Había una vez cuatro chicos...

16 2 5
                                    

De saber que todo se arruinaría hoy, una tarde de abril igual a las anteriores, no habría salido de mi casa.

Me encuentro sentado debajo de un árbol del parque, mi amigo Charlie y yo hablamos de cualquier cosa mientras vemos a nuestros amigos Félix y Ash jugar fútbol con unos chicos de secundaria.

Al ser temporada de lluvias, el pasto se encuentra mojado, pero esto es un alivio del infernal calor que nos viene siguiendo desde que salimos de la escuela. Charlie y yo comentamos sobre lo que haremos para festejar el fin de curso, después de todo se trata de nuestro último año de preparatoria.

—Tenemos que pensar algo para tenerlos contentos. —le indico haciendo un gesto hacia nuestros amigos— Algo lo suficientemente bueno que no involucre dañar propiedad pública.

—¿Crees qué se atreverían a hacer algo así?

—¿Después de ver los grafitis en los casilleros que hicieron los chicos de cuarto? Tenlo por seguro.  Félix quemaría la biblioteca si tuviera la oportunidad.

Aunque vandalizar la escuela no suele estar en la lista de prioridades de ese par, al ser el último año claramente querrán dejar marca de que estuvieron ahí.

Charlie se pasa una mano por su cabello rubio y suspira.

—Bueno, aún tenemos un par de meses para planearlo.

—Si, confiemos en que ellos no se nos adelanten. —cedo.

Entonces vemos que los chicos de secundaria son llamados por alguien. Se despiden y se dispersan rápidamente. Nuestros amigos se acercan sonrientes y empapados de sudor. Félix se tumba de espaldas a mi lado. Su cabello pelirrojo está tieso y desordenado, cierra los ojos y se quita los zapatos de dos patadas. Uno aterriza cerca de Charlie, quien se lo avienta de regreso.

—Te apestan los pies.

Él solo se ríe mientras Ash hace dominadas con su balón. Se ve tan contento después de esa partida, como siempre que juega. Es gran fanático del fútbol, no se cansa de hablar de eso. Lo practica desde que es muy pequeño y nos ha arrastrado a los tres a varios partidos a lo largo de los años. Usualmente le solemos dar por su lado cuando comienza a hablar del tema, especialmente Félix, quien se apunta a sus partidos espontáneos para liberar su energía contenida.

—Esos chicos no estaban nada mal —comenta el moreno sin dejar de jugar con el balón— Aunque me sentí viejo en comparación.

—Es porque estás viejo —le dice el pelirrojo antes de palmear mi pierna— Tú y Rémy lo están.

Se la aparto de un manotazo. Su brazo cubierto de las pecas que se esparcen por todo su cuerpo aterriza con desgana junto su cabeza de manera más dramática de lo que ameritaba.

—Uy, discúlpanos  pequeña alma influenciable. Pobre niño inocente. —le reclama Ash con un gesto dramático y usando su tono irritante— Rems, ya es hora de que los niños se vayan a la cama ¿No crees?

Pongo los ojos en blanco pero no puedo evitar reírme. Charlie nos pide que no lo metamos en esto. Félix se sienta, preparando el veneno que acumula en esa ávida lengua contra el pelinegro.

—Lo lamento abuelo, no te entiendo, creo que que se te cayó tu dentadura. Y... ¡Vaya, puedes caminar bien! ¿Cómo sigues de la cadera?

Ahora Charlie y yo nos reímos apreciando el show. Ash murmura algo que suena a "Que idiota".

—¡Repite eso Bambi! —salta el pecoso haciendo que el rubio y yo nos partamos de la risa.

—¡Que no me llames así! —le grita de regreso el moreno. Al ver sus orejas rojas de rabia nuestras risas aumentan.

Es un chiste local entre nosotros. El nombre completo de nuestro amigo es Asher, pero el prefiere el diminutivo pues, según nos contó cuando nos conocimos, le recuerda mucho a "Dasher" uno de los renos de Santa Claus. Recuerdo como nos reímos a carcajadas entonces y lo seguimos haciendo ahora ante lo ridícula que es su idea. Desde entonces, aprovechamos cada oportunidad que tenemos para molestarlo. A lo largo de los siete años que nos conocemos, su odio hacia los venados no ha hecho más que aumentar.

Ash levanta uno de los zapatos de Félix y se lo lanza. Me toma un rato calmarme, pero en cuanto lo hago les hablo a los otros dos que siguen botados de la risa para que se callen. Asher al ver esto bufa y se sienta junto a Charlie, lejos de Félix.

—Bueno, ¿A donde iremos hoy? —pregunta el pelirrojo poniéndose los zapatos que le lanzaron.

—¿De qué hablas? —le pregunta Charlie.

—Venga hombre ¡Es viernes! ¿Piensan quedarse aquí todo el día? Escuche que las chicas irán al antro esta noche.

—No tienes edad —le recuerdo.

—Pero tú y Ash si —canturrea.

Los mencionados lo observamos con una ceja alzada ¿Y qué le hace creer que lo ayudaremos a entrar?

—Violeta irá también —suelta de repente.

Oh. Buena estrategia.

La expresión de Ash cambia por completo y se que terminaremos asistiendo. Si hay algo que nuestro amigo ame más que al fútbol, es esta chica, Violeta Schulz. Pero al parecer no soy el único que no muere de ganas de ir. El rubio se aclara la garganta antes de hablar en tono serio.

—Creí que acordamos no hablar sobre... —hace un gesto incomprensible con sus manos antes de señalarme con la cabeza— chicas.

Los otros dos chicos igual borran sus sonrisas y me miran, comprendiendo a lo que Charlie se refiere. Me apresuro a negar con la cabeza.

—No, no, chicos. Ya hemos hablado de esto. Es mi decisión no tener vida amorosa.

—Pero... en teoría si puedes ¿No? —Félix habla voz suave, tanteando el terreno— Es decir... tomas tus medicinas y estas saludable.

Me encojo un poco en mi lugar. No me gusta hablar de este tema.

—Si, pero... —frunzo el ceño y agito la mano descartando la idea— Mejor no arriesgarse.

Un silencio tenso flota en el aire. Los tres saben que prefiero no hablar de mi condición. Niego nuevamente con la cabeza y les sonrío.

—Pero no viene al caso. Mejor vámonos de una vez ¿O piensan ir en uniforme? —zanjo el tema levantándome.

—Cierto. Vengan a mi casa, nos cambiamos allá. —ofrece Ash.

Y sin decir nada más, nos marchamos a la casa de nuestro amigo.

HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora