Capítulo 1. (Actualizado)

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Hay veces, en las que te sientes cansado de todo lo que sucede a tu alrededor.

Es la frase con la que quiero comenzar a narrar esta historia, porque justo ahora, digamos que no es la excepción. Lo cotidiano se está volviendo aún más cotidiano para mí y quizás sea un poco cliché y barata, pero comenzaré desde el día en que comenzó todo.

El viento sopla y choca contra mi rostro, haciendo que el frío se meta en mi piel y me carcoma hasta los huesos. Me encuentro caminando en dirección a mi trabajo, luego de haber estado por meses en la gran Ciudad de México, estudiando y preparándome, ahora me encuentro en lo que se supone serían vacaciones de verano, pero me he tomado el tiempo para ayudar a mi familia y pasar tiempo con ellos.

Como de costumbre, el sonido de los carros era totalmente nulo para mí, una sensación de satisfacción se siente dentro de mí, al escuchar como se reproducía una de mis canciones favoritas a través de los auriculares, lamento boliviano sonaba a todo volumen, creo que en si es la mejor manera de comenzar el día.

El trayecto era largo, pero con suerte ya me lo sabía al derecho y al revés, y con el tiempo se volvía corto.

Si se preguntan en que trabajo, bueno lo cliché aparece aquí, en una cafetería. La verdad no me quejo de ello, mis compañeras y amigas de trabajo son muy buenas personas, trabajo con dos chicas y un chico. Andreina, Sara y Sebas.

—Helena, si sigues caminando todos los días desde tu casa, vas a terminar inexistente mujer, tienes que comer más— Bromeó Andreina al verme llegar, por supuesto ya me había retirado los audífonos.

—Lo sé, pero no pienso gastar dinero en un bus, no pienso hacerlo—Enseguida me crucé de brazos y ella negó con la cabeza.

—vamos Helena, tu no cambias—Todos rieron por su comentario.

Para mí, aquel dinero valía oro, no podía darme el lujo de gastar cuando mi familia lo necesitaba, era una manera de pagar todo lo que se han restringido por ayudarme mientras estudio lejos de casa.

—Bueno, ya es hora de entrar— Sebas comentó y enseguida se levantó del pequeño banquito en el que los tres se encontraban sentados, voltee a mirar en dirección a la cafetería y efectivamente el auto de nuestro jefe se encontraba a punto de estacionarse.

Vamos, un día más de tantos...

Todo el día estuve de un lado para otro tomando pedidos de clientes, y llevando sobre mis manos bandejas en las cuales sobre ellas yacían deliciosos cafés, ricas donas y cupcakes. Todo era tan rutinario para mí, Sebas y yo nos encargábamos de llevar y traer de vuelta pedidos, mientras Sara y Andreina se encargaba de facturar lo que los clientes pedían.

Luego de estar todo el día de un sitio a otro, llegó la hora de salir, tomé mi chaqueta y la pasé por alrededor de mis hombros, miré el reloj en mi muñeca el cual marcaba las 8 pm, y una vez más resignada di un largo suspiro, y me despedí de mis amigos, predispuesta a volver a casa caminando. Por seguridad nunca ponía mis audífonos de vuelta, solo, para estar atenta de lo que ocurría a mis espaldas.

Vamos, es una hora de caminata, ya lo has hecho muchas veces, me repetía a mí misma mientras caminaba por aquellas solitarias calles de la aquella pequeña Ciudad, que parecía más un pueblo. En el camino, como era de costumbre sólo se encontraban transitando algunos buses y algunas que otras personas que también preferían ahorrarse el pasaje de vuelta a casa.

Mis pies dolían un poco, el camino y el frío me estaban matando, mi estómago como de costumbre gruñía sin parar, sólo me quedaba aferrarme a mi chaqueta, mientras contaba los pocos minutos que me faltaban para llegar, todas las calles olían a tierra húmeda y la neblina ya estaba obstaculizando un poco mi visión. Se puede decir que no soy muy amante de la adrenalina ni del peligro, pero en aquellos momentos, mi mente sólo se quedaba en blanco, todos los días eran de esta manera, así que, prefería no pensar en cosas malas o negativas, siempre he creído que las cosas suceden porque las pensamos, o bueno, no todas claro, he pensado en que sería genial tener un millón de dólares en mis manos, pero es lo único que no he logrado atraer. Como cosa rara.

No me quemesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora