Capítulo 10.

150 30 10
                                    

—¿Cómo te sientes?

La doctora Kim mantenía un bloc de notas encima de sus rodillas, mismo que usaba para escribir cualquier cosa que Se Hun dijera y que ella considerara importante para su evaluación. El joven castaño acomodó sus anteojos y respondió de manera sincera.

Había progresado mucho en los últimos meses. ¡Y había sido gracias a soltar la verdad! Tomaba la dosis indicada de su medicamento todos los días, siendo siempre puntual, admitiendo en voz alta lo que necesitaba justo en el momento y evitando guardarse cosas... Le daba gusto que aquello lo estuviera ayudando a convertirse poco a poco en una persona más estable, pero aun así seguía cargando con una sensación un tanto pesada en su pecho.

Al inicio pensó que se debía a la ausencia de Baek Hyun. La señora Oh se había decepcionado tanto de ese chico al enterarse de la verdad, incluso llegó al grado de prohibirle estar cerca durante un tiempo, asegurando que no podía hacer más que complicar la situación de su querido hijo... Cuando se recuperó y pudo sentarse a hablar con más calma, decidió darle una segunda oportunidad al lazo amistoso que había creado con Se Hun, pero le pidió que no hiciera ninguna cosa que pudiera resultar en algo malo o peligroso para éste. Baek Hyun sonrió y prometió que cuidaría a Se Hun tanto como le fuera posible.

Chan Yeol también hizo las paces con el castaño de anteojos. El daño que Se Hun le había hecho a Baek Hyun había sido por una ocasión en la que perdió el control de sus acciones por completo, como un efecto secundario de un medicamento que poco después fue cambiado precisamente para evitar ese tipo de cosas.

Sin embargo, la sensación extraña continuó en el corazón del más alto, haciéndose cada vez más grande. Se trataba de algo que simplemente no podía explicar... Baek Hyun no lo entendía, tampoco su madre, y la doctora Kim hacía un esfuerzo por ponerlo en palabras exactas, pero Se Hun siempre terminaba diciéndole algo como "No, no es exactamente eso".

Tras ponerse ropa cómoda para dormir, se acostó en su cama y soltó un suspiro. Otro día llegaba a su final y eso quería decir que había dado unos cuantos pasos más hacia su recuperación, pero... deseaba tener una vida dentro de lo que se consideraba común en ese mismo instante, cerrar los ojos y que aquel curioso sentimiento que todavía lo acompañaba simplemente se desvaneciera en el aire.

—Se Hun, cariño, ¿ya te tomaste tus pastillas?

—Sí, mamá —volteó a ver a la mujer y le dedicó una sonrisa—. Estaba a nada de irme a dormir.

—¡Oh, ya veo! Está bien —devolvió el gesto con ternura, mirándolo desde la puerta de su dormitorio—. Descansa, hijo. Que tengas dulces sueños.

—Tú también... —Le deseó.

—¿Pasa algo? —Cuestionó después, ladeando su cabeza ligeramente hacia la izquierda—. Parece que quieres decirme algo más. No sé, tal vez sólo sea mi imaginación o el cansancio, pero...

—Te quiero —la interrumpió.

Aquellas palabras atraparon por sorpresa a la señora Oh, pero la hicieron experimentar algo muy cálido en su interior. Entró a la habitación de su hijo y se inclinó sobre él para dejar un beso cariñoso en su frente.

—Yo también te quiero, Se Hunnie.

Se despidieron con una sonrisa más y Se Hun se quedó solo en su recámara. Se perdió en sus propios pensamientos durante unos quince minutos antes de por fin dejar que sus párpados cayeran y quedarse dormido.

A la mañana siguiente, el castaño despertó a causa del ruido que se alcanzaba a escuchar a pesar de estar oculto bajo sus sábanas. No sabía qué hora marcaba el reloj exactamente, pero quería dormir más, pues sentía que era demasiado temprano. ¿Cómo era posible que fuera tan ruidosa una casa que llevaba al menos tres años y medio sin habitantes? Sólo podía tratarse de...

Se Hun abrió los ojos y se incorporó de inmediato.

—Nuevos vecinos —susurró.

Se levantó tan rápido como pudo, corrió hacia el cuarto de baño para lavarse la cara y también tomarse el medicamento que le correspondía antes de salir de ahí. Cambió su ropa básicamente por lo primero que encontró en el interior de su armario y se dirigió hacia la cocina.

Había una canasta grande con manzanas, naranjas, cajas de galletas, nueces y una botella de vino encima de la mesa, decorada con un enorme moño de color rojo. Se Hun se acercó para verla mejor y encontró una nota junto a ella. La señora Oh, con una caligrafía muy bonita, le pedía como favor a su hijo ir a entregar aquellos obsequios a la casa a un lado de la suya.

El corazón del castaño comenzó a latir de una manera que sin duda podía considerar más veloz de la normal. Dejó la nota a un lado y agarró la canasta antes de salir de su hogar, justo a tiempo para ver cómo el camión de mudanza se alejaba por la calle.

No podía correr. Sus piernas no le respondían correctamente por alguna razón, por lo que hizo lo más que pudo, que en esos momentos fue caminar rápido, aún cargando la canasta de obsequios con él. Llegó hasta la casa de sus nuevos vecinos y entonces lo vio...

—¡Lu Han! —Gritó con todas sus fuerzas.

El joven que estaba a tan sólo unos metros de ahí, tratando de levantar una caja del suelo, volteó a verlo con cierta confusión. Recién llegaba a ese vecindario y ya había una persona que conocía su nombre, eso sorprendería a cualquiera.

—¿Sí? —El más bajo preguntó con voz suave.

De un momento a otro, Se Hun sintió cómo su garganta se quedaba seca, así como cierta humedad resbalando por sus mejillas. Así se dio cuenta de que había empezado a llorar sólo por volver a ver a Lu Han ahí.

—Lo siento. Yo... —Habló en voz realmente baja, casi susurrando.

—¿Te encuentras bien? —Lu Han avanzó un par de pasos hacia él—. Estás llorando...

—E-esa caja se ve pesada... —Pasó saliva con cierta dificultad, intentando ahogar un sollozo y cambiar su expresión del momento por una sonrisa, cosa que no le fue tan difícil—. Por favor permíteme ayudarte.

Dejando la preocupación a un lado, Lu Han asintió y le dio las gracias a Se Hun. El castaño más alto bajó la canasta con regalos y, entre ambos chicos, lograron llevar la caja hasta la entrada de la casa sin muchos problemas.

—¿Cómo te llamas?

—Oh Se Hun.

—Lindo nombre —sonrió de lado—. Y tú ya sabes cuál es el mío, aunque no sé cómo.

—Jamás me creerías —rio un poco.

—Hmm... No puedes estar tan seguro de eso —rio también—. ¿Sabes? Te invitaría a pasar y tomar una taza de té, pero mi casa es un desastre en estos momentos —dejó salir un suspiro—. ¿Te parece bien si me visitas cuando haya terminado de ordenar mis cosas?

—Me encantaría, Lu Han.

Era real. Ahí estaba.

Lu Han le sonrió y la extraña sensación por fin abandonó su pecho, dejando en su lugar nada más que calidez y alegría. Estaba seguro de que necesitaba quedarse junto a ese chico de ojos bondadosos para volver a estar bien.

Necesitaba a Lu Han. Una buena dosis de esa preciosa sonrisa.

Fin.

..............................

Parece que es a propósito que terminé de publicar este fanfic en el cumpleaños de Se Hun, jajaja.

Lobitos, ¡muchas gracias por haberlo leído todo! En verdad significa muchísimo para mí. Sé que fui muuuy lenta con las actualizaciones, les ofrezco una disculpa por eso. 🥺

Una buena dosis [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora