Capítulo 3. (actualizado)

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     Los días habían transcurrido, y mi hermano y yo nos encontrábamos a punto de subir al bus. Miramos atrás y allí se encontraba nuestro padre, mirando con melancolía desde el fondo, con tristeza levanté mi mano derecha y la moví de lado a lado en forma de despedida, Manu enseguida hizo lo mismo. Hace tan sólo unos meses atrás era sólo yo la que debía viajar a la ciudad para estudiar en la universidad, pero ahora le tocaba a mí hermano también, por lo menos no estaría sola.

El viaje fue un poco largo, me sentía algo ansiosa por volver a ver a mis compañeros, pero sobre todo me sentía nerviosa por lo que me esperaría. Papá no tenía el dinero suficiente como para mantenernos a mi hermano y a mí en la Ciudad, así que tendría que encontrar un trabajo nuevamente.

—Bien, ya estamos aquí— Le comenté a mi hermano dejando caer los bolsos sobre mi dormitorio.

—Bien. Ahora sólo necesito saber con qué demente me habrá tocado compartir cuarto.

—Vamos, no es tan malo. Sólo, debes prestar atención a las siguientes reglas —Comencé a enumerar con mis dedos— Uno, cero aceptar porros. Dos no bebidas de dudosa procedencia — Dije medio sería.

—Genial, creo que no tendré problemas con ello, excepto fingir demencia, ¿qué tal si mi compañero resulta ser gay? o peor, ¿qué tal si intenta asesinarme mientras duermo? — La cara de mi hermano era como una escena de horror, enseguida me reí.

—Vale trabajaremos en eso entonces— Comencé a caminar en dirección a la puerta. Mi hermano me siguió tras de mí pronunciando que compraría gas pimienta.

Caminábamos por los pasillos de aquel lugar, las paredes estaban pintadas de un blanco con un tono crema, las puertas eran de una manera un tanto vieja, y el piso de madera se encontraba más limpio de lo usual, todo parecía marchar bien para ser un piso de hombres, la distribución que había dado la universidad era un piso de mujeres y uno de hombres, así nos distribuimos cientos de chicos y chicas que no contábamos con el dinero suficiente para tener algo propio o pagar una renta.

—Bien, habitación 16° aquí estamos— enseguida puse mis manos alrededor de mi cintura. Mi hermano suspiró hondo y sacó las llaves de su bolsillo, con las manos medio temblorosas las metió dentro de la manilla y luego giro de ella.

La puerta quedó de par en par, dimos un paso hacia adelante para adentrarnos, la habitación no lucía nada mal, aunque, me parecía que tenía un toque medio antiguo, había dos camas de maderas con sus fundas gruesas color blanco, en las cuales sobre una de ellas se encontraba un chico recostado.

El chico se encontraba leyendo un libro, bueno un tanto grande, por cierto, su rostro no se dejaba notar, pero, todo su cuerpo parecía ser esculpido por los propios dioses, enseguida sentí mis mejillas arder y aparte la mirada. Mi hermano se aclaró la garganta y, este muchacho por fin se dejó ver, haciendo un ligero movimiento para poner el libro sobre su regazo. Mi corazón se agitó de pronto, aquel chico me parecía haberlo visto en algún lugar, su cabello castaño caía despeinado sobre su frente. Sus ojos eran como dos luceros, tenían un tono verde celestial, y su rostro era totalmente perfilado. No pude evitar sentirme algo mareada, algo andaba mal, recordaba haber visto a aquel chico en algún lugar, pero, mi mente no podía encaminarse al lugar correcto.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y por un segundo me pareció oír la voz de mi hermano decir que en definitiva lucía totalmente gay. Así que mire su rostro, este se encontraba como siempre, indescifrable.

—Así que tú eres mi pequeño compañero— Pronunció el chico, su voz sonaba e incluso celestial, una mezcla de voz áspera y varonil.

—Soy Manuel, pero puedes decirme Manu—mi hermano dio un par de pasos hacia el chico y estrecharon sus manos.

No me quemesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora