Pertenecer

241 13 8
                                    

Advertencias: Violencia y sangre.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*

El golpe fue ensordecedor, el cuerpo cayendo al suelo sin poder sostenerse. El Diablo quejándose al colapsar contra el suelo, una mano en su rostro, intentando cubrir el lugar del impacto y sus ojos enrojecidos, lágrimas contenidas que amenazaban con salir en cualquier momento.

Le tomaron de los cuernos, levantándole el rostro y Satanick se encontró con el rostro de su hermano. Fumus mirándole con auténtica ira, ojos purpuras brillando y una mueca de odio en su rostro. El Dios levantándose imponente frente a la figura del Diablo que estaba en el suelo. Satanick abrió la boca, un ruego de súplica siendo silenciando.

El golpe le hizo quejarse, Fumus le había dado con la rodilla en el rostro y quejido de Satanick se perdió en la nada; su rostro dolía, la nariz rota y el labio partido, sangre cayendo por su rostro y dejándole un amargo sabor en la boca. Lágrimas cayendo y mezclándose con la sangre, cayendo y manchando su ropa.

—Fu-Fumus... —. Dijo, voz quebrada levantándose con terror en el silencio.

Sus ojos, nublados por el dolor y lágrimas se movieron por la habitación hasta llegar donde el niño. Su hijo, el hijo de ambos, les miraba en silencio desde la puerta. Ojos idénticos a los de sus padres observaban lo que sucedía; la discusión a gritos de segundos antes y ahora la pelea física que tomaba lugar en el salón del Diablo.

Fumus le tomó del cabello, jalando con fuerza y arrancando cabellos, Satanick quejándose, pero dejando sus manos a un lado, temeroso de tocar a su hermano y aumentar la ira del Dios. El Diablo mirándole con cautela, el Dios, aunque no decía mucho, sus acciones hablaban por él y Satanick sabía que su hermano estaba enfurecido.

—Él no es familia de Viktor—. Comenzó el Dios, voz ronca y pesada. —Ni tuya, ni mía—.

Satanick jadeó ante las palabras de su hermano, aunque sencillas le herían tanto como los golpes que había recibido. Una sonrisa torcida se formó en su rostro, sangre pintando sus labios y mentón, manos temblorosas y lágrimas traicioneras que caían sin control.

—Te-técnicamente lo es... es quien me dio a mi pequeño Licorice, después de todo—.

Fumus le miró en silencio, soltándolo y alejándose un poco de él. Satanick tragando duro, su corazón latiendo con violencia en su pecho. ¿Fumus ya había entendido? No es como que Satanick quisiera hacerlo enojar, pero el Dios debía entender que Licorice y por extensión Ivlis formaban parte de su familia también.

Que Viktor y Licorice eran hermanos, que Viktor debía convivir con ese lado de la familia también. Satanick sólo quería que su hijo menor pudiera formar un lazo con Ivlis, que no le viera como un desconocido, ¿había algo de malo en eso? No, no había nada de malo. Sólo quería que Viktor supiera que ellos formaban parte de la familia también.

El grito de Satanick fue callado por la suela del zapato del Dios. Fumus pateándolo directamente a la cara y haciéndolo caer de espaldas al suelo, la cabeza de Satanick chocando contra el mármol, el hueso haciendo un ruido escalofriante al chocar. Fumus mirándole desde arriba, pie firme en el rostro de su hermano menor.

—Esa puta te dará los bastados que quieras—. Dijo. —Pero ninguno de ellos es hermano de mi hijo y mucho menos familiar mío—. Negó con la cabeza. —Ellos no tienen ninguna relación con Viktor, así que deja de llenarle la cabeza con ideas estúpidas y ridículas—.

Alejó el pie, observando el rostro ensangrentado y herido del Diablo. Satanick jadeando en búsqueda de aire y ojos cerrados, lágrimas corriendo con dolor. Inhaló largo y tosió, su cuerpo temblando. Fumus mirándole pacientemente, sabía que Satanick hablaría; el Diablo no sabía cuándo callar.

—E... ellos... son mi familia tamb—. Fue silenciado de nuevo, la suela chocando contra su rostro una vez más. El tacón dándole en los dientes y rompiéndolos en el acto, el filo del tacón cortando los labios.

—No—. Levantó el pie y pisoteó de nuevo. —Ellos no son nada tuyo—. Los golpes contra la piel, rompiéndola y la sangre salpicando. —Nada tuyo, nada mío, nada de Viktor—. El cráneo cediendo a los golpes, rompiéndose y el crujido perdiéndose entre los golpes. —Tú y Viktor son míos—.

Viktor observaba en silencio, sus manos unidas frente a él. Ojos atentos a Fumus, el Dios pisoteando el inmóvil cuerpo de Satanick, el Diablo que nunca peleó al final entregándose al castigo que su hermano mayor había decidido era apropiado por su falta. El hueso crujiendo y la sangre chapoteando.

El cuerpo de su papá no se movía, se había dejado de mover. Un charco de sangre rodeando al Diablo, su rostro a un lado, ocultando el estado final. Fumus observó el resultado final por unos segundos, ojos purpuras aun crepitando con ira. Se alejó del cuerpo, levantando los pies para no pisarlo, pero dejando marcas de sangre a su paso.

Viktor levantando el rostro cuando su padre se detuvo frente a él, el olor a sangre siendo más fuerte ahora, manchas rojizas pegadas a la ropa siempre impoluta del Dios. Fumus se inclinó y tomó las manos de su hijo entre las suyas. Viktor uniendo su mirada a la de su padre, el color siendo un calco exacto.

—Si papá y yo somos tuyos—. Dijo Viktor, rompiendo su silencio desde que sus padres empezaron a pelear. —¿Tú y papá son míos también? —.

El Dios levantó una mano y acomodó el cabello de su hijo, las hebras rojizas escondidas por la mata negra asomándose tímidamente. Una sonrisa formándose en el rostro de la deidad, dejando atrás el rostro terrorífico. Sus ojos brillando con orgullo y asintió.

—Así es—. Respondió. —Tú nos perteneces y nosotros te pertenecemos. Así son las familias—.

Un quejido llamó su atención, ambos girando y viendo el cuerpo de Satanick moverse; los dedos tensándose y su pecho subiendo y bajando casi errático, intentando recuperar la consciencia. Fumus se levantó y abrió la puerta, en su mano derecha sostenía la de Viktor.

—¡Fu-Fumus! —. Gritó Satanick. —¡No! ¡No te lo lleves! —. Rogó, voz desesperada y destrozada.

—Viktor es mío—. Contestó el Dios mirando sobre su hombro y viendo a su hermano arrastrarse por el suelo. —¿Por qué no vas con tu perra y su hijo? Es tu familia, después de todo—. 

Sangre de familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora