Capítulo 1

330 4 3
                                    

Estar atrás, viendo la felicidad de los demás, ese ha sido siempre mi lugar, durante unos meses me puse adelante, cuando estuviste físicamente presente, a mi lado, experimente estar en primera fila, sentirme viva, feliz, luego eso terminó, y me regresaron al fondo, tras bastidores, a donde verdaderamente pertenezco, aquí estoy atascada, ¿será que algún día me vas a rescatar Gabrielle?

─ Pero niña, ¿qué haces sentada ahí?, en la última banca de esta playa, pegada al muro de las escaleras que dan a la calle, y sobretodo ¿qué haces tan solitaria? –me preguntaba una señora de edad con singularidad bondad y una sonrisa honesta.

─ ¡Eh!, pues yo, mmm, señora verá usted...

─Niña, antes de que continúes, mi nombre es Nora, Nora Michalitsianos mucho gusto –su sonrisa afloró aún más, era un confort para mi alma.

─Señora Michalitsianos, yo soy Elise H. Gróver, el gusto es mío. ¿Sabe? prácticamente nadie se me acerca así de la nada, por genuino interés, ni me hace preguntas, mucho menos de ese tipo, mostrando atención hacia mi persona. Así que le agradezco, porque sin conocerme, se percató de mi y se acercó. Hay gente que ha estado en mi vida desde siempre y parece que yo no existiese en las suyas.

─ ¡Vaya! creo saber a lo que te refieres, me ha pasado también, a la edad que tengo he vivido de todo un poco y aunque no te conozco, me alegro de haberme acercado a ti, no hace falta más que ver tus ojos tan expresivos y transparentes, para imaginarme la respuesta a mi propia pregunta, y el por qué elegiste esta banca, junto al muro del fondo, alejada de todos... en fin, ¿qué te ha traído aquí? además de la carrera de veleros, porque no pareces muy interesada que digamos –me miró con ojos sospechosos– bueno, no pienses que soy imprudente, si tú lo deseas puedes contarme un poco –ella seguía con esa sonrisa tan confortante, mientras tomaba asiento en la banca, a mi lado.

─Hay una verdad intrínseca en mí, nací y me críe por muchos años en un puerto, junto al mar, ir a la playa era parte de la cotidianidad extraordinaria que no muchos tienen; se convirtió en una extensión de mi hogar, como si usted agregara una habitación extra a su domicilio. Y con la complicada vida que me tocó, sentarme frente al mar, frente a la inmensidad, paso a ser una terapia, una forma de llorar y desahogarme sin lágrimas y sin palabras. El agua siempre ha sido generosa conmigo, respetó mis silencios, leyó mis ojos y guardó tantos secretos, así que hoy vine a verle de nuevo, seguramente me ha extrañado, porque ya no suelo visitarle como antes.

─Es el elemento que rige tu camino desde que llegaste al mundo, o ¿me equivoco? –dijo Nora en forma pícara.

─Está en lo correcto, el agua es mi elemento y no hay forma de negarlo –ambas reímos ligeramente después de esta frase.

─ ¡Ay Elise! no sólo me agradas, sino que eres una de esas personas especiales que uno rara vez conoce en la vida; encontrarlas es difícil, y hoy a mis 72 años me siento afortunada. Aún sin saber tu historia, no hace falta imaginarse que con lo que has vivido, cualquiera en tu lugar podría elegir la amargura y el desprecio a todo y a todos, pero en lugar de eso, tú me correspondes sonriente, amable, accesible, totalmente amistosa y honesta; niña eres una joya auténtica, casi imposible de encontrar, y más aún si buscas en el mar –Nora pronunciaba estas palabras sinceras mientras me guiñaba el ojo y no dejaba esa sonrisa que me hacía tanto bien.

─Quizá te parezca extraño pero ¿me aceptarías en un futuro muy cercano ~enfatizó riendo~ tomar el té conmigo? ...no al estilo británico, tan aburrido y solemne –soltó una corta pero alegre carcajada– sino al estilo verano californiano, creo que a ambas nos caería muy bien; yo no soy de aquí, ni tu tampoco y eso se nos nota desde lejos, o acaso ¿no he acertado?

─Nuevamente lo dijo bien Nora, soy foránea al igual que usted, aunque mi única pista fue su apellido, Michalitsianos, de Grecia, ¿verdad?

─Si Elise, allá nací, en Trípoli, pero tiene tanto tiempo que no he vuelto, me casé aquí en San Francisco hace 45 años y desde entonces esta hermosa ciudad me ha cobijado. Soy viuda desde hace 4 años y bueno, mis hijos ya son adultos y han volado de casa, claro que me visitan lo más seguido que pueden, pero al final del día me he quedado sola... debo añadir que en mi caso, ha sido parte natural del ciclo de la vida, lo que no es natural es que una mujer con un corazón así de puro, de los que ya casi no hay, una mujer tan especial y joven como tú, ande tan solitaria, triste, callada, buscando el rincón más aislado, no sé quiénes te hicieron tanto daño... –en ese momento, Nora con sus manos tomó por primera vez mi mano derecha– y efectivamente Elise, no hace falta que pronuncies palabra, eres tan transparente y aunque te esfuerzas por lucir amigable y normal, yo he notado varias cosillas en estos minutos hablando contigo. Apenas sé tu nombre y de tu estrecha relación con el mar, pero mi sabiduría de vieja me señala que necesitas compañía, aires nuevos y coincidentemente yo también –sin soltar mi mano en forma maternal, me guiño el ojo y no dejó de sonreírme.

SobrevivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora