Capitulo 6

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Romii se miró la cara en el espejo del ascensor. Las ojeras debajo de los ojos eran muestra de la noche
que había pasado sin dormir, dando vueltas y vueltas, reviviendo recuerdos de su vida con Richard. Estaba
decidida a llevarse bien con él y no volver a actuar con el estúpido impulso de discutir sobre el pasado.
Su cara fue la primera que ella vio al llegar a la oficina, e intentó actuar con indiferencia.
—Buenos días, Richard. ¿Qué tal? —Sonó vacío e incómodo, pero, con suerte, Richard no era capaz
de ver la tormenta de sentimientos que surgía dentro de ella al verlo.
—Genial, gracias.
Ella sonrió educadamente y fue hacia su oficina. «No ha ido del todo mal...»
Romii pensaba trabajar completamente aislada, en su oficina, de ahora en adelante. Si así conseguía
evitar toparse con el atractivo demonio que estaba causando estragos en su tranquila vida, estaba lista para
asumir el desafío.
Con el rabillo del ojo, Richard la vio cerrar la puerta de la oficina. Unos segundos después cerró las
persianas, bloqueando completamente la vista a Richard. Él no sabía qué pensar, pero sabía que pasaba algo.
Ella odiaba trabajar aislada, eso lo sabía, pero él odiaba aún más estar aislado de ella. Solo habían pasado
unos minutos y ya se moría por ir allí y hablar con ella otra vez. De cualquier cosa, del tiempo, de su vida, de
su día, con tal de verla en ese impresionante vestido verde plisado que abrazaba sus curvas.
Sin embargo, se puso a trabajar intentando olvidar lo irreal que parecía ella el día anterior con ese
vestido rojo ondeando a su alrededor. Parecía una glamurosa estrella de cine más que un genio del diseño de
software y, después de un rato, dejó de intentar reprimir sus pensamientos. Solo podía pensar en tomar su
cuerpo en la mesa de su oficina.
Para la hora del almuerzo ya no podía contener las ganas. Richard fue directo a la oficina de ella sin
llamar a la puerta y esperó a que lo viera. Romii estaba absorta en el trabajo y tardó varios segundos en darse
cuenta de que estaba ahí. Cuando lo hizo, se sobresaltó.
—No te había visto.
—Siento molestarte. ¿Qué tal te va?
—Por ahora, bien. He solucionado el problema de la interfaz, y acabo de pedir a Marcus que concierte
una reunión con dos de los bancos con los que vamos a trabajar para los pagos.
Richard asintió con tranquilidad.
—Estupendo. ¿Necesitas ayuda con algo?
—Bueno, si vas conmigo a la reunión estaría genial. Eres el que más sabe sobre la app y el que tiene
relación con los bancos.
—Claro. Sin problema. —Richard no le dijo que él no se había reunido con los representantes de los
bancos directamente, pero sería idiota si dejara pasar la oportunidad de pasar un rato con ella.
Envalentonado, continuó—: ¿Quieres comer conmigo?
Romii se quedó helada.
—Yo... no estoy segura de que vaya a tener tiempo.
—Oh, venga. Tienes que comer. Y debería decirte de antemano que estaríamos solo tú y yo. Y no, no
sería una cita —bromeó.
Romii se rio y se relajó un poco. Habían pasado años desde la última vez que comió con él y quería
darse el gusto, aunque fuera una idea terrible.
Ella cerró el portátil y cogió el bolso.
—Entonces pago yo.
Pasaron juntos por el recibidor y cruzaron la calle para ir a la misma cafetería que el día anterior, pero
esta vez el tono era muy diferente. Claro, seguía siendo un poco incómodo, pero ella ya estaba haciendo una
lista de temas en su cabeza de los que sería adecuado hablar. Nada que diera pie a antiguos recuerdos.
Hablaron de trabajo y, cuando Richard le preguntó por su madre, Romii se tensó y contestó
rápidamente, volviendo a hablar de trabajo. No quería cometer un error y no quería que él hablara sobre su
vida personal. Si eso ocurría, solo era cuestión de tiempo que cayera en sus brazos de nuevo. Después de
pasar años intentando olvidarse de él, no estaba dispuesta a echar por la borda el duro trabajo y caer en su
trampa de nuevo.
Richard, mientras tanto, no podía despegar los ojos de ella, aunque intentaba ser discreto con esa
mirada desesperada. Se dio cuenta de las ojeras debajo de sus ojos que no estaban ahí antes, pero se negó a
asumir que se debieran a él.
Había pasado la noche pensando en una forma de convencerla para que saliera con él otra vez.
Intentó convencerse de no hacerlo toda la noche, pero ahora, con ella sentada enfrente, con sus pechos
envueltos ligeramente en ese encantador vestido, no podía recordar por qué se molestaba en intentarlo.
Quería con todo su ser asumir el riesgo, luchar, seducirla, lo que fuera para que ella lo viera como lo hacía
antes.
Richard quería a Romii de vuelta.
Justo cuando iba a soltar una proposición torpe, algo lo golpeó por dentro. Romii iba a trabajar para él
durante tres semanas. En cuanto el tiempo se acabara, él iría a su casa. La seduciría, la besaría, haría
cualquier cosa para que ella supiera cómo se sentía.
Era perfecto. Así no discutirían en la oficina y tendría más posibilidades de hacerla suya de nuevo.
Satisfecho con el plan, se metió de lleno en la conversación, que era diferente a las falsas
conversaciones que habían tenido hasta ese momento. Él bromeó, contó historias sobre la época en la que
creó la empresa, y Romii estaba enfrascada en la conversación. Sin duda estaba desesperada por conocer los
detalles de su vida tras su ruptura. Y, aunque mantuvo la compostura e intentaba parecer relajada, él podía ver
el hambre en sus ojos. Estaba desesperada por conocer todos los detalles de su vida en California.
Y él estaba dispuesto a contarle esos detalles.
***
Durante los siguientes tres días, Richard apareció religiosamente en la oficina de Romii y la sacaba a
comer, hasta que finalmente surgió una relación amistosa. Él ya no tenía la tentación de pedirle salir porque
sabía que lo haría una vez finalizara el contrato. Hasta entonces, le recordaría sutilmente lo bien que estaban
juntos, como un equipo. Incluso quizá ella querría trabajar para él de manera permanente. Era la mejor de la
industria y, después de todo, podría llevar fácilmente a EagleTech al siguiente nivel de éxito.
Pero, al final de la semana, todo empezó a venirse abajo. Encontró a Romii en la pequeña cafetería de
la oficina charlando con Marcus. Habría estado bien si no fuera porque Richard conocía a Marcus. Marcus
era un viejo amigo que Richard había conocido cuando estaba empezando en el negocio. Richard conocía su
lenguaje corporal, su sonrisa, la forma de inclinarse demasiado hacia Romii cuando hablaba, todo
evidenciaba una sola cosa.
Marcus quería a Romii.
Furioso más allá del pensamiento racional, Richard encontró a Marcus en su oficina una hora más
tarde, cerró la puerta y bajó las persianas.
—¿Estás bien? —preguntó Marcus lentamente, viendo la frialdad en la expresión de Richard. Pero
Richard no respondió. Se tomó su tiempo para bajar las persianas y rodeó el escritorio hasta donde Marcus
estaba sentado.
—¿He visto que has encontrado un nuevo interés en la oficina?
Marcus levantó las cejas con desdén y Richard se dio cuenta con desprecio por primera vez de que el
genio mexicano de tez morena no era feo. Sus celos se dispararon y apretó la mandíbula.
—¿Te refieres a Romii? —dijo Marcus con expresión burlona. Richard levantó una ceja, desafiándole
a seguir hablando—. Es magnífica, y es inteligente, y sin duda está buena.
Richard dio un manotazo con el dorso de la mano a un montón de archivos bien apilados a un lado de
su mesa. Los papeles salieron volando en todas las direcciones.
Marcus miró a Richard boquiabierto.
—¿Has perdido la cabeza? ¿Qué te pasa?
Richard echaba humo y se acercó.
—Si vuelves a mirar en su dirección otra vez y veo esa asquerosa expresión de lujuria en tu cara, juro
por Dios que eres hombre muerto.
Marcus se quedó parado, frunció el ceño y se rio a carcajadas.
—Richard, por el amor de Dios, ¿quieres dejar de salir con mujeres del trabajo? Eso nunca te
funciona. Acuérdate de lo fantástico que fue con Sylvia —dijo con sarcasmo.
—No estoy saliendo con Romii —dijo Richard entre dientes, preguntándose si era seguro contar más.
No le gustaba hablar con nadie sobre Romii. Por eso, aunque Marcus era el único verdadero amigo que tenía
Richard, no sabía nada sobre Romii.
—Entonces, ¿quieres salir con ella y quieres que me retire?
Richard se burló.
—¿No me has oído? Que no te vuelva a ver mirándola así otra vez.
—¿Por qué?
—Porque... —Richard siseó y cerró los ojos derrotado—. Es zona restringida, tío. Simplemente no lo
hagas.
Pero Marcus estaba disfrutando del juego.
—Pero, ¿por qué? ¿No has aprendido la lección con el desastre de Sylvia? No es buena idea mezclar
negocios y placer.
Richard miró a Marcus con dureza y Marcus se detuvo un momento, sintiendo la tensión en el aire.
—Romii no es una diseñadora cualquiera que ha llegado a nuestra oficina porque todo el mundo en el
negocio la recomienda —comenzó Richard—. Crecí con Romii. La conozco desde el parvulario. Vivíamos
puerta con puerta. Sé el tipo de tío que eres y puedes jugar con cualquiera, pero no con ella. —Señaló al
vestíbulo que había fuera de la oficina.
—¿O sea que ahora juegas a ser el hermano mayor? ¿Proteges su honor?
Richard gruñó frotándose las sienes, queriendo contárselo a Marcus pero evitando hacerlo. «Qué
diablos».
—Es mía.
La diversión de Marcus desapareció.
—¿Estás enamorado de ella?
—Desde que tenía cinco putos años —espetó Richard—. Simplemente apártate.
Marcus tenía aspecto de haber visto un fantasma. Nunca había oído a Richard decir «amor» en los ocho
años que habían sido amigos, y estaba impresionado.
—¿Saliste con ella?
Richard tragó. No era fácil hablar de ello, aunque Marcus estaba siendo delicado sobre el tema, y no
solía serlo.
—Sí. Hasta que me fui a California estuvimos juntos. No te voy a dar más detalles. Solo tienes que
saber que Romii no está en el mercado. Aunque yo no esté cerca o aunque no volvamos juntos o incluso
aunque esté muerto... —Hizo una pausa para mirar a su amigo—. No puede ser tuya.
Marcus asintió.
—Entendido, tío.
Richard cerró la puerta tras él con un portazo.

"Un bebe enesperado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora