Capitulo 1

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Romii golpeaba el volante impaciente, mirando el reloj una y otra vez. Se retiró el pelo oscuro de la cara y miró a su alrededor. Esa tarde no tenía paciencia para lidiar con el atasco del carril VAO; con las exorbitantes cuotas de la escuela privada, cabría esperar que la dirección haga algo para que no sean una pesadilla. Con cierto retraso reconoció la matrícula del reluciente BMW plateado que estaba delante de ella, y pilló a la conductora rubia mirándola por el espejo retrovisor. Clarissa Mathews era la mujer más mandona y pesada que Romii había conocido, y Romii haría una cosa por evitarla, solo que la mujer era la vicepresidenta de la Asociación de Padres y Profesores. Con poco entusiasmo, Romii sonrió a Clarissa y le devolvió el saludo. Para evitar cruzarse con la mirada de esa mujer otra vez y no arriesgarse un verso metida en una venta solidaria absurda, Romii sacó el móvil de su bolso. Dando un sorbo al café de la tarde que había comprado para llevar, echó un vistazo al Boston Globe esperando ver un anuncio de la nueva aplicación que había ayudado a diseñar a través del MIT. Volviendo a la vista a la carretera, maldijo entre dientes. No hay tiempo para estar parada en un atasco. Pasó a la página seis en el móvil mientras aún sentía la mirada de Clarissa, que sin duda estaría pensando en una forma de hacer que Romii fuera voluntaria en algún evento que estuviera organizando. Podría jurar que una Clarissa se le ocurrían esas ideas absurdas en cuanto a la veía a Romii. Romii volvió a su teléfono, y la imagen de un hombre alto, rubio y conocido en la pantalla de su iPhone hizo que se acelerara el corazón. Levantó la mirada justo a tiempo para ver que la distancia entre su coche y el de Clarissa se reducía. «Rápido». 

—¡!! -dijo golpeando el pedal de freno mientras el corazón le latía con fuerza y las ruedas chirriaban con los parachoques un centímetro del BMW—. Maldita sea. —Romii paró el coche y miró de nuevo al teléfono, sin aliento, con la mirada fija en la cara que había tocado, besado y amado casi toda su vida.

Richard Letterman era capaz de hacer que se detuviera el corazón y que sus entrañas se retorcieran de deseo. Daba igual a lo mucho que intentara olvidarse de él, él siempre conseguía abrirse paso en sus pensamientos.

Richard era uno de los empresarios más jóvenes que se había convertido en multimillonario después de que su popularidad se disparara cuatro años antes en la industria tecnológica. Era extremadamente sociable, y una menudo aparecían fotos suyas en las noticias de Internet y en el periódico. Esta vez aparecía entre dos famosas cantantes de país con las manos rodeando sus cinturas desnudas como él sonreía a una de las mujeres. Un Romii se le heló el pecho al leer su lenguaje corporal. Era demasiado cerca de las mujeres y tenía una expresión excesivamente familiar. Sin duda estaba coqueteando con esa mujer cuando sacaron la foto. «Imbécil». No hay ningún lugar en el momento pasado de quererlo a muerte a sentirse molesta por todo lo que era. Un bocinazo por detrás de ella la sacó de su ensimismamiento. El coche de Clarissa, al que casi había golpeado por detrás hacía un momento, se había alejado por el carril. Romii dejó el móvil en el asiento, mirando la cara de Richard una última vez antes de meter la marcha. En cuanto a la detuvo el coche, lo puso en punto muerto y cogió el móvil, gruñéndose a sí misma por su falta de control. Como arrancándose una tirita, pulsó rápidamente en la imagen y fue redirigida al artículo sobre el evento. —Estupendo —murmuró, frustrada, rascándose el frente mientras se le da el corazón hasta las rodillas. Richard Letterman era un hombre de la ciudad. Era la primera vez que volvía a la zona de Boston desde que se había ido a Silicon Valley casi siete años. Al parecer, había comprado una inmobiliaria cerca y recientemente había roto con la novia con el que se había estado dos años. Romii levantó los ojos, fulminando con la mirada al coche que estaba delante de la información. Así que estaba soltero. Y era de nuevo en la ciudad. Ojeó el artículo más, e informaba de que era «al acecho». Ser uno de los solteros más deseados del país, no estar con pareja por mucho tiempo. —Por supuesto que no —murmuró Romii con desdén mientras bloqueaba el teléfono y lo dejaba caer en su bolso. Empezó dar golpecitos en el volante otra vez que se puede borrar la imagen de Richard mirando a la cara a ese cantante de country como si no pudiera esperar para tirársela. Conocía esa expresión. Maldita mar, ella era la primera en verla, teniendo en cuenta que habían perdido la virginidad juntos. Que se desconfie de la por seguir conservando esa expresión para otras mujeres con las que se se acostaba

"Un bebe enesperado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora