Cuando intento abrir los ojos me cuesta tanto trabajo que mi primer pensamiento es que estoy muerto.
Poco a poco regreso a mis sentidos, cosa que solo fortalece mi teoría al sentirlos sedados.
«Eso es todo» pienso cuando una luz blanca innecesariamente brillante me pega en los ojos en cuanto los abro «Estoy muerto»
Suelto un quejido. ¿Por qué estar muerto duele tanto? Siento mi cuerpo pesado e intento incorporarme.
—Ya despertó. —escucho a alguien susurrar antes de que se dirija claramente a mí— Hey, quieto amigo o vas a abrirte las puntadas.
—¿Hmm? —es el único sonido que logro hacer.
Entonces entra en mi campo de visión un hombre que no distingo muy bien, pero a juzgar por su voz grave y ronca pero simpática y las canas en su cabello y barba sé que ha de ser una persona mayor.
El hombre me ayuda a sentarme en la camilla en la que me encuentro. Entonces todo hace sentido. No estoy muerto, esto es un hospital y él es un doctor.
Miro a mi alrededor y reparo en otras dos personas que me miran preocupadas desde una esquina de la habitación.
—¿Mamá? ¿Papá? —pregunto notando mi voz seca.
Ellos se acercan y empiezan a decirme algo que debido a la anestesia no logro distinguir. Mi madre llora, y acaricia mi cabello castaño tan similar al suyo. Mi padre me sonríe, pero esos ojos miel que compartimos reflejan angustia y una profunda tristeza. Cuando los dedos de mi madre trazan una linea desde debajo de mi ojo izquierdo, cruzando por el puente de mi nariz hasta mi mejilla derecha recuerdo algo.
—¿Y los chicos? ¿Cómo están? —balbuceo— ¿Contagié a alguien?
Los tres intercambian miradas, haciéndome temer lo peor. El doctor me sonríe y me habla de manera tranquila.
—Primero que nada cálmate Rémy, tuvimos que removerte piezas de metal de tu torso para arriba, muchas estaban enterradas muy profundo, así que te van a quedar varias cicatrices.
—¿Y qué hay de mi sangre? —pregunto angustiado— Nadie se infectó ¿Cierto?
El hombre jala una silla y se sienta junto a la camilla.
—Dime algo Rémy ¿Desde hace cuanto tienes VIH?
A pesar de sus buenas intenciones, no puedo evitar sentir como si me hubieran dado una bofetada. Como detesto hablar de esto. En cuanto la gente se entera automáticamente me descartan como otro chico con problemas. Aprieto la sábana con mis puños antes de contestar.
—Desde que tengo cuatro, casi cinco años. Fue cosa de una aguja infectada en un mal centro de salud —murmuro. No se porque me hace decirle esto, seguro que mis padres ya lo hicieron. Vuelvo a preguntar— ¿Alguien se infectó?
Él me analiza un momento antes de volver a hablar con voz amable.
—No, tranquilo, ninguna herida entró en contacto con las tuyas.
Asiento aliviado e intento cambiar el tema.
—¿Y mis amigos?
Mi padre me toma la mano. Su mirada no deja de irradiar esa profunda lástima.
—Rémy, primero que nada queremos aclararte que no fue culpa de ninguno de ustedes. Estaban conduciendo bien cuando un coche sin faros se estrelló contra su costado, volcando el auto. La policía que lo venía persiguiendo atestiguó por ustedes, por eso la ayuda llegó tan rápido. —hace una pausa antes de continuar— Los tres sufrieron heridas bastante graves. Charlie y Félix están internados en este mismo hospital.
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Heridas
Short StoryLas cicatrices pueden ir más allá de la piel, enterrarse dentro de tu ser y marcarte de por vida. Yo tenía tres amigos pero a veces no todo sale como uno lo planea. Quiero contarte sobre la noche en la que dejamos de ser cuatro, donde todo se arrui...