Un día encontré la entrada a un laberinto precioso, con aspecto de tranquilo. Así que me metí en él con un pequeño ovillo, dispuesta a no salir. Hoy estoy perdida. No logro encontrar ni la entrada ni la salida.
A medida que camino por el laberinto, me doy cuenta de que el rastro que dejo detrás es insignificante, prescindible. ¿Qué hago para ser de utilidad? ¿Dónde está el tiempo? Encerrada en el laberinto, no me doy cuenta de que el tiempo pasa. El ovillo de lana se va deshaciendo y perdiéndose a lo largo del enredo.
El laberinto es bastante apacible, cómodo. Un lugar en el que nada puede interferir o llegar a mí, pero del que tampoco me pueden sacar. ¿Cúal es la la gracia si siempre veo la misma pared verde repleta de hojas? Sí, por supuesto, nada me duele cuando estoy dentro, mas tampoco me alegra.
Y es que el laberinto tiene algo muy atractivo: la ausencia de dolor. Caminando voy, tarareando la misma canción, dejando que el laberinto me encierre más a cada paso que doy. ¿Alguna vez podré salir?
Me quedo con el extremo del ovillo entre los dedos. Lo he deshecho por completo. Ya no puedo seguir caminando, y me quedo por siempre en el laberinto.
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Pensamientos de una adolescente
SpiritualitéAquí escribiré todos mis pensamientos y reflexiones para desahogarme y para describir la manera en la que veo el mundo. Para quejarme y gritar, para expresarme. Necesito contar todo lo que siento, todo lo que no me deja en paz. Por ello, escribo est...