Capitulo 7

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Los lunes siempre habían sido días estresantes para Richard. Este lunes no era diferente. Aunque Romii
iba por buen camino arreglando los problemas de diseño de la app a tiempo, el departamento de marketing
tenía dificultades con algunos aspectos del proyecto. Así que Richard organizó una reunión y tomó la
indeseada decisión de posponer el lanzamiento de la app. Como Romii había dicho, era mejor una app
perfecta que saliera tarde a una app con problemas que saliera a tiempo.
La vió hablando con Marcus y no sintió esos celos persistentes. Conocía el secreto de Romii. Había
estado loca por él desde que lo vio, igual que él lo había estado por ella. Lo había deseado tanto como él.
Ambos habían pasado todas las noches juntos desde la gala. Cuatro noches despiertos y jadeando, con
las extremidades enredadas mientras intentaban, en silencio, recuperar los años perdidos.
Romii le pilló mirándola y sonrió. Richard apretó la mandíbula y le explotó el corazón de la agitación.
«No voy a dejarte ir», susurró en su corazón, y ella sonrió más ampliamente como si pudiera leerle la mente.
Él reprimió las ganas de ir hacia ella y tomarla en sus brazos, apretar su pequeño cuerpo contra el suyo,
absorberla para no tener que separarse de ella otra vez.
Estaba drogado. Estaba completamente enganchado a ella. ¿Qué le había pasado cuando la dejó
marchar tan fácilmente años atrás? Básicamente, dejó que rompiera con él y no hizo nada por evitarlo. No
había luchado por ella.
Y ahora iba a hacerlo. Le guiñó un ojo discretamente y ella sonrió mientras Marcus daba un sorbo a su
café y fingía no estar viendo esa muestra pública de cariño inapropiado entre jefe y empleada.
Una hora más tarde, Richard llamó a Romii para tener una reunión con su jefe de marketing para hablar
sobre algunos aspectos y, poco después, le llamaron para tener una videoconferencia desde su oficina de
Nueva York.
—Lo siento, me vais a tener que disculpar —les dijo a todos—. Tengo que contestar.
—¿Te parece bien que vayamos a comer algo mientras contestas esa llamada? —preguntó Romii en
tono completamente profesional.
Le encantaba eso de ella, su capacidad de separar su vida profesional de sus sentimientos. Le hubiera
gustado ser igual de hábil.
—Claro, tomaos vuestro tiempo. Va a llevar un rato.
Ella se giró hacia la puerta cuando él estaba preparándose para aceptar la llamada.
—¿Quieres que te traiga algo?
—No, estoy bien. Tengo que terminar con esto.
—Claro. —Ella sonrió y él se sentó con el cursor sobre el botón de aceptar la llamada, dejando que la
calidez y la posesividad de su mirada lo inundaran.
Él se moría por terminar con el lanzamiento de la app. Nunca se había irritado con ninguna de sus apps.
Siempre eran sus bebés, sus responsabilidades especiales, pero esta estaba molestando. Quería llevar a
Romii de vacaciones a algún lugar lejano y hacerle creer que ella tampoco podía vivir sin él.
Quince minutos después, él estaba en medio de un detallado monólogo describiendo el software que
habían desarrollado para el gobierno de Omán cuando un teléfono sonó estridentemente en su oficina.
Sin detener su discurso, miró alrededor y halló al culpable: el iPhone negro de Romii. Lo cogió de la
mesa y quitó el volumen mientras miraba la pantalla. Trevor era el nombre que aparecía. Richard dejó el
teléfono y continuó con la reunión.
Fuera quien fuera Trevor, estaba muy impaciente por hablar con Romii. Richard rechazó la llamada tres
veces hasta que tuvo que hacer una pausa en la reunión.
—Perdón. Necesito un momento.
Tenía que coger esa llamada. Fuera quien fuera, sería un hombre increíblemente impaciente que quería
hablar con Romii o alguien que llamaba por una emergencia. En cualquiera de los casos, tenía que contestar
la llamada por su propia cordura.
—¿Hola?
—¿Puedo hablar con la Srta. Scarsdale, por favor?
—Ha salido a comer. ¿Quiere dejar algún mensaje? —dijo con impaciencia. Se alegraba de que este
Trevor no fuera un hombre que llamaba a su chica; sonaba como una mujer de mediana edad.
—Sí, por favor. Dígale que Trevor se encuentra mal desde esta mañana y está angustiado preguntando
por su madre. Tiene que venir a recogerlo lo antes posible.
Richard estaba pasándose distraídamente el pisapapeles entre los dedos y se quedó inmóvil.
Era un error. Seguramente la persona que llamaba tenía el número equivocado.
—¿Está ahí? —preguntó la mujer.
—Sí, sí. —Se aclaró la garganta—. ¿Llama a la señorita Romii Scarsdale?
—Sí. Su hijo Trevor es un alumno de nuestra escuela. Agradeceríamos que le diera el mensaje cuanto
antes.
Richard finalizó la llamada y miró con furia el pisapapeles que tenía en la otra mano. Tras pasar una
eternidad atrapado en un torbellino, alzó la mirada hacia la pantalla de la videoconferencia.
—Lo siento, había olvidado que estabas ahí. ¿Podemos hablar mañana? Ha surgido algo. —No esperó
a recibir una respuesta, apagó la pantalla del portátil y miró con furia el teléfono de Romii.
Le pasaban mil cosas por la cabeza. Ya nada tenía sentido. Era ridículo intentar buscarle sentido a la
llamada.
Miró hacia la pared de cristal que separaba su oficina del resto. Romii tardaría en volver al menos
media hora más.
«Su» hijo, «Trevor», repitió las palabras de la mujer en su cabeza. «El hijo de Romii. Trevor. Tiene un
hijo. ¿Y tiene también un marido que acompaña al hijo?»
Se pasó los dedos por el pelo. Tenía entendido que Romii no estaba casada. A lo mejor tenía pareja. A
lo mejor estaba divorciada. Pero era una madre soltera. ¿Es por eso por lo que intentaba alejarse de él
cuando era obvio que lo deseaba? ¿Había convencido a una mujer casada de engañar a su marido?
Había estado fuera de todos los aspectos de su vida durante mucho tiempo.
«Pero lo habría mencionado». La importancia de la situación lo golpeó. Romii tenía un hijo. Y su hijo
se sentía mal, y Romii tenía que ir a buscarlo lo antes posible.
Se levantó con prisa de su asiento con el móvil de Romii en el bolsillo y salió corriendo de la oficina.
—¡Pídele al chófer que venga a la entrada! —le soltó a Marcus al pasar, y pulsó el botón del ascensor.
El ascensor estaba en el sótano y subía a paso de caracol. Richard rechinó los dientes, giró a la
izquierda y bajó corriendo los cuatro tramos de escaleras hasta la calle.
Vio al chófer abriendo la puerta de atrás del todoterreno para él, pero el pánico que recorría sus huesos
estaba desenfrenado. No podía concentrarse. Las bocinas de los coches retumbaron a su alrededor cuando
cruzó la carretera imprudentemente. Tenía que hablar con Romii y llevarla a la escuela de su hijo.
Se abrió paso en la cafetería y la vio. Ella le sonrió antes de detenerse ante la severidad de su
expresión.
—¿Qué...?
—Vámonos, Romii. Es una emergencia.
Los ojos de Romii buscaban una respuesta en su cara.
—¿Va todo bien? —Ella cogió el bolso de la mesa y se levantó al tiempo que él la cogía del brazo e
ignoraba las preguntas del resto de su equipo.
Condujo a Romii fuera de ese lugar y la guio hasta la puerta trasera abierta del todoterreno.
—Sube.
Romii subió, pero, en cuanto se cerró la puerta y él se sentó a su lado, ella le cogió del brazo.
—¿Qué pasa? ¿Va todo bien? ¿Te encuentras bien?
Richard se giró hacia ella y tragó. No estaba seguro de si debía estar enfadado por ese secreto sobre su
hijo o destrozado porque podía tener pareja. No le molestaba que probablemente estuviera engañando a otro
hombre para estar con él. De alguna manera enferma y retorcida, podía razonarlo. Era suya desde siempre.
Se sacó el censurable iPhone de la chaqueta y se lo pasó a ella, aclarándose la garganta para intentar
reunir valor.
—Tu móvil no dejaba de sonar, así que respondí la llamada.
Confundida por su tono de voz y por la forma en que evitaba cruzarse con su mirada, Romii lo miró y
desbloqueó el móvil para ver el historial de llamadas. Se le paró el corazón y lo miró rápidamente.
Él estaba esperando a que ella se lo imaginara. La expresión que tenía ella le decía que no se había
equivocado.
—¿Por qué no me lo has contado?
A Romii se le contrajo el pecho en una angustiante mezcla de pavor y dolor. Se había imaginado a
Richard diciendo esas palabras millones de veces, incluso había soñado con ese momento, pero nunca había
sido así. Sin embargo, se temía que Richard solo conocía una parte de la historia.
—¿Qué querían? ¿Era la escuela?
—Han dicho que... Trevor, ¿no? —Ella asintió lentamente—. Sí, está enfermo y pregunta por ti.
—Vale... —Romii miró embobada al teléfono, el corazón se le salía del pecho, listo para explotar. El
silencio se alargó.
—¿Por qué no me lo habías contado?
Romii respiró hondo para calmar sus nervios.
—¿Que tengo un hijo?
—Sí. Que tienes un hijo.
Él hablaba con suavidad; era imposible que conociera el secreto de verdad. Pero, cuando se distrajo
para dar instrucciones al chófer, Romii supo que estaba atada a una bomba de relojería. Iba a suceder. El
cataclismo que la había intimidado durante seis años por fin estaba ocurriendo, y todavía no estaba preparada
para ello.

"Un bebe enesperado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora