Asher

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Entonces aquí estamos. Logramos pasar mostrando la identificación de Ash y la mía. Afortunadamente Félix y Charlie son altos, pueden aparentar fácilmente dieciocho años en lugar de diecisiete. 

No me encantan los antros. Soy de esas personas que no se sienten cómodas en un lugar oscuro con un montón de gente gritando. El sitio está a reventar al ser noche de viernes y la música suena tan alto que se me hace inteligible, deja de ser sonido siquiera para volverse pulsaciones en mis oídos. 

Entonces Ash y Félix se separan, uno buscando a la chica de ojos grises y otro con intenciones de divertirse. Charlie y yo intercambiamos miradas de manera rápida antes de seguirlos con tal de evitar que hagan una tontería. 

Ahora, déjenme decirles que seguir a Félix Azevedo a oscuras, en una multitud, no es tarea fácil sin importar cuan llamativo físicamente sea mi amigo. Su cabello pelirrojo no sirve de distintivo cuando las luces de colores danzan y parpadean sobre nuestras cabezas. Grito su nombre para que baje la velocidad y me espere, pero es inútil ya que ni yo mismo me escucho. Le sigo la corriente por un rato, persiguiéndolo como si fuera el padre de un niño en una juguetería, pero después me harto y dejo que se pierda. 

«Total» pienso para mí «ya lo encontraré bailando en medio de una multitud más tarde» 

Decido que no he venido de niñera mientras me acerco a la barra, pido una cerveza a la vez que siento una mano en mi hombro. Al voltearme me encuentro con una chica de piel oscura de sonrientes labios grandes. Su cabello negro rizado le llega a los hombros acomodándose perfectamente. Viene vestida con un top blanco y unos pantalones de mezclilla deslavados. Sus ojos marrones me observan con ese brillo de inteligencia y diversión.

—¡Hola Rems! —me saluda acercándose a mi oído para que la escuche— ¿Viniste con los chicos? 

La saludo con la mano y asiento con la cabeza. Ella se sienta a mi lado y pide algo que no alcanzo a escuchar. 

Salma Kelly, de mis mejores amigas desde que iba en segundo grado. Parece que Félix no mentía, las chicas en efecto están aquí. 

—No creí encontrarte aquí de todos los lugares —me vuelve a hablar al oído— En verdad vas a donde ellos vayan ¿Eh? 

Suelto una risa amarga. Ante los ojos de los demás Charlie y yo solo seguimos a Félix y a Asher por ahí, ninguno tiene idea de como realmente funcionamos entre los cuatro, pero no es como si nos importara de igual forma. No hasta que meten sus narices en nuestros asuntos.

—¿Y qué si quise venir? —le hablo igualmente al oído— Tengo un libre albedrío ¿Sabes? 

Suelta una carcajada inaudible, pero deja el tema. Hablamos sobre trivialidades por un rato hasta que llega otra chica de cabello rubio y ojos grises. Ella se ve tan cómoda como yo en este ambiente. A diferencia de su amiga trae un suéter azul puesto, mostrando menos piel a pesar de que es una cálida noche en un lugar donde el calor humano es sofocante. 

Le habla a Salma, probablemente diciéndole que es hora de irse, pero luego repara en mí. Me sonríe ampliamente y me saluda con la mano. 

—Hola, Vi ¿Cómo estás? —me he levantado para hablarle al oído— Ash te estaba buscando. 

Veo que rueda los ojos antes de contestarme.

—Si, me lo encontré. Por favor, por milésima vez, dile que no estoy interesada en él.

—Lo dices como si me escuchara —rio.

—¡Pero es que si te escucha! —exclama en serio— Charlie y él lo hacen. Félix... bueno, es un caso perdido. 

Reímos un momento antes de despedirnos. Cuando las chicas se pierden en la multitud, miro el reloj digital que descansa en mi muñeca y al ver que apenas son las once sé que será una larga noche.

 Cuando las chicas se pierden en la multitud, miro el reloj digital que descansa en mi muñeca y al ver que apenas son las once sé que será una larga noche

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Cuando finalmente salimos del lugar son las cuatro de la mañana. Félix está algo mareado por el alcohol, pero puede caminar bien. No se donde se metió en toda la noche, pero a juzgar por la sonrisa satisfecha que se asoma por sus labios sé divirtió bastante. 

Charlie parece aliviado de que ya haya acabado, parece que él si jugó de niñera. Y Ash... el fue el que sugirió irnos hace como dos horas cuando se aburrió. Las otras dos las pasamos buscando a Félix. 

—Chicos, que alguien más conduzca, sino voy a hacer que nos matemos —bromea el pelirrojo extendiendo las llaves del auto de Ash. 

Usualmente dejamos que él maneje pues, aunque nos cueste admitirlo, es mejor en ello. Estaba a punto de ofrecerme cuando el pelinegro toma las llaves y se las mete al bolsillo. Caminamos en silencio por el estacionamiento hasta la Chevy 2010 blanca. 

Al entrar bajamos las ventanas. En verdad, hoy es uno de esos días en los que si no está lloviendo hace un calor del demonio, y no ayuda el hecho de que los cuatro apestemos a antro. Félix y Charlie se acomodan en la parte de atrás, así que yo me coloco en el asiento de copiloto. En cuanto Ash enciende el carro prendemos la radio. 

—¡Súbele a esa, Rémy! —pide el entusiasmado pecoso cuando Alright de Supergrass empieza a sonar.

Obedezco y empezamos a cantar a todo pulmón. Los cuatro profanamos esta gran canción con nuestros gritos y risas, pero poco nos importa en medio de nuestra euforia. ¿Puede haber mejor placer en esta vida que cantar una canción que adoras con tus mejores amigos? La brisa que se cuela por la ventanilla solo lo hace mejor. Puede que no me guste ir al antro, pero momentos como este lo son todo.  La tonada alegre nos levanta el ánimo, ya de por si alto, de esta noche. Desafortunadamente nos lo arrebatan cuando comienza a sonar el solo de guitarra. 

Ocurre muy rápido. El sonido atronador que hace la Chevy al aterrizar a un costado es suficiente para desatar el vértigo y las nauseas que escalan por mi garganta, seguidas por un grito desgarrador que se une al de mis amigos. Cierro mis ojos para aguantar el dolor de mi espalda, la punzada en mi cabeza y la sensación de filosos fragmentos del vehículo perforándome la piel. Mis lágrimas se funden con la sangre que corre por mi rostro, siento a los fluidos empapar mi flequillo pegándolo a mi frente.

—¿Chicos? —Félix solloza con un hilo de voz.

A eso le sigue una arcada, aunque no se de quien se trate. Siento una cabeza caer cerca de mi brazo. La aparto de golpe, aterrado ante la idea de contagiarlo. Pero me arrepiento de inmediato al escucharla impactar con algo.

—¿Ash? ¡Lo lamento! ¿Estas bien? —balbuceo en shock.

Me acerco la manga de la chaqueta hecha jirones para limpiar la sangre de mis ojos. Se empiezan a escuchar sirenas a lo lejos y a través de mi mirada borrosa distingo luces azules y rojas.

Las voces son solo sonidos y las personas son solo borrones. Lucho para mantenerme despierto con el temor de que si me duermo ahora, quizá no despierte jamás. No tengo idea de cuanto tiempo pasa cuando nos sacan medio inconscientes del vehículo y nos colocan en una ambulancia.

«Algo anda mal» pienso en medio de mi delirio «¿Por qué somos tres y no cuatro?»

Pero incapaz de darle vueltas pierdo el conocimiento ahí mismo.

HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora