RedMonD

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-¡Puta madre! -dijo mirando sus alas frente al espejo- Siguen oscureciendo. -volvió a mirarlas, golpeó el espejo rompiéndolo y se recostó en su cama. Seguía sin poder creer que cada vez que era ella misma, sus alas se tornaban más negras, a este punto eran ya casi de un negro puro y profundo.

RedMonD era un ángel de Dios, era "hermosa en todas sus facetas". Lo típico entre los ángeles del cielo era decir que eran hermosos en todas sus facetas pero al parecer nadie creía que esto fuera cierto en ella y el por qué es bastante sencillo de explicar. Una de las reglas de los ángeles de Dios era no entrometerse ni influir en las acciones de los humanos, solamente podían protegerlos desde arriba. Por más quisieran, debían contenerse pero RedMonD nunca pudo. Su bondad y su amor por proteger lo justo era tan grande que, aunque intentó contenerse en los primeros tiempos, se terminó dejando llevar por sus impulsos y rompió las reglas. Al principio, los demás ángeles intentaban ayudarla a no seguir rompiendo esta norma pero era ya imposible, ella ya estaba decidida a seguir haciéndolo. Al cabo de un tiempo, sus alas comenzaron a perder ese hermoso y pulcro blanco para pasar a ser un negro intenso. Las primeras veces que oscurecieron, ella desesperó y habló con "el jefe" pero él no podía hacer nada, ella debía hacerse cargo de sus actos. RedMonD siempre supo que no debía hacerlo y ahora tenía que soportar las consecuencias de ello.

Cuando sus alas se tornaron grises, el resto de la población angelical comenzó a alejarse de ella, incluso aquellos que se hacían llamar sus "amigos". No obstante, siguió fiel a sus principios. Muchas veces titubeó cuando se vio desprovista de cariño y contención por parte de aquellos a quienes ella más necesitaba, sin embargo entendió que ellos estaban rechazando a lo "diferente". Incluso a veces pudo notar en los ojos de algunos un pecado mortal: la envidia. Ellos envidiaban el hecho de que ella era tan fuerte como para quebrantar el orden que había en el cielo sin miedo a las consecuencias.

Actualmente su única compañía era un ave de plumaje suave y multicolor que sólo existía en aquel santuario especial de Dios que se encontraba cerca de su hogar, el cual estaba apartado del resto de los hogares de los otros ángeles. Al igual que ella, el ave era diferente al resto por sus colores tan brillantes y vivos. De alguna u otra forma, RedMonD y Lay eran tan parecidas, tan iguales y tan diferentes a la vez. Lay, el ave, aunque no hablaba, se hacía entender y difería varias veces con Redie (sí, su apodo era Redie). Normalmente era porque Lay no creía que las decisiones que tomó Redie al ayudar a los humanos en sus diversas situaciones no habían sido las mejores.

Volviendo al punto inicial, RedMonD se encontraba mirando el techo de su habitación cuando entró Lay por la ventana que se encontraba en el lado izquierdo de la habitación. El ave se posó sobre un extremo de la cabecera de la cama y la observó, vio en sus ojos el dolor que a veces la invadía. Aleteó un poco y movió la cabeza hacia la derecha, mirándola fijamente. Interrogó.

-Es que no lo entiendo, sigo sin poder comprender por qué pasa esto. Sé que es una regla que él impuso en el principio de los tiempos y que ya no se puede cambiar pero no veo la necesidad de tener que apartarme de todo para evitar sentir sus miradas de rechazo. Hace un rato volví a verlas, ¡están más negras! ¿Cómo es eso posible? Yo sólo soy yo y se supone que soy hermosa en todas mis facetas sin importar que sea diferente a ellos. Sólo quiero que me acepten tal cual soy y que anulen esa estúpida regla para poder estar en paz. Hacer algo que no está dentro de lo catalogado "correcto" en este lugar no es una sensación muy grata que digamos pero es completamente hermoso saber que sigo mis principios, que hago lo que creo que es correcto, y por sobre todo, el bien que les hago a los humanos.-

Lay seguía observándola, se acercó a ella y acarició su cabeza con la suya.

-Gracias Lay, te necesitaba. Sabías que te quiero mucho ¿verdad? -el ave asintió, le dio un mimo con sus alas y señaló su pata- ¿Qué es eso? - Redie tomó el papel que se encontraba atado a la pata del ave y lo leyó en voz alta- Redie, quiero que vengas a verme en cuanto leas esta nota. Tengo algo importante que decirte. Atentamente: Dios. ¿Para qué quiere verme? - Lay negó y mostró confusión- Bien, quédate aquí, iré a ver qué quiere. -el ave movió su cabeza en señal de aprobación y sacudió un ala en señal de saludo.

De camino al centro del Edén, ella sintió esas miradas que tanto detestaba. Pensaba en cuándo lograrían verla como al principio, cuando ella era como ellos, pero no cambiaría nada de lo que hizo. Tocó la puerta y un suave "Pase" se escuchó del otro lado. Ingresó en el recinto, se sentó en uno de los sillones y lo observó: él estaba de espaldas. Justo en ese momento él comenzó a hablar:

-Tengo una misión para ti y sé que no vas a poder negarte. Es una misión para que ambos obtengamos lo que queremos. Debes ir a la tierra y convertir la vida de seis humanos en una vida perfecta. No podrás obtener ayuda de nadie y deberás manejarte con lo que conoces, estarás sola en esto. Si lo logras, tus alas volverán a ser blancas, dejaré que sigas yendo a la tierra rompiendo la regla que impuse pero con mi autorización. Pero hay ciertas condiciones: las vidas de esos humanos serán elegidas por mi y no podrás tener una presencia en cuerpo durante los primeros seis meses. ¿Aceptas? -en ese momento se giró a verla con un semblante serio y un papel pero ella sólo tenía ojos de emoción, ella asintió con la cabeza repetidas veces- Bien, espero que lo logres. Partes hoy por la noche.- Ella se levantó bruscamente, lo abrazó con efusividad, tomó el papel y salió corriendo a su casa, la felicidad la invadía: tenía una oportunidad.

[...]

-Okay, tengo todo lo que necesito. Lay, quiero que te quedes aquí y te cuides mucho. Si algo te pasara, no podría perdonármelo y no voy a poder estar aquí para protegerte. Te quiero. -besó su cabeza suavemente y cerró la puerta tras de si- Es momento. -abrió sus alas y partió hacia la oportunidad de su vida con una sonrisa.

Vidas perfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora