Capitulo 10

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Richard subió a su piso y cogió el teléfono. Su cuerpo funcionaba con el piloto automático, en modo de
supervivencia. La cara decepcionada y desconsolada de Romii se le aparecía en la cabeza repetidamente,
incluso cuando se obligaba a llamar a Sylvia.
Su saludo alegre y animado le hizo avergonzarse. Podía imaginarse lo que Romii sentía ahora mismo.
Pero tenía que tomar una decisión, y rápidamente. Eligió al niño que ni siquiera había llegado al mundo
todavía.
Mientras pasaba tiempo con Trevor, Richard había visto cómo podía sentirse siendo padre. Se
arrepentía de haberse perdido todos los valiosos años de la vida de su hijo. Sus primeros pasos, sus primeras
palabras, su primer día de colegio. A Richard le habían robado el derecho a disfrutar de eso. Le habían
robado una parte de la vida de su hijo. Ese hecho era suficiente para convencerlo de seguir su camino.
El bebé que Sylvia llevaba dentro era diferente. Richard tenía la oportunidad de volver a hacer las
cosas. Podía cambiar lo que había ido mal con Romii. Podía estar ahí para el niño. Podía ser un padre para
su segundo hijo desde el primer día.
Richard sacó la maleta del armario y llamó a la empleada doméstica, recordando con retraso que tenía
el día libre. Dejándose caer sobre la cama, se quitó la chaqueta del traje y se desabrochó los botones de las
mangas.
Su respiración se hizo lenta y sus ojos se quedaron mirando su reflejo. La puerta con espejo del
armario estaba entreabierta, de frente a él. Tiró de la corbata lentamente para aflojarla y se sintió como si
hubiera envejecido cinco años en el lapso de unas horas.
El pintalabios de Romii estaba encima de la cómoda. Le había pedido que se lo devolviera hacía
mucho tiempo, pero a él le gustaba tenerlo ahí. Una parte de ella. Se alegraba de no habérselo devuelto.


***
Se dijo a sí mismo que se sentiría mejor después de consultarlo con la almohada, pero la indecisión se
aferraba a su estómago. El interminable sonido del teléfono le obligó espabilarse. Contestó la llamada.
—¿Sí?
—El Sr. Marcus García está aquí para verlo, Sr. Letterman.
—Dígale que suba —dijo automáticamente, y se arrepintió al instante. No estaba de humor para las
bromas veladas de Marcus y sus comentarios sarcásticos. Estaba al borde de un ataque de nervios y no tenía
paciencia para tratar con nadie ahora mismo. Ni siquiera con su mejor amigo.
Los ascensores se abrieron en el salón, y Richard estaba sirviendo dos bebidas cuando Marcus entró
por detrás de él.
—¿Por qué te fuiste corriendo de la fiesta?
Richard se giró para ofrecerle una bebida a Marcus.
Una mirada a la cara de Richard y la sonrisa de Marcus se evaporó.
—¿Qué coño hiciste?
—No me hables en ese tono. Sigo siendo tu jefe, ¿lo recuerdas?
Marcus alzó la mano que tenía libre con sorpresa.
—¿Qué hizo usted, respetable señor? ¿Mejor así? Suéltalo. ¿Qué diablos pasó? Parece que estás
muerto en vida.
—No tengo paciencia para lidiar con tus bromas ahora mismo.
—Juro por la tumba de mi madre que no era una broma. Tienes un aspecto horrible.
Richard rechinó los dientes.
—He roto con Romii.
—¿Qué? ¡¿Por qué?!
—Sylvia está embarazada.
—Dios mío. ¿Qué te pasa para ir por ahí embarazando a mujeres por todas partes?
—No tengo ni puta idea. Y las dos usaban anticonceptivos.
—Entonces deberías considerar que te arreglen. Permanentemente. O tendremos problemas de
población mientras te reproduces. Por no hablar de las pensiones alimenticias...
—¿Puedes intentar hablar en serio por una vez? Esto no tiene gracia.
—¿Quién está de broma?
—Marcus... —Richard se levantó, pero no estaba enfadado con Marcus. Su relajada facilidad para
quitarle hierro a las cosas era graciosa, aunque de forma dolorosa. Y a él le gustaba tener a ese tío cerca. Sin
embargo, hoy era un asunto de vida o muerte para él—. ¿Y si Romii no me deja volver a ver a Trevor?
Marcus puso la bebida a un lado.
—¿Cómo te sentirías si no te dejara volver a ver a Trevor?
Richard tragó y miró a su amigo a los ojos.
—Estaría destrozado.
—Puedes luchar por las visitas.
—No puedo hacerle eso a Romii —dijo él, derrotado—. ¿Por qué tengo que elegir a uno sobre el otro?
—No tenías que hacerlo. Pero parece que ya lo has hecho.
Richard tenía la respiración agitada.
—Marcus, si me quedo con Sylvia, Romii no me aceptaría.
—¿Con quién quieres estar?
—¡Romii! —gritó él rápidamente.
—¿Estás seguro?
—Estoy completamente seguro. He querido estar con ella desde que tengo memoria. Trevor solo ha
hecho más atractiva la situación. No era la principal razón por la que quería estar con ella. Ni siquiera sabía
que existía hasta después de empezar a acostarnos otra vez.
—¿Y Sylvia?
—No me importa. Pero no puedo abandonar a otro hijo. Ya me he perdido la mayor parte de la infancia
de Trevor, no puedo hacerle eso a otro niño.
Marcus se sentó en el sofá a unos metros de Richard.
—¿Qué quieres hacer? ¿Elegir a Romii o al niño que ni siquiera está aquí todavía? ¿No puedes ayudar
a Sylvia sin estar con ella?
—¿Me dejaría ver al niño?
—Podrías conseguir visitas en un juicio. Estoy seguro de que le puedes hacer eso a Sylvia.
Richard apretó los ojos.
—¿Qué coño he hecho?
—Por eso sigo pegando mi culo al tuyo. Porque, en cuanto algo se complica, vas y dices algo estúpido
lo destrozas todo. Y después te arrepientes. Pero para entonces ya no sirve. ¿Te acuerdas del ultimátum que le
diste a Romii?
Richard giró la cabeza hacia Marcus.
—Esa estratagema te costó seis años de la infancia de tu hijo, y te hizo perder a Romii. Tú la quieres.
No vayas haciendo esas afirmaciones ridículas cuando sabes que no puedes vivir sin ella.
Richard estaba sentado en silencio, pero entonces agitó la cabeza.
—No, no puedo volver. —Sacó ropa del armario y la lanzó en una pila desordenada en la maleta.
—¿Estás teniendo un episodio psicótico? ¿Qué haces?
—Me voy de este maldito lugar. Desde que vine aquí —ahora gritaba, furioso, mientras el corazón le
golpeaba y la cabeza estaba a punto de explotarle— todo se ha ido al diablo. Con la app, con Romii y con mi
vida. No he dormido bien ni una noche desde que he vuelto a Boston.
—Richard...
—Vete —susurró Richard. Quería estar solo—. Me voy. Y tú tienes que irte de aquí. Ahora.
—Vaya. —Marcus se levantó—. Debería decirte que no estoy ofendido, pero sin duda tengo ganas de
darte un puñetazo en la cara ahora mismo.
—Vete de aquí, Marcus. —Richard cerró la maleta y miró el reloj.
***
Él estaba en el coche diez minutos después, y la cabeza le daba vueltas. ¿Debía llamar a Romii?
¿Debía llamar a Sylvia y pedirle que se fuera con él? ¿Debía llamar? ¿Debía no hacerlo? ¿Podía pedir hablar
con Trevor antes de irse?
Golpeó la cabeza contra el respaldo del asiento e inhaló bruscamente. Estaba perdiendo la cabeza.
Solo quería estar fuera de Boston. Entonces sería capaz de pensar. Lejos de Romii. Lejos de Trevor. Lejos de
Sylvia.
En el aeropuerto, se dirigió a zancadas hacia las puertas de embarque


El alivio inicial de Romii por que Trevor estuviera en casa de su madre fue breve. En cuanto había
dejado de llorar, se había desnudado y acurrucado en el salón, la abrumadora desesperanza se hizo
insoportable. Siguió despertándose, y, cuando no podía más, se puso unos vaqueros y una sudadera y condujo
hasta la casa de su madre.
Su madre, viendo la cara desgarrada de Romii y el maquillaje de los ojos corrido, intentó convencerla
de que pasara ahí la noche. Ella quería estar a solas con su hijo, así que lo metió en el coche y se fue a casa.
Con ganas de tenerlo cerca, lo metió en su propia cama y se acurrucó a su lado. Era exactamente igual
que Richard mientras dormía. A lo largo de los años, había pasado muchas noches contemplando su cara
mientras dormía.
Intentó parar pero fracasó por completo. Era demasiado tentador.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al darse cuenta de la triste realidad de su corazón. Richard Letterman
era el único hombre que podía pisotearla una y otra vez y ella todavía lo amaría.
Romii nunca había tenido problemas para bloquear a hombres de su vida. Una palabra inapropiada, un
movimiento equivocado y eliminaba al hombre de su vida. Pero Richard tenía un pase especial. Ella odiaba
ser tan blanda. Pero la gente hablaba de amor en términos muy informales. Parecía que la gente a su alrededor
se enamoraba de alguien nuevo cada semana.
Ella era una de las pocas personas que estaba condenada a encontrar su verdadero amor. Richard era
su alma gemela. Estaba enganchada a él. Nada que él hiciera podía sacarla del camino de ese amor obsesivo.
De muchas maneras, se alegraba de haberse quedado embarazada cuando sucedió. Al menos tenía una
parte de Richard a la que amar y tener cerca. Porque, no importaba lo que pasara, se prometió no volver a
perdonar a Richard por su traición.

"Un bebe enesperado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora