CAP 20. Un dolor aquí, en el corazón

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NARRA BLAKE

No quería levantarme de la cama.

Si por mí fuera, habría cancelado mi fiesta de cumpleaños porque lo último que me apetece es festejar. Cada que recuerdo la expresión de Dylan al irse me dan ganas de echarme a llorar.

Lo eche a perder. Pero, ¿qué podía hacer? La llegada de Seth me ha hecho darme cuenta que no importa que tanto trate de evitarlo, que no importa que tanto trate de alejarme, mi familia siempre me perseguirá.

El día que Seth y yo hablamos me dijo lo que ya sabía, que había venido para llevarme de vuelta a casa. Según dijo, los problemas se habían hecho cada vez más graves. Mi madre encontró un rastreador GPS en su auto al llegar del spa y habían asesinado a tres distribuidores. Mi padre me quería con él, a su lado, donde pudiera controlarme y vigilarme. Ya me había dejado hacer lo que quisiera, había dejado que haga el vago yendo a la universidad como consuelo por la muerte de Josh, pero era hora de volver a mi realidad. Y quién mejor que me convenza de volver que mi antiguo primer amor.

Su padre de Seth y el mío son de alguna manera, socios. El Sr. Cooper se encarga de mantener a mi padre y sus hombres satisfechos, gracias a las prostitutas que trabajan para él. "Las chicas de Cooper" las hace llamar. Son estupendas según dicen, al punto de haber seducido al hijo de su jefe para que engañe a su ingenua enamorada.

Cuando se lo conté a Dylan omití ciertos detalles, como que la prostituta que me confesó la infidelidad de Seth murió ese mismo día, a manos del sr. Cooper, seguida por las otras dos que a pesar que no abrieron la boca, cometieron el grave error de follárselo. El padre de Seth estaba furioso, le gritó que engañarme había sido la mayor estupidez de su vida y a mí me pidió no decir nada y perdonar a su hijo. Cumplí a medias, terminé con Seth pero mi padre nunca se enteró el verdadero motivo. Él cree que fue porque como siempre, no sabía lo que quería. Por eso se siguen llevando bien, y por eso no pierde ninguna oportunidad para decirme que debo volver con él.

Josh quiso decírselo innumerables veces, pero se lo impedí. Ya me sentía lo suficientemente humillada como para que mi padre me eche la culpa por no darle a Seth lo que quería, al punto de orillarlo a buscar en otros brazos. Martín, mi padre, siempre dice que una mujer debe servir a su esposo, y que si lo haces mal entonces no deberías quejarte si te engañan. Se lo repitió toda la vida a mi madre que termine por asumir que, si se lo contaba, me diría lo mismo.

Después de eso, termine con la autoestima por los suelos. No me sentía suficiente para nadie, no me sentía una mujer que pudiese ser vista con amor y deseo.

Sé que en el fondo ese fue el motivo por el cual trate de tener algo con Steve, porque estaba desesperada en ver si podía gustarle a un chico y, al ver que no le era indiferente a mis coqueteos, me aferre a él. Me creí enamorada otra vez, pero la verdad es que me forzaba a mí misma a verle el lado bueno. Nunca me gustó su manera despectiva de hablar a los demás, no me gustaban sus labios tan delgados que parecían una sola línea, no me gustaba su indecisión. Pero tenía algo que creía yo era suficiente, le gustaba la filosofía.

Siempre traté, erróneamente, de fijarme en chicos que tuviera mis mismos gustos, porque creí que eso evitaría que se aburrieran de mí. Con Seth fue nuestra personalidad, el gusto por las mismas bandas de rock y hasta nuestra forma de vestir era similar. Por otra parte, con Steve nos unía la filosofía, ambos podíamos pasar horas hablando de temas metafísicos y dialécticos.

Pero ahora que lo pienso, ¿de qué me sirvió? Seth me puso los cuernos, sin importarle la música o nuestra forma de hablar. Steve nunca busco al serio, por más que podía hablar conmigo de lo que más le gustaba, yo no le guste lo suficiente.

Mejor lo impredecibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora