Tras mil millones de años la lente de hielo que cubría el norte brillaba bajo las espigas doradas del Sol. Gran parte de los hielos boreales yacían ahora bajo océanos nuevos y congelados inundando Vastitas Borealis y los continentes rocosos creando lagos y canales. El antiguo Oceanus Borealis había vuelto a la vida en una extensión de icebergs y glaciares en fusión. Un océano ahogado por el hielo.
Sin embargo, ahora sería permanente. Ya ningún fulgor solar sería capaz de reducir su atmósfera o congelar sus mares tormentosos. La pulsión de la vida vino de la roca y de la roca al agua donde el plancton y algas luchaban por conservarla. Tibias corrientes de gases provenientes del núcleo habían dado paso a una nueva atmósfera. Y allí estaban, viajeros de las estrellas contemplando un mundo que nunca fue suyo y que evolucionaba por sí solo con una nueva biosfera latente bajo la roca y en el hielo.
A lo largo de varios años luz habían encontrado mundos similares. Infiernos volcánicos o planetas de continentes glaciares que hacían imposible la vida. Incluso otros donde organismos primigenios daban los primeros pasos hacia la evolución. Pero aquí era diferente pues habían decidido intervenir por primera vez, impulsar una biosfera a partir de lo existente. Roca y hielo en un planeta sin atmósfera. Y sin embargo lo habían logrado. Una nueva especie ahora reinaba en aquel planeta, mucho más evolucionada y que a todos rasgos lo merecía.
Ahora solo podían observar y recoger datos. Pronto tendrían que volver a Aldebarán y partir a las estrellas donde otros aguardaban en silencio, sin apartar la vista de lo que sucedía a lo largo de las eras cósmicas. Porque después de todo, casi omnipotentes y omniscientes, eran simples observadores entre las estrellas.
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Volaban en un planeador sobre las costas del Mar Muerto. Allí el agua lamía la roca oscura antes de congelarse y formar glaciares. Aquel mar de icebergs y corrientes heladas era de los pocos lugares donde los organismos marinos no proliferaban; incluso con los mejores ingenieros genéticos y el bombeo de calor desde plantas de fusión, de allí su nombre. Y es que era imposible acelerar un proceso que llevaría décadas a unos cuantos años.
Delvin observaba el paisaje boreal por la claraboya al lado de su asiento. Era el único a bordo que no se dedicaba a alguna ciencia en específico. Pero comprendía muy bien lo que significaba tener un inmenso mar de hielo frente suyo en un planeta que en millones de años había conocido el agua líquida.
Paul pilotaba el planeador mientras Richard, el oceanógrafo a bordo, revisaba en su tableta digital sus últimos hallazgos. Delvin se acercó al asiento de copiloto y se sentó al lado de Paul. Todo lo que veían era un mundo blanco surcado por crestas de roca oscura y glaciares recién formados. Habían pasado tan solo dos años desde aquel momento cuando descubrieron los llamados vaporizadores de fusión y que habían llevado a la humanidad a quedarse en Marte y observar el lento proceso de terraformación. Pero entonces no veían nada sino el origen de lo que un siglo después sería un océano de aguas azules.
-Casi todos los que cruzan esta zona por primera vez tienen tu misma expresión -dijo Paul sonriendo a la nada.
-Estoy seguro -respondió Delvin-. ¿Qué se siente ver este paisaje todos los días? Es decir, eres piloto. Y creo que tus estudios de geología los haces cerca de la costa de Tyrrhena.
-No es tan aburrido como la gente cree. No puedes encontrar algo así en la Tierra, excepto si vas a la Antártida que se está deshaciendo. Esto durará por lo menos un siglo antes de ser un océano, por ello disfruto cada momento.
-¿Estaremos cerca de una de esas cosas?
-¿Te refieres a los vaporizadores? No lo creo -respondió Paul.
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Antología Marciana Vol.1
Science FictionMarte ha sido durante eones un desierto árido y sin vida. Las tormentas de polvo y climas extremos lo han hecho inhabitable, y aún así se ha convertido en el sueño de científicos y escritores de ciencia ficción. Ahora, en el siglo veintiuno, un grup...