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—Su Alteza por favor haga un pequeño esfuerzo más. —le dijo Hinata.

—Están matandome... —no podía respirar.

—Solo un poco más, le aseguro que se verá hermoso. —alentó Tenten, Naruto tomó una bocanada de aire más y las tres chicas allí apretaron aún más el corset.

—¡Perfecto! —gritó Sakura.

—Se ve tan bien... —lagrimeó Hinata.

El Uzumaki les sonrió, era tan extraño verse con aquella vestimenta pero se sentía aún más nervioso por cantar en frente de personas tan importantes. Esto lo hacía por Gaara, ya no necesitaba que él lo protegiera, ahora le devolvería el favor.

En otro lugar, un gran salón específicamente, una fiesta se estaba llevando a cabo. Gaara junto a Kankuro comenzaron a sentirse algo nerviosos ya que Naruto no hacía aparición por lo que prefirieron comenzar a hablar con los invitados para distraerlos un poco.

—Que agradable fiesta es esta su Majestad, veo que todos los embajadores lo están disfrutando.

—Muchas gracias Duque Sarutobi, espero de todo corazón que disfruten la fiesta.

—Me disculpo por mis actitudes del otro día. —dijo Kiba.

—No te preocupes, a mi también se me fue la mano. —le siguió Gaara.

—Por cierto su Majestad, no he visto a su Alteza por ningún lado, después de todo es el anfitrión de este evento. Sería un gran error que faltara a la fiesta que se organizó para él.

—Lo sé. —dijo serio y molesto el pelirrojo para luego irse.

—¡Su majestad! —insistió algo nervioso Azuma, temiendo haber dicho algo que no debía.

—¿Qué estará haciendo? —murmuró molesto.

—No se preocupe, el príncipe Naruto es el príncipe que usted eligió. Confíe más en él. —le sonrió Kankuro.

Un viento comenzó a correr por la habitación, sorprendiendo a todos ya que las ventanas se encontraban cerradas, además de pétalos de flores que daban un ambiente simplemente mágico. Una hermosa voz se escuchaba en el lugar, una que llamó la atención de todos hacía las escaleras principales que allí había.
A pesar de no verlo aquella voz era simplemente hipnoticamre y no veían la hora para ver en persona a aquel que sería el esposo del Rey.

—¡Ohh! —exclamaron todos en la habitación, incluso el Rey estaba sin palabras.

—¡Esto es tan hermoso! —comentó una mujer mientras observaba los pétalos volar.

—¿Será obra de su Majestad? —preguntó otra.

—No... —contestó igual de impresionado el chico.

—Embajador —llamó Kankuro a Kiba—. Esta es la habilidad extraña de su Alteza que mencionó. —dijo el mayor mientras hacía una pequeña reverencia con una sonrisa.

Pasos se escucharon más cerca, incluso la voz se escuchaba con mayor claridad, en la cima de las escalera un bello chico con un espléndido kimono blanco repleto de flores apareció, dejando a todos más que encantados.

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