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Avanzó a pasos ligeros hacía la última clienta del día, y de cada día desde hace unos meses atrás. Esta era la primera vez que ella se quedaba hasta que alguien le decía que estaban por cerrar, ya que siempre se había retirado unos minutos antes.

Justin respiró suavemente cuando estaba a unos tres pasos de llegar a la mesa junto al ventanal de la cafetería; tenía miedo de hablarle esta vez, ya que siempre le pareció extraño su comportamiento, ella se sobresaltaba y respiraba de manera entrecortada cada vez que oía algún ruido extraño y tartamudeaba cuando él le hablaba para hacerle su pedido diario. Se había dado cuenta de todas esas cosas porque desde el primer día en el que ella cruzó la puerta de su lugar de trabajo, le dio curiosidad conocer más a la chica de cabello rubio, y no le había quitado el ojo de encima.

—Disculpa, pero debemos cerrar en unos minutos— ella como siempre se sobresaltó y respiró cortadamente, no despegó la vista de su libro cuando él le habló y asintió con dificultad.

—C-Claro— tartamudeó en voz baja.

— ¿Qué libro estás leyendo?

Sin pensar lo que estaba haciendo, Justin se sentó en la silla justo al frente de ella; quien lo veía de reojo y con un poco de miedo, sus manos se habían aferrado a su libro fuertemente, las respiraciones que tomaba eran profundas, y su cuerpo se había comenzado a mover de adelante hacia atrás.

«Solo respira, y cálmate; no todas las personas son malas, respira»; era lo único en lo que ella podía pensar, lo que su madre le había enseñado. Respirar y calmarse. Algunas personas eran buenas, y el chico del delantal blanco y ojos mieles, quien en su mente era bastante guapo, parecía una buena persona.

Justin la miraba extrañado y a la vez embobado. Ella era hermosa con su pelo rubio trenzado, sus buzos holgados que cubrían sus piernas cubiertas por unos jeans y con su vista clavada en las palabras de algún libro. Adoraba ver sus pestañas, sus labios rosas pastel, y su respingada nariz que la hacían lucir como una muñeca de cristal.

—M-Mi... E-E-Es... Mi li-libro favorito; "Su-Sueños Secretos", es co-como la décima vez que l-lo leo— le logró comentar con una media sonrisa y con dificultad. El corazón del ojimiel comenzó a palpitar rápido ante sus mejillas sonrojadas, sus ojos cafés tímidos por todavía no poder mirarlo, y aquella pequeña sonrisa que le regaló.

—Déjame adivinar, ¿Daniela Sacerdoti?— ella abrió sus ojos como platos, y por primera vez levantó su vista al ojimiel; ¿aquel chico lleno de tatuajes con pinta de chico malo y guapo sabía de literatura? Su madre tenía razón, no todas las personas eran como ella pensaba, malas y sin corazón, y sin idea de literatura.

— ¿L-Lo has leído?

—No, la portada me pareció un poco para chicas y un poco ficticio; lo vi el otro día en la librería, pero terminé comprando "Los ojos del perro siberiano", leí su nombre en internet el otro día y lo busque por todos lados por la nacionalidad del autor, lo encontré en ingles por suerte; ¿lo has leído?— se recargó con sus codos sobre la mesa, acercándose a la rubia quien retrocedió un poco en su asiento por la cercanía.

—A-Antonio Sa-Santa Ana— nombró al autor— Uhm... M-Mi papá me lo regalo.

—En cuanto terminé de leerlo creí que le faltaban más páginas, creí que el libro se iba a basar en la perspectiva de un perro siberiano pero al leerlo entendí todo; es una historia triste pero realista– la chica lo miró asombrada sin quitar su pequeña sonrisa; no era de las personas que juzgaba las cosas por su portada; pero al ver al chico que atendía su cafetería favorita donde era su lugar favorito para sentarse a leer, creyó que era el típico chico malo que tenía una moto y no le importaba nada, un Patch Cipriano de la vida real. Y resultó ser un chico lleno de tatuajes con pinta de chico malo que le apasionaba la literatura.

sun & moon; j.b [one shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora