IV

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Me hayo corriendo, huyendo, con el corazón en la mano. No quería verle la cara, no podía. La única salida es seguir corriendo hasta llegar a un lugar seguro.
Las lágrimas ruedan furiosas por mis mejillas. Llueve. No para de llover. Y de repente; un rayo. El cielo es iluminado por un instante, y entonces lo veo. Él. Vestido de negro, y unos ojos azules penetrantes. Sus alas se abren, permitiéndome ver una imagen aterradora pero igualmente hermosa. Sin embargo, no puedo parar. Sigo corriendo. Se que llegado el momento mi delicado cuerpo chocará con su robusto porte, y entonces tendré que enfrentarlo, a él, mi perseguidor, mi cazador. "Corre", "Corre" susurra él. Quiero parar. Necesito parar. No puedo acercarme más. Moriré.
Me doy cuenta. Ya está. Soy como una bala que no puede cambiar su trayectoria, a sabiendas que al impactar explotará.
Al final, su cuerpo robusto me recibe y sus frías manos recorren mis brazos. No puedo moverme. Sus garras atraviesan mi carne y sus alas empiezan a batir. No puedo moverme. He recibido el impacto. He llegado. De pronto, una fuerza exterior levanta mi cabeza y me permite observar sus ojos turquesa. Cara a cara con el que fue mi perseguidor y ahora asesino, y no tengo duda de ello.
Sus ojos se posan en los míos, quiero apartar la mirada, pero no puedo. Una corriente extraña me envuelve. "No temas", susurra. Su delicada, grave, y varonil voz me aparta de mis pensamientos, pero me lleva a otros peores.
Él me observa con detenimiento, como si quisiera escuchar lo que pienso, y en el fondo, se que lo hace. "Soy yo, soy tú" vuelve a susurrar, y ya no se que pensar. Solo cierro los ojos y me dejo abrazar por él.  Me aferro bien fuerte a su espalda y no lo suelto, pues se que me acompañará siempre.
No estoy segura de cuánto tiempo sus gruesos y fornidos brazos me rodean, pero parece que haya pasado una eternidad. "Suéltame" Susurro yo. "Libérame" Vuelvo a hablar, pero esta vez, sin susurros. "Desata mis cadenas y déjame volar con tus alas" Digo mirándolo fijamente . "Corta tus alas y arranca tus ojos, así podré marchar" Digo suplicando. Él asiente y saca un puñal de su mano. Y cuando pienso que hará lo que le he encomendado... Un fuerte dolor se aloja en mi pecho. Una humedad recorre mis pechos y abdomen. Y entonces lo sé. El que pensaba que era mi perseguidor, se ha convertido en mi verdugo. Ya lo sabía, siempre lo supe, y ya no tiene caso ocultarlo más.
Cuando estoy a punto de desfallecer, sus musculosos brazos me agarran y el mismo me atrae a su cuerpo. Posa un beso en mi coronilla, para luego dejarme caer sobre el césped mojado por la lluvia incesante. Dirijo mi mirada a él y entonces veo lo imposible, se corta las alas, y las coloca en mi espalda, para luego arrancarse los ojos con sus propios dedos, y arrojarlos al infierno mismo.
Ahora con sus alas en mi espalda y sus manos a los lados de mi cara, manchándome con su sangre, susurra: "Te libero, eres libre, ve y se feliz allá donde quiera que vayas, pues yo desapareceré. Cortare tus cadenas y con mi sangre pintare el fuego, para que los ojos que vieron tu sufrimiento sean quemados en el inframundo. Acércate, hija del bosque, y bebe la sangre que emana de mis ojos, pues ahora es tuya, soy tuyo. Sonríe tauriel, estas liberada, no los mires a ellos, solo mírame a mi. Renace y se más feliz, disfruta más y aprende la lección tauriel: No huyas, no corras, ¡Jamás!. Suelta el corazón que llevabas en la mano, pues ya no lo usarás más.
Y ahora sonríe, sonríe por los que están en el otro lado y llora por la luna, pues ella te vio sufrir. Vuela tauriel, vete lejos y déjame morir contigo". 
Y comprendí que el que fue mi carcelero, perseguidor, y luego verdugo, no era más que mi liberador, quien iba a saber que gracias a él, aprendería a volar, aprendería a sufrir sin dolor y sonreír ante el ángel de la muerte, pues ellos me han liberado.

Tauriel: Formado en sindarin, significa "Hija del bosque".

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