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𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐄𝐍𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐑𝐎
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Durante los últimos cinco días, los desayunos, almuerzos y cenas de Carolina estuvieron apareciendo en el escritorio de la sala de invitados, así que no tuvo que preocuparse realmente por tomar el larguísimo camino hasta el comedor para ello.

«En serio, caminar cinco pisos solo para comer sería cansador, ¿por qué hicieron el castillo tan grande? En Castelobruxo era más sencillo».

También tuvo que usar el uniforme de Hogwarts, completamente negro a excepción de la camisa y con el escudo en su lado izquierdo. Esperaba que cambiara de color pronto, ya no soportaba usar eso; estaba acostumbrada al uniforme verde del anterior colegio. Y esa falda de monja... sinceramente, los shorts de trabajo eran mejores.

Extrañaba tanto su vieja escuela... Todo siempre estaba muy colorido y fresco, tan brillante y atractivo; el invierno casi ni se sentía así que vivía en una especie de verano húmedo eterno; no estaba acostumbrada al frío ya que solo lo sufría unas tres semanas al año cuando volvía a Argentina en julio por las vacaciones de invierno; con toda esta nieve y frío que había dentro del castillo se había ganado un resfriado

Por otro lado, la mayoría de sus profesores eran respetuosos con ella, pero seguían mirándola con ojo crítico, y supo que estaban enterados del motivo de su expulsión gracias a Snape, el profesor de pociones.

—Así que una de sus bromas casi mata a un alumno, señorita Hoffman... —dijo con voz monótona el jueves, una vez finalizado su examen— Me recuerda a un viejo estudiante que tuvo que haber recibido el mismo castigo...

Carolina lo miró con una ceja alzada, apretando la mandíbula.

Qué se mete viejo chusma.

—¿Disculpe?

—Que estoy arrepentida de eso —sonrió con ironía— ¿Puedo retirarme, profesor, o tiene algo más que acotar sobre asuntos ajenos?

Snape la miró con los ojos entrecerrados y los labios fruncidos, formando una expresión disgustada. Le hizo un brusco movimiento de cabeza, señalando a la puerta para que se fuera. «Animal», pensó internamente mientras se iba.

Sin dudas podía afirmar que el profesor Lupin entraría bien en Uirapurus; fue el más amigable de todos, era paciente con ella cuando tenía alguna duda sobre el examen e incluso le habló un poco de su padre en la época escolar ya que, al parecer, asistieron al mismo año juntos y fueron prefectos de sus respectivas casas.

Sus exámenes fueron buenos, estaba segura que aprobaría. Tal vez no con la mejor calificación, pero lo haría.

En ese momento, mientras subía la escalinata hacia el castillo con una sonrisa cansada, se sintió libre; haciendo caso omiso a los mocos que colgaban de su nariz y su garganta áspera, salió a disfrutar un poco la nieve y ver el Lago Negro, que en ese momento tenía la superficie congelada. Si supiera, le encantaría patinar allí, pero era tan torpe que se caería apenas pusiera un pie allí.

También estaba pensando qué haría ese fin de semana: probablemente dormiría hasta cansarse de hacerlo y después practicaría todo lo que no pudo con la guitarra que le había dado su madre en su último cumpleaños.

—¡Hey! —un gritito se escuchó pero no le tomó importancia, pensando que llamaban a alguien más; sin embargo, mientras se sonaba la nariz con un pañuelo de tela blanco, una mano se colocó en su hombro.

Se dio vuelta y vio una chica de gran pelo castaño frente a ella que estaba sonrojada, probablemente al subir corriendo por la nieve para llegar hasta ella. Tenía ojos miel, un suéter de lana rojo grueso y una bufanda del mismo color con franjas amarillentas.

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2022 ⏰

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