cuatro

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Un mes.

Solo treinta días le quedaban para estar con Audrey, y le entraban ganas de llorar al recordarlo. Continuó leyendo el libro de poesía que encontró escondido en el estante de Audrey. Simplemente disfrutando de cada estrofa, de cada verso, de cada palabra plasmada por poetas anónimos.

Enamórate de alguien que sueñe con los ojos abiertos, porque están abiertos viéndote: Tú eres su sueño.

Recordó la noche anterior en la que la menor le confesó entre bostezos que quedarse a su lado era su sueño.

Enamórate de alguien que ame el amanecer, porque significa que encuentra la belleza en sensaciones y momentos simples.

Recordó las fotos que tenía en su teléfono de los amaneceres; adoraba verlos en la playa, porque eso significaba que el cielo estaría color lila. Recordó cuando le dijo que él era de color rojo, que ella era color azul y ambos en ese momento convertían al cielo color lila, luego de ese comentario la niña comenzó a cantar la canción de Halsey.

Enamórate de alguien con historia, porque podrá contarte cada una hasta hacerte dormir.

Recordó la primera noche que pasó con Audrey, pasaron toda la noche hablando de su vida, cada historia, cada cicatriz de su cuerpo.

Enamórate de alguien bajo la lluvia, porque sus lágrimas se combinaran con el agua y no existirá más dolor.

Recordó cuando le pidió a Audrey ser su novia, y cuando ella le confesó que sentía amor por él.

Enamórate de alguien que se equivoque todo el tiempo, y que cuando quiera solucionarlo se equivoque aún más, porque significa que lo intenta con todo su ser así sepa que fracasará.

Esta vez sonrió cuando recordó el enorme intento que hizo la rubia para aprender a andar sobre una patineta.

Enamórate de alguien con más miedos que confianza.

Sin duda esta frase concordaba con Audrey perfectamente.

No te enamores de alguien hermoso o inteligente; porque esa no es una persona real.

Audrey sin duda era hermosa e inteligente, tal vez no era una persona real. Quizás ella era un ángel, y esa era una explicación lógica.

Enamórate de la persona incorrecta en el lugar equivocado y en el peor momento.

Finalmente ella era la persona correcta pero en un lugar equivocado, y en su peor momento. Ella estaba a punto de morir y la conoció en su peor momento.

Quizás ese poema anónimo debería llamarse "Enamórate de Audrey", todo coincidía. Y tal vez quizás algunas frases no coincidían en nada con Audrey, pero el ojimiel buscó cualquier cosa para que coincida; como toda persona enamorada hace, relaciona cualquier cosa con esa persona.

Miró a su costado cuando sintió el cuerpo de Audrey moviéndose a su lado; esa fue la primera vez que se quedó durmiendo con Audrey a su lado, en realidad esa noche ni siquiera durmió, quiso no perder el tiempo y estudiar cada facción de Audrey, tenía treinta días más para hacerlo. Pero prefería hacerlo desde ese momento.

Tendría que haber estudiado las facciones de Audrey desde hace un tiempo, hacerlo en aquel momento era totalmente masoquista de su parte; Audrey estaba destruida, emocionalmente y físicamente. Ella ni siquiera comprendía porque el ojimiel seguía junto a ella. Y era porque él también estaba enfermo de amor, la enfermedad y el dolor de Audrey lo atraparon a él.

Audrey tenía ojeras enormes, tenía los ojos rojos desde el último mes, tenía los labios secos, tenía sonrisas en su rostro cuando estaba con Justin, tenía su piel con puntos rojos y parecía que no tenía vida, los vómitos eran constantes al igual que los dolores, prácticamente no podía moverse mucho sin que sus articulaciones dolieran, ya no solía comer pizzas todas las noches, ya no solía tomar café, y solamente leía muy poco ya que su vista se cansaba con rapidez; y Audrey ya no era Audrey.

El ojimiel estaba enamorado de esas ojeras, de sus ojos rojizos, de besar sus labios resecos, de su piel entera, estaba enamorado de la idea de tener que ayudarla en todo. Un amor enfermo eso era aquello; y mientras que Audrey solo quería alejarlo de ella él no cedía, y no iba a ceder.

—Buenos días, Aud— plantó un suave beso en los labios de la rubia quien se quejaba de los dolores mientras se removía en su cama.

—Hola— respondió aún con sus ojos cerrados— ¿Qué hora es?

—Son las... 11:11, pide un deseo— dijo riendo mientras miraba el reloj digital que estaba a un lado de la cama.

—Listo— dijo con una voz débil junto a una sonrisa— ¿Tu ya pediste tu deseo?

—Sip, pero no te lo diré; ¿tú puedes decirme el tuyo?

—Sí, sabemos que si te lo digo no se hará realidad, pero igualmente no se hará realidad así que te lo diré; deseé un milagro que me permita quedarme contigo— dijo abrazando al ojimiel, rápidamente las lágrimas se acumularon en sus ojos.

(...)

El resto de ese mismo día ambos no se levantaron de su lugar; tomaron café, y Audrey comió algunos mordiscos de pizza sin poder terminar ni una porción. Vieron Orange Is The New Black y más tarde Justin leyó en voz alta para ambos el libro en el que la serie está basada. Audrey literalmente no estaba prestándole atención, simplemente le gustaba escuchar la voz del ojimiel y saber que él estaba allí con ella. Por un lado estaba feliz; feliz porque simplemente tenía que esperar a que llegara su hora, y feliz de que todo su sufrimiento sirvió de algo.

¿Alguna vez fuiste capaz de poder contar las estrellas? Creo que nadie fue capaz. Ese momento en el que miras el cielo y te mareas entre tantos brillos. De pronto, un día volteas y no hay nada. Tus estrellas fueron derrumbadas por el destino, por las cosas que te tocaron vivir, cosas que lastimarían a las personas que más amas; sabes que no eres el culpable de nada, sin embargo, sientes un gran peso sobre ti por no ser capaz de haberlas salvado y poder evitar que esas personas sufran por tu culpa. Sufres por ellos, pero de pronto un día miras de nuevo al cielo y ves una estrella: las cosas que te tocaron vivir están ahí por algo, tu sufrimiento y el sufrimiento de las otras personas están ahí por algo.

Quizás si ella no estuviera enferma ella jamás hubiera conocido a Justin; quizás hubiera muerto sin saber lo que es el amor. Por suerte, aquello no sucedió.

—Justin— interrumpió la lectura del ojimiel.

— ¿Si?— preguntó cerrando el libro.

—Gracias por ayudarme a cumplir el deseo de papá— le sonrió débilmente.

— ¿Qué deseo?- pregunto con el ceño fruncido.

—Una vez ambos estábamos mirando al cielo, y le pedimos un deseo a una estrella fugaz— contó sin quitar la sonrisa débil de su rostro— Y le pregunté si me podría decir su deseo y él dijo: "Deseé que encuentres la felicidad en alguien que te mire como si fueras una estrella en el cielo"— dijo acariciando las manos del ojimiel— Me convertiste en una estrella, Justin. Pronto estaré en el cielo.

sun & moon; j.b [one shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora