08. What the hell?

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WAYDE

Lanzo una vez más la pequeña bola de tenis, realmente divirtiéndome. Mi gata Mica ronronea en mi estómago y se espanta cuando la bola cae feroz al suelo. Me río.

— ¿Qué pasa tonta, eh?

Mi gata menea la cola buscando otro lugar para acomodarse, pero todo está repleto de escombros y polvo. Huele a humedad y hay moho por el lugar. Sin embargo, esta cabaña abandonada en las profundidades del parque East Rock es muy agradable, al menos para mí. Encontré esta cabaña mientras buscaba a mi perro Lester (Una larga historia, el perro falleció y mi gata gorda apareció en mi vida). Estaba pensando en Miah y me sentía jodidamente raro. Pasé mis manos por detrás de mí cuello y miré al techo. El rostro molesto de Miah apareció en mi mente.

Quizá no debí haberle dicho que fue sólo un lío de una noche para mí cuando honestamente significó más. Sí, lo sé, estábamos drogados pero había sentimientos. Mi mano derecha buscó el libro de Romeo y Julieta, el que le pertenece a ella. Está muy bien cuidado y al parecer iba en la mitad del libro. Yo lo terminé hace unos minutos, precisamente pensando en ella otra vez. Debería devolvérselo ya que la pobre estaba muy interesada cuando la vi de reojo en la cafetería. Tal vez ella me gusta… lo presiento porque mi corazón late con fuerza. O tal vez era el hecho de que mi celular estaba vibrando con fuerzas en mi bolsillo. Refunfuñe entre dientes.

— ¿Hola?

—Wayde —era mi abuela, su voz estaba en susurros muy despacio— Hay una chica afuera de la casa… está lanzando muchas piedras a tu ventana y la amenacé desde la ventana de la sala con que llamaría a la policía.

— ¿Y por qué sigue ahí? —me senté en el suelo. Por un momento pensando en que se trataba de Miah.

—Pensó que eras tú quien la estaba amenazando, ella gritó: ¡No engañas ni a un bebé, Wayde!

Bufe molesto.

—Voy para allá abuela —colgué en búsqueda de mi gata, tomándola en mis brazos caminé fuera de la cabaña (por cierto, no tenía puerta alguna). Cuando caminé fuera de ella visualicé una pareja realmente cariñosa a lo lejos. Me oculté entre los arbustos— Ni se te ocurra maullar Mica —mi gata rasguñaba mis antebrazos con fuerzas, tratando de huir. Arrugué la nariz cuando vi que la chica rubia metía su mano en los pantalones del chico… creo que sé quién es ese chico. ¡Es Alan Baltimore! ¡Y está en la clase de Artes conmigo! Mi gata huyó maullando persiguiendo ¿Qué? ¿Un pájaro? Me levanté y grité: ¡Mica! Haciendo que Alan y su conquista se giraran a verme. Cuando me giré, les sonreí nerviosamente. A Miah no le importó y siguió haciendo lo suyo con Alan.

Wow… wow ¿qué? ¿Miah? ¡Esa no es Miah, no tiene que ser mi Miah! Perdón…. Miah Warren.
Comencé a correr asustado porque no encontraba a mi gata e impresionado porque confundí a Miah con su hermana Maya. Después de todo me di cuenta de algo; Miah tiene el cabello largo y su rubio es más oscuro.
Bueno, creo que la miré muchas veces.

Me cansé al llegar a la esquina de mi casa y caminé lentamente para encontrarme con Barbara sentada en las escaleras. Se veía furiosa y tenía una enorme piedra en su mano.

— ¡Eres un desgraciado! —Comenzó a golpear mi pecho, conseguí atrapar sus puños en mis manos— ¡Eres un guapo desgraciado! —Dijo echándose a llorar— Te odio… —comencé a pensar ¿qué le hice a esta pobre mujer para que estuviera a punto de lanzarme una roca grande a mi cabeza? — Fue horrible… —lloriqueo en mi pecho. Mi abuela veía la escena desde la ventana de su habitación, alcé mi vista y torcí la boca. Ella cerró las cortinas— Las personas me miraban con cara de ¿y esa loca a quien espera? ¡Me arreglé por ti, tarado! —seguía llorando como si fuese una novela romántica. Entonces la realidad me golpeó; la dejé plantada en la cita.

El club del suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora