2. Larga Vida al Linaje.

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•🌱 Capítulo 2.

Cubro mis ojos con la palma de mi mano para poder seguir caminando, el sol estaba por llegar a su punto más alto.
Los bulliciosos aumentaron a mi entrada, alce la mirada y en el balcón más alto, adornado con rosas rojas y blancas estaban mis padres. Siendo los más firmes espectadores; el rostro de mi padre hacia alusión al orgullo que sentía, en tanto mi madre, no sabía cómo interpretar su seriedad.

La persona a cargo de la animación hizo presente; cómo era costumbre, anunció mi nombre y mi linaje, pero antes de que pudiera decir contra que me enfrentaría un fuerte rugido estremeció a la audiencia.

Mi padre bajo corriendo las escaleras, sin embargo, lo detuvieron los hombres del consejo, entre ellos el tío Nicolás, el cual era ahora el general a cargo del ejército real.

Me cubrí el rostro cuando una espesa nube de arena me golpeó de sorpresa, el suelo resonó ante las pisadas de la bestia.

No tuve tiempo de reaccionar, el gran dragón de color negro azabache estaba parado justo enfrente de mi, rugió y su aliente me hizo querer vomitar y más que otra cosa, huir.

Escuche los gritos de horror de la gente, hasta los gritos de mis padres, el miedo tiño por completo la voz de mi madre, gire para verla y el dragón hizo lo mismo.

La gran reina tenía lágrimas en sus ojos y el rey luchaba y gritaba a sus soldados que vinieran en mi ayuda.

El dragón dio un coletazo y parte de una estructura de madera cayó como papel.

Mierda, corrí hacia la derecha, pero un coletazo me hizo regresar.

La bestia sigue viéndome como su adversario más fiel, sus ojos fijados en mi o en la espada. La duda aún me hacía plantearme la idea de lanzarle la espada e irme corriendo, sin embargo eso podría no darme ningún ventaja.

Apuntándole con la espada, trate de que el miedo no hiciera flaquear mis piernas, ya que si eso ocurría nadie lograría salir con vida. Para mi suerte mi madre siempre me daba cátedra por ser valiente y no estudiar bien la situación.

Pero dadas las circunstancias era más fácil el golpear y correr. Hacer que el descomunal animal se saliera de sus casillas con una serie de golpes recurrentes que solo lo atontarán por un rato.
Los guardias comenzaron a evacuar a la gente, mientras que los miembros del consejo de mi padre se dedicaban a trata de sacarlo a él y a mi madre de las gradas.

El animal rugió de nueva cuenta y fue mi oportunidad, con la espada firmemente tomada la clave en una de sus patas delanteras, la bestia se lanzó hacia mi y con un coletazo me lanzo lejos, corrió hacia mi sin darme tregua alguna, sin embargo, cuando estuvo apunto de lanzarme una gran llamarada logré tomar la espada y lanzarla.

Un rugido y grandes partes de una de las paredes comenzaron a caer sobre mi, una de ellas cayó en mi pierna, lo último que recuerdo es una gran sombra sobreponerse ante mi.

Horas más tarde.

Mis ojos se abrieron y aún con la poca luz que brindaban las velas pude ver el cuerpo de mi madre recostado aún lado de mi cama, mi pierna y parte de mi brazo estaban vendados, mi ropa había sido cambiada por una bata de algodón.

Con la mirada recorrí el cuarto hasta encontrar mi espada manchada de sangre en la esquina de mi recámara, junto con mis botas. Mi madre sostenía mi mano.

—Madre, es mejor que vayas a descansar a tu recámara.
La moví un poco hasta que se incorporó, sus ojos estaban un poco hinchados, indicándome que había llorado demasiado.

—Lo siento, no me iré de aquí.
Sin ánimos de protestar moví un poco pese al dolor en mi pierna, ella se recostó en mi cama y me abrazo.

Al día siguiente el consejo tenía una acalorada discusión sobre aquella situación.

—¡Como demonios es posible que un dragón, un dragón sea la bestia que le toco a mi hija! En más de doscientos años que no se veía tal cosa, ¿y si le hubiese pasado algo?

Los gritos de mi padre se escuchan por todo el salón, mi madre había salido por la mañana para alistarse y realizar sus actividades dejándome bajo los cuidados de Saharaui quien había sido mi niñera desde que tengo uso de razón.

—Mi señor, esto debería de tomarlo como un gran honor hacia la princesa Aeris quien ahora es reconocida por haber matado al primer dragón después de tanto tiempo.

Un jadeo de horror salió de mi, No era posible que yo hubiese matado a un bestia tan descomunal.

—Repítelo, te reto a que repitas eso, estás poniendo en juego la vida de un miembro de la realeza, recuerda cuál es tu maldito lugar en la corte real.

Los gritos de mi padre podrían hacer temblar hasta al más valiente de los hombres. Aún no entendía como aquellos ratones de biblioteca no se hacían en sus propios pantalones.

—Su alteza, la princesa está bien, eso es lo principal. Además de que el objetivo del combate fue beneficioso para ella. Pese a lo ocurrido y al sacrificio del dragón, mi sobrina está bien.

La voz calmada de mi tío disminuyó los murmullos del consejo.

—Su majestad.

Casi caigo de espaldas cuando Saharaui me descubrió detrás de una de las puertas privadas, usualmente mi padre las usaba para vigilar al consejo sin que esté lo supiese.

—Si la reina se entera que usted se volvió a escapar de mi, me correrá del castillo, no creo que usted quiera cargar con el despido injustificado de esta pobre anciana, ¿cierto?

—Deja el drama nana, mi madre te adora y es más que obvio que no dejará que te vayas, ¿Dime que has sabido sobre mi gran hazaña?

Saharaui dio un golpecito con su bastón a mi pierna, haciéndome recargar en su hombro. Para ser tan grande de edad aún tenía trucos.

—Si sigues con esas hazañas lo único que lograrás es reunirte con tus ancestros, los cuales ya pelearon sus guerras, y tu solo has peleado una que otra batalla, niña tonta.

Con ayuda de Saharaui logré llegar a mi habitación en donde reposé hasta la hora de la cena ya que no pude soportar el encierro más tiempo.

Corona de Saúco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora