ordenó poner a lavar mi ropa enseguida, mas no preguntó por los raspones que tenía en la piel, cosa usual.

Un extraño vehículo se detuvo a mi lado y algo de miedo me cubrió, pues era ese que los humanos usaban y era que sólo había sabido de esas cosas mediante historias. La ventana negra bajó y Cassie se asomó, muy feliz como siempre.

—Vamos, Águila, sube.

—¿Eh? No, ¿por qué? —Pude ver a Leo al volante y me saludó—. ¿Y qué es esta cosa?

—Ay, vamos, sabes lo que es, es un auto de humanos, nos vamos a la ciudad a entregar el frasquito que recogiste.

—Iría, pero debo trabajar...

La chica se bajó del auto.

—Es día libre, vamos —insistió tirando de mí, a pesar de que yo era mayor.

Me sentó en el asiento posterior y cerró la puerta. Me sentí nerviosa. Leo me sonreía y eso mantuvo mis mejillas calientes. Pero ¿qué le iba a decir a mi papá? Me iba a matar, me iba a desterrar él mismo...

—Cassie habló con tus padres, descuida —dijo él, como si hubiera leído mi nerviosismo.

Al parecer sí era expresiva. Caramba.

Regresó su vista al frente y me topé con sus ojos felinos en el espejo que había ahí adelante en el medio. Los retiró y me quedé mirándome a mí misma. Todavía me veía algo asustada. Parpadeé y bajé la vista para pensar. Sí, era día libre y usualmente me metía a hornear más cosas, así no estar afuera y ser cazada por esos tres molestos muchachos, así que...

—¿Lista? —preguntó él volviendo a buscar mis ojos en el espejo.

—Eh... sí —dije más segura.

Sonrió ampliamente, rompiendo algunas más de mis barreras, y el vehículo avanzó, sorprendiéndome y haciéndome poner las manos en el asiento.

—¡Woo! —exclamó Cassie—. ¡Ahora, música! —Prendió algo en el tablero delantero y el estruendoso ruido se coló por mis oídos.

A los humanos les gustaba escuchar música siempre, a diferencia de nosotros, pero por lo que veía a ellos también les gustaba. Nosotros solo teníamos a los músicos del pueblo, los humanos tenían su propio equipo reproductor de música personal.


—¿Por qué dijiste que no tenían días libres? —quiso saber Leo, luego de un rato de escuchar música y que Cassie cantara.

Crucé los brazos mirando hacia la ventana.

—Porque casi no los tomo, por propia voluntad.

—Ahora lo harás —me tentó.

Seguí mirando a la ventana. De vez en cuando mis ojos se iban en su dirección para observar su rostro y su concentración en el camino. No sabía que él podía manejar una de estas cosas, pero debí haberlo supuesto. Seguramente lo usaban para moverse más rápido. En cambio, nosotros corríamos, ya que podíamos resistir largas distancias, no necesitábamos más que nuestras piernas.

Pero... Sus ojos me encontraron en el dichoso espejo ese de en medio y volví a mirar al exterior. ¡Caramba! ¡Espejo del mal!


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por Mhavel Naveda
@mhazunaca
Ella no es humana y no sabe lo que es el amor. Él va a enseñarle el m...
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