Cinco segundos antes de la catástrofe se encontraban en el espacio bajo las estrellas y sobre el manto azul terrestre, un paisaje que luego ardería hasta extinguirlo todo. El destello naranja inicial en el extremo boreal del Océano Atlántico significó la extinción de una civilización y su cultura. Ahora ellos se escondían entre sus recuerdos, entre los mares de la Tierra y sus cielos cuando ambos se evaporaron en un instante cósmico.
La Olympia, una nave casi lista para partir a Marte, se posicionó en órbita hasta entonces esperando a recibir el último compartimiento de suministros antes del despegue. Sería tal vez el último viaje de la humanidad a través del espacio. Y esta vez con rumbo a un nuevo planeta, uno muerto que debía ser revivido, reconstruido desde su superficie, terraformado, pero antes de ello colonizado. O tal vez era solo una forma de escapar, y era lo que hacían ahora mientras observaban el frío azul de la Tierra cambiar a un fulgor rosa anaranjado.
Era el fin de todos los que allí existían, excepto ellos. Antes de la catástrofe, la Luna se fracturó golpeando la Tierra horas después con uno de sus fragmentos. Cincuenta kilómetros del Mar de la Tranquilidad fueron tragados por la ingravidez. Nadie se detuvo a pensar en el porqué, simplemente sucedió mientras amanecía en el occidente y las estrellas se apagaban. Entonces una nueva estrella surgió en el cielo. Un pedazo de roca blanca y desnuda que se encendió en llamas durante su entrada a la delgada atmósfera.
La ola de destrucción alcanzó las islas del norte, incluyendo a Groenlandia, que se fundió en la onda expansiva del bólido lunar. Suficiente para extinguir la vida, y con ella el futuro. Ahora quedaba Marte frente a ellos, un viaje que aún nadie había realizado a aquel mundo frío, sin atmósfera y a millones de kilómetros del que era su verdadero hogar. El antiguo hogar era ahora un infierno.
Volvieron la vista a la Tierra una última vez, era como si un agujero negro se la estuviese tragando, y no había nada que pudiesen hacer por todas las almas carbonizadas. Ahora solo podían crear un futuro en Marte. Un futuro al que partieron pasados los primeros minutos de caos.
Un año después olvidaron la Tierra. Tal vez nunca había importado volver. Incluso antes de partir se sentían ajenos a lo que sucedía en las ciudades, y ahora no era más que un recuerdo de cielos azules y océanos salados. Irían a Marte a recrear todo ello.
Construirían espejos solares, reactores de fusión, harían atmósferas, organismos nuevos y vírgenes para un mundo diferente e igualmente virgen que solo había conocido la inconsciencia tectónica a través de los eones.
Marte ya no era solo un destino, era su nuevo hogar.
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Antología Marciana Vol.1
Ciencia FicciónMarte ha sido durante eones un desierto árido y sin vida. Las tormentas de polvo y climas extremos lo han hecho inhabitable, y aún así se ha convertido en el sueño de científicos y escritores de ciencia ficción. Ahora, en el siglo veintiuno, un grup...