Nombre

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Vale, no es la primera vez que hago un fic sobre un fanchild, no sé porque tengo nervios. Anyway. 

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—¿Sabes por qué te puse ese nombre, Viktor? —.

La voz de su padre le hizo levantar el rostro, en su mano sosteniendo aun el crayón de color negro. El dibujo a medio terminar y el resto de crayones desperdigados alrededor. En el centro de la mesa estaban los restos de la merienda, su papá aun con su bebida caliente sin terminar. Viktor ladeó la cabeza.

El Diablo le miraba con extrema ternura, ojos purpuras brillando con anhelo y un dejo de miedo oculto; miedo de que uno más de sus hijos lo rechazara. Viktor no respondió al instante, nunca se había preguntado la razón de su nombre o el por qué se lo dieron, era su nombre y ya. Negó con la cabeza, sus ojos morados pegados a los de su progenitor.

Satanick sonrió, su interior llenándose de alegría y paz al ver el infantil rostro de su hijo más joven. El cabello negro, los ojos purpúreos y la pálida piel lo alejaban de una imagen humana aun ante la carencia de cuernos y cola. Inhaló y se acomodó en su silla, la completa atención del menor en él.

—Tuve alguien muy importante en mi vida, un hombre, un humano, que sufrió mucho en la vida y a quien quise ayudar—. Explicó vagamente, Viktor aún no tenía que conocer la historia a fondo ni los detalles. —Le prometí todo, pero lo rechazó... Lo ame como nunca ame a nadie y quería que se quedara conmigo para siempre, pero me rechazó una vez más... Decidió conservar su humanidad en lugar de una vida eterna a mi lado—.

Aun después de tanto, Satanick sentía como la herida seguía doliendo, no cerraba del todo y se preguntaba si alguna vez llegaría a sanar totalmente. Inhaló largo y tragó el nudo de la garganta, Viktor le veía atentamente, el crayón negro olvidado con el resto y curioso en la historia de su padre.

—Murió... porque los humanos no viven tanto—. Dijo lo último con algo de broma, pero su tono se quebró. —Él se fue y me dejó atrás... Fue muy, muy importante para mí—.

Víctor fue su todo y aun cuando intentaba olvidarlo y seguir adelante, sabía que el humano se había llevado una parte de él a la tumba; una parte de Satanick estaba enterrada con el científico. El Diablo parpadeó, intentando retener las lágrimas y sonrió, ahora con alegría y extendió su mano sobre la mesa, hacia el menor.

—Su nombre era Víctor—. Dijo con voz débil.

Víctor había significado su todo y ahora su hijo era su todo. Viktor era diferente a Glasses y Licorice, era distinto en todo y Satanick amaba a todos sus hijos, pero el menor de todos en esos momentos guardaba un lugar especial en su corazón.

El pequeño no le odiaba o repudiaba, no, él aceptaba gustoso los regalos y dulces, los abrazos, los juegos. Quería tanto a Satanick que prefería estar con él jugando que estar con su otro padre, aburriéndose. Viktor reía con él y no de él. Viktor le veía con sonrisas y miradas llenas de admiración en lugar de indiferencia o asco. No quería tener favoritos, pero Viktor estaba volviéndose el preferido.

—Qué asco—.

La dulce voz lo dejó congelado. Frente suyo, los enormes y bonitos ojos de su hijo tomaron un tinte frío y distante, su jovial rostro dejando de mostrar curiosidad a mostrar fastidio y asco. Sus manos sobre el dibujo ahora olvidado. El Diablo tardando en aceptar que esas palabras habían salido de la boca de su hijo, Viktor repitiéndose.

—Qué asco que me dieras el nombre de un humano—. Dijo, mirando a su padre con molestia, pero nunca odio. —¿Por qué me pusiste como él? —. Preguntó, ladeando la cabeza y el flequillo moviéndose. —Está muerto—.

El rostro inocente de Viktor se notaba distinto, diferente y a la vez parecido. La mirada pesada y afilada. Las palabras impersonales e hirientes. En el rostro ajeno el Diablo no evitó ver los gestos de su hermano mayor, el pesado recuerdo del Dios mirándole mientras Satanick lloraba frente a la tumba de Víctor.

El menor continuó. —Los humanos son tontos, no viven mucho y son débiles—. Una suave sonrisa se formó en sus labios, un sutil gesto que se extendió hasta crear una mueca macabra. —Es mejor que este bajo tierra—.

Satanick se quedó inmóvil, sudor frío perlando su frente y su mano, sobre la mesa, temblando. Su corazón latiendo tan fuerte que lo escuchaba en sus oídos, pero la voz de Viktor había pasado eso y taladrado dentro de la cabeza del mayor. Palabras despectivas y dichas con tanto cinismo en ellas. No supo que estaba llorando hasta que su vista se nubló por las lágrimas.

—N-no digas eso...—. Dijo con voz estrangulada y dolida. —Me duele que lo digas, no quieres lastimar a papá, ¿verdad? —. Apenas se forzó a dar una sonrisa rota. —Eso es cruel...—.

—Pero él está muerto, ¿qué importa? —. Preguntó, arqueando sus cejas y cambiando su expresión a una confusa. —No importa que diga algo de él, ya no está aquí y nunca volverá—.

—Viktor, no me gusta lo que estás diciendo—. Su voz sonó más firme, pero las lágrimas no paraban, parecían haber aumentado.

Su hijo le miró con ojos inocentes. —Él no te eligió, papá—. Sentenció. —Eligió morir que quedarse contigo para siempre—.

Satanick quería reñirlo, mandarlo a callar, castigarlo, Viktor estaba siendo cruel con algo tan preciado para el Diablo como lo era el recuerdo de aquel humano. No había sido un simple humano sin importancia, había significado mucho para Satanick, el Diablo le había entregado su corazón y alma a Víctor.

Quería reprender a su hijo, pero en su lugar lágrimas caían y su garganta se cerró, las palabras imposibles de salir. Su corazón latiendo con fuerza y las palabras despectivas de su propio hijo creando eco en él, la infantil voz deformándose y tomando aquel tono grave del Dios. Las palabras tergiversándose con aquellas que Fumus le dijo hace tantos años atrás.

Se cubrió el rostro con ambas manos, ocultando su llanto de su hijo; no podía permitir que su pequeño le viera tan roto, apretó los dientes y se tragó los quejidos. Sentía su corazón romperse, los recuerdos de Víctor y su inminente partida, dejando a Satanick atrás y destrozado. Frente suyo, Viktor se mantenía en silencio.

Vio a su padre llorar unos segundos, que quizá para Satanick se sintieron interminables, pero para el menor fueron fugaces. Viktor miró su dibujo y tomó el crayón, con líneas rápidas terminando las líneas faltantes y cuando acabó de un salto bajó de su silla, acercándose al Diablo. Llamó la atención del mayor tirando un poco del saco.

—Papá, no llores—. Dijo, su voz pintándose con una preocupación falsa. —Mira, es para ti. No llores más—.

Tomó algunos segundos, Satanick limpiándose el rostro con las manos y enrojeciendo su rostro por la fuerza con la que frotó. Cuando sintió estar presentable, miró a Viktor, el menor extendiéndole el dibujo y mirándole con esos bonitos morados, que brillaban con inocencia y preocupación por su padre.

El Diablo sonrió como pudo, haciendo una mueca débil y tomó el dibujo; con trazos simples estaba él y Viktor, tomados de la mano y sonriendo. Una sonrisa verdadera se extendió por sus labios. En el cielo del dibujo veía las nubes esponjosas y arcoíris, alrededor de las nubes y los rayos de colores pudo ver líneas abstractas de humo de cigarrillo.

Apretó los labios y tragó el ácido sabor de boca. Regresó la mirada a su hijo y le dio una enorme y honesta sonrisa, sus ojos aun enrojecidos por su llanto y su espíritu rotó por sus traicioneros recuerdos. Acarició la cabeza del menor, revolviendo los cabellos negros.

—¡Que lindo! ¡Vamos a presumírselo a todos! —.

Tras sus palabras se levantó y tomó de la mano a Viktor, tomando rumbo indefinido, pero con la firme idea de mostrarle el dibujo a todos los que encontraran. Para al final ir al cielo y mostrarle al otro padre de Viktor el hermoso dibujo que realizó. 


Sangre de familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora