Capítulo 2

52 7 2
                                    

Me dirigí corriendo a dirección y me senté en una de esas sillas verdes que parece que no han lavado en años. Espero que no se me manche el pantalón. Estaba enviándole un mensaje a mi madre diciendo que ya había llegado y que estaba en dirección preguntando cuál era mi clase.

Podríais pensar "pero no tendrías que saberlo?"

Exacto.

Tendría.

En el verano no quise oír nada del instituto, por lo tanto no me molesté en ver qué clase me tocaba. Y mientras que todos estaban en clase, yo seguía aquí, mirando fijamente el suelo, hasta que una voz interrumpió mis pensamientos:

-¡Lana, cariño, que ilusión verte!

Era Vivian, la secretaria y amiga de mi madre, por lo que se pensaba que también era la mía. Se creía modernísima llamándome "tía" o "nena" de vez en cuando, aunque tuviera más años que la lechuga.

Fingí una sonrisa.

-¡Hola Vivian!

-¿Qué haces esperando aquí, cielo?

-A ver si me dicen cual es mi clase.-Le dije. Al ver que no captó el mensaje, me hice la imbécil.- ¿Sabes quién me lo puede decir?

Pareció entenderlo después de unos largos segundos.

- Claro, ven que te lo digo yo.

-¡Gracias, Vivian!- Ironicé, pero como es normal, no se dió cuenta.

Me llevó a su despacho de color rosa. Pero no el rosa bonito que llevan los bebés en su ropa. Parecía como si le hubieran vomitado al rosa. Era un rosa horrible. Me vino a la mente un pensamiento que intenté evitar pero me hizo mucha gracia.

"Ese rosa es cáncer seguro".

Me ofreció sentarme en un sillón igual de rosa que el resto de la habitación, con dos cojines de gatitos. Eran horrorosos, pero me senté.

Mientras tanto, Vivian estaba buscando en una carpeta que parecía que iba a explotar los documentos que asignaban cada alumno a cada clase. Yo seguía notando que tenía la sonrisa tensa en la cara, pero no me la borré, tenía que seguir haciendo ver que estar en ese despacho y estar perdiendo clase era lo mejor del mundo.

Después de unos siete minutos, Vivian encontró los papeles.

-A ver cariño, te toca en la clase del señor Craig. O Caleb. O Connor... No lo leo bien...

A esas alturas me estaba desesperando, pero aguanté y le dije suavemente:

-Vivian, si no lo ves, dime qué aspecto tiene, por favor.

-Oh, claro. Verás, es un hombre que siempre lleva camisas de cuadros, lleva gafas de pasta...

- ¿Ese que es más gay que Jim Parsons?

Eso no lo había dicho yo. Vivian dirigió la mirada a alguien detrás de mí y yo hice lo mismo.

La chica que había visto en la entrada estaba apoyada en el marco de la puerta con el hombro y lucía una sonrisa juguetona.

- No está bien asumir la orientación sexual de un maestro, señorita...

-Tampoco está bien hacer esperar a unas alumnas que quieren empezar su jornada estudiantil, cosa que usted está impidiendo, Vivian.

Un momento, ¿desde hace cuánto estaba ahí como para averiguar el nombre de la secretaria? Sea como sea, había sido muy silenciosa.

Yo me di cuenta de que todavía estaba mirando a la chica, así que me giré hacia Vivian y le dije:

-Entonces, con el señor que lleva camisas de cuadros, verdad?

Vivian pareció estar en una guerra de miradas contra la chica, pero en cuanto le hablé, volvió a dirigir su mirada, más amable, hacía mí.

- Exacto, querida.

Rápidamente, me levanté del asiento, tenía que correr para llegar a clase. Pero algo me hizo parar. Concretamente, la chica. Ella seguía de pie y preguntó:

- ¿En qué maravillosa clase me tocará este increíble año?

Dios, un poco borde era.

Vivian aparentó estar muy calmada y haber ignorado el sarcasmo de la chica.

- Nombre.

-¿Eh?

-Que cuál es tu nombre.

La chica se giró y me lanzó una mirada rápida de arriba a abajo. Luego, se giró hacia Vivian y dijo:

-A ella no le has preguntado su nombre.

Vale, osea que era silenciosa y cotilla. Que buena carta de presentación.

-Porque ella y yo somos amigas y nos conocemos. ¿Verdad, Lana?

Yo no quería formar mucha parte de la conversación, de hecho no sabía por qué estaba ahí plantada, pero asentí tímidamente.

-De hecho, la conoce todo el instituto, es una de las chicas más populares y queridas.- Siguió diciendo Vivian. ¿Qué se había fumado? Ni mucho menos era la chica más querida, había gente que daría lo que fuera por verme en ridículo.

Pero como pasaba de discutir con Vivian, volví a asentir.

-Ahora, si me perdonas, ¿me podrías decir tu nombre, ya que aquí no te conocemos nadie?- Dijo con un tono bastante borde para mí gusto. Yo me habría echado a llorar o a temblar. Sí, soy así de patética.

Sin embargo, a la chica pareció que no le había afectado en nada.

- Ira.

- ¿Qué?- Dijo esta vez Vivian.

- Que me llamo Ira, ¿ahora me puedes decir la clase o necesitas saber cuántas veces me peino al día?

Yo contuve una risa. Eso fue gracioso. Ira se percató de ello y me dirigió una media sonrisa. Luego se volvió a girar hacia Vivian.

- ¿Y bien?

Vivian levantó la vista de su carpeta con una mirada que expresaba más de un sentimiento. A mí me mostró una de pena, a Ira, de miedo.

-Te toca en la clase del señor Cristian.

-¿El que es ga...

-El que siempre lleva camisas de cuadros, sí.

Vaya. Al parecer esa chica de corte de pelo peculiar y ropa oscura iba a ser mi compañera de clase.

Intenté tener una mentalidad positiva. Puede que fuera simpática. En el fondo. Bastante en el fondo. A lo mejor podríamos ser buenas amigas.

Vivian me estaba mirando como si fuera un cachorrito abandonado mientras que Ira me miraba como si no le importara lo más mínimo.

"Venga, idiota, muévete", me dijo mi conciencia.

Me giré hasta quedar directamente de cara a Ira, y con una sonrisa, le dije:

-Bueno, vamos a clase, no?

Nos sentábamos juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora