Diecisiete

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Valentín se despertó, a diferencia de otros días, no se despertó durante la noche menos cuando Daniel tuvo la pesadilla, cosa que agradeció.

Daniel aún se encontraba dormido, estaba abrazando a Valen, quien estaba contemplando el cabello despeinado del más pequeño.

Se veía tan lindo mientras dormía, Valentín solo lo observaba hasta que llevó su mano al cachete de Daniel, donde empezó a acariciarlo.

Daniel también, medio despierto, llevó su mano a su cachete, dejándola encima de la mano de Valentín, haciéndolo tensar.

- Quiero seguir durmiendo. - habló Daniel arrastrando las palabras por el sueño.

- Seguí durmiendo entonces.

Daniel, debido al frío y la comodidad de los brazos de Valentín, se aferró más a él y acabó abrazándolo por la cintura.

Valentín batallaba en dejar sus ojos abiertos, no sabía que hora era, pero era pronto, podía dormir más tiempo, no había prisa, todo era perfecto mientras dormía al lado de Daniel.

Deseaba poder quedarse todos los días así; durmiendo mientras lo abrazaba, acariciendo su lindo cabello y sus gorditos cachetes, poder despertar a su lado cada mañana, cuidarlo cuando tenía sus pesadillas, protegerlo de cualquier mal que quisiera herirlo.

Por otro lado, Daniel, le agradecía tanto a Valentín todo lo que hacia por él, gracias a Valen él estaba pasando por la mudanza mucho mejor de lo que él pensaba, aunque las pesadillas no acababan Valentín lo ayudaba siempre que podía, se sentía a salvo a su lado. Él quería poder decirle todo lo que piensa a Valentín, pero tenía miedo de estropear lo que estaban consiguiendo, sin Valen él no sería nada definitivamente, se sentía protegido por él.

Sin saberlo, ambos estaban pasando por lo mismo y ambos tenían el mismo miedo.

Acabaron volviendo a dormirse, otra vez, abrazados.

No querían que esto acabase.

Era como estar en una burbuja donde los dos se sentían a salvo, solo teniéndose a ellos dos, era suficiente.

Aunque Daniel sufría de esas pesadillas, en el momento en que Valentín acudía a calmarlo se sentía mil veces mejor. Le gustaría que él siempre estuviese allí y poder ir mejorando poco a poco.

No les gustaba admitirlo, pero, maldita sea, están enamorados.

Daniel, jamás hablaba sobre sus pesadillas con los demás, él sabía perfectamente el por qué de ellas pero no le gustaba pensar en ello.

Cuando Daniel se tuvo que mudar a los siete años y dejar a su mejor amigo, Valentín, lo pasó muy mal.

Era apenas un nene, pero separarse de alguien que había estado siempre con él fue horrible.

Allá empezó a tenerlas, al principio no eran gran cosa; solo veía algo oscuro al final de la habitación y ya, pero con los años fue empeorando.

Ahora, estaban siendo peores, probablemente por el hecho de volver a estar allá y de volver a verlo.

Es decir, al pasar de los años, se fue olvidando poco a poco de aquel Valentín de siete años, hasta que su papá le dio las noticias de la nueva mudanza y divorcio, en ese momento recordó a ese nene que tanto lo protegía.

A ambos les asombró la forma en que volvieron a tener esa confianza entre ellos, como si nada hubiese cambiado, como si no hubiesen pasado más de diez años.

No importaban los años que pasasen, siempre serían los mismos.

Valentín no podría olvidar nunca la imagen de Daniel abrazándolo mientras dormía; sus pestañas, sus labios carnosos, el piercing de su nariz, su cabello despeinado, era totalmente perfecto.

Vaya que se querían.

Viejos amigos;; WosaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora