prólogo.

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Desde pequeño se había acostumbrado al exquisito aroma del café, a beberlo como si se tratase de agua, sea amargo o dulce, nunca tuvo problema. Solía recostarse en el hombro o en el regazo de su abuela, y ambos cada noche se proponían a leer un libro nuevo, bebiendo una taza de café que los mantuviera despiertos para que puedan terminar el libro esa misma noche, y no les importaba quedarse hasta altas horas de la madrugada. Cuando ella falleció cumplió la promesa de su abuela de seguir con la costumbre, incluso hacerlo con sus hijos, y él tenía la intención de cumplir con eso, incluso cumplió un deseo que él tenía cuando era un niño, a unos meses de terminar la secundaria y comenzar la universidad él trabajaba en una cafetería.

Colocó la bandeja sobre la mesa de los clientes, comentándoles que lo llamen si ellos querían pedir alguna otra cosa; dirigió su vista hacia las mesas rusticas de madera, rodeadas algunas por sofás y otras con sillas, rápidamente se encargó de limpiar las migajas de tartas y panes, y algunas gotas del café derramado que los clientes solían derramar al mezclar.

Por último se encargó de limpiar el lugar de la chica que en los últimos días se había acostumbrado a ver, acomodando los sobres de azúcar en un costado, las servilletas; y regresando a su lugar atrás del mostrador donde los pastelitos, tartas y opciones para acompañar el café reposaban para estar a la vista de los clientes que entraran al local, recordó la vez que la vio entrar por primera vez sorprendido de ver su rostro hinchado y sus ojos enrojecidos, una claras señales de que había roto en llanto, ese día él se había acercado con cuidado hacia ella para hacerle su pedido, un jugo de naranja, algo ilógico para Justin, quien jamás le vio el sentido de vender cosas que no sean café en una cafetería; recordaba todavía la forma en la que ella se sobresaltó al oír la voz de el ojimiel llamarla. Luego de ese día la chica de cabello rubio y ojos marrones iba todos los días, y lo único que hacía era beber su café con todo el tiempo del mundo y leer un libro; se sentaba en el mismo lugar siempre con un libro en sus manos, era como si eso se hubiera transformado en su rutina; al parecer el café, la literatura y tener una rutina eran cosas que ambos tenían en común.

Jamás iba a creer el porqué del que la chica llego llorando el primer día que entro a la cafetería, y que él también lloraría por ese porqué; que se volvería tan cercano a la muchacha de ojos cafés, que él dejaría de tomar su café por las noches y pedir pizzas para acompañar su lectura sólo por ella. Tampoco iba a creer que esa chica iba a marcar su vida para siempre.

Audrey durante toda su vida había tratado de combatir enfermedades.

Justin trataría de combatir su dolor al ver a Audrey luchando contra esas enfermedades.



sun & moon; j.b [one shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora