—¡Adiós josh! Se despidió alegre el Omega, Ryan Seaman. Esa tarde había ido de visita a la granja de Josh y los demás chicos, fueron días enteros de risas, alcohol y tonterías.
—A-Adiós Ry— dijo nervioso tratando que su voz no suene entrecortada, fallando.
Se escuchó como cerraron la puerta y Josh se encontró completamente solo en su casa siendo que sus otros amigos también se fueron junto a Seaman. El rubio miró por la ventana asegurándose de que ya no hubiera nadie y una vez estando seguro fue corriendo a su habitación y dió un salto hacia la cama despertando a un gato que dormía sobre su almohada y el cual se fue corriendo asustado.
—Ryan, Ryan, Ryan, Ryan, Ryan. Repetía entre risitas mientras tapaba su rostro con una almohada, parecía una colegiala enamorada, lo cual no se alejaba mucho de la realidad siendo que aquel alfa estaba completamente enamorado de una manera boba de Ryan. Era mucho más que obvio lo que sentía por el Omega, pero este parecía no notarlo o simplemente ignorarlo.
"Cariño, hasta el gato sabe lo mucho que te amo" Pensó el alfa.
Ahora estaba abrazando fuertemente la almohada mientras estaba recostado sobre su cama, la abrazaba sonriente entre suspiros imaginando como sería que aquel tonto saco de tela relleno de algodón fuera su querido y tierno Omega.
Pero de un minuto a otro sintió una comezón en su nariz la cual era provocada por un dulce aroma el cual lo sorprendió un poco y le hizo incorporarse rápidamente sobre la cama. Se levantó despacio de la cama siguiendo aquel cautivador y placentero aroma, al ser un alfa su olfato era muy agudo y no le fue muy difícil encontrar de donde salía la fragancia. Llegó a la sala y sobre el sofá pudo encontrar la causa del perfume que le traía embriagado.
—oh Dios mío...—dijo sonrojado el rubio.
Sobre el sofá había una camisa de Ryan.
El Omega ese mismo día que lo fue a visitar se encontraba en celo, cosa que no fue un problema en lo absoluto siendo que tomaba varios medicamentos y anticonceptivos que le ayudaban a mantenerse tranquilo y que los síntomas del celo no sean visibles, además de claro unos cuantos dolores internos que sufren todos los Omegas y el exceso de sudor que desprendían, por esto último es que Ryan a cada hora se cambiaba la camisa o pedía ir al baño a refrescarse.
Al ver la camisa que Seaman se había olvidado no pudo evitar sentirse nervioso o incluso agobiado pero lo que más lo tenía ansioso era el hecho de que las hormonas y esencia del Omega llenaba las fosas nasales de Katz, quién aun estaba sonrojado mirando aquella prenda. La tomó entre sus manos acariciando la tela hasta que miró nervioso a los lados y sentir una pequeña culpa antes de llevar la camisa hacia su nariz inhalando extasiado la dulce y excitante esencia, pero la culpa y pudor le hicieron alejar la prenda de su rostro y tratar de mantener la dignidad y cordura.