IV

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𝐇𝐎𝐆𝐖𝐀𝐑𝐓𝐒
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El primero de enero, los Hoffman ya estaban en Inglaterra, en Bristol, más precisamemte.

Anne y (sorprendentemente) Hank los recibieron con abrazos y una torta de manzana, la favorita de la familia, y encima a la abuela Anne cualquier comida le salía riquísima, no como la abuela Victoria (quienes, por cierto, no se llevaban bien).

Tomás y Sebastián compartían habitación, mientras que Carolina y su padre tenían una para cada uno.

—¿Y por qué Carolina tiene una habitación para ella sola? —se quejó Sebastián, con los brazos cruzados, igual que un niño pequeño.

—Porque ella es una niña, corazón. Imagina que se está cambiando y justo tú entras a buscar un libro —alzó una ceja y los dos hermanos hicieron muecas de asco mientras Anne soltaba una risita—. Exactamente.

Lo malo, vino justo la noche antes de ir a Hogwarts para que la evaluasen, la madrugada del tres de enero.

En resumidas cuentas, le bajó por primera vez y se había puesto histérica porque muy pocas veces había hablado de eso con su madre, y en la escuela le enseñaron poco ya que era un tema “tabú”.

Con mucha vergüenza tuvo que despertar a su abuela para que la ayudara. Ella le dijo todo lo que tenía que hacer mientras tomaban té en la sileneciosa sala de estar, le habló de una poción que ayudaba a calmar los cólicos y que al día siguiente iría a comprársela para luego mandársela vía lechuza.

Pero solo había una cosa que no entendía.

—Ya eres toda una mujer, Lina —su abuela le tomó las manos con una sonrisa y parecía que en cualquier momento lloraría de felicidad.

¿No había sido mujer durante los últimos trece años de vida? ¿Y por qué estaba tan contenta? Unos días de cada mes, durante los próximos cuarenta años, estaría desangrándose, sufriendo dolores, cambios de humor e hinchazón; ella no creía que fuera cosa de alegrarse.

En fin, a la mañana siguiente, no pudo evitar escuchar a sus abuelos y su padre conversando. No la culpen, ella solo quería hacerse una chocolatada caliente y escuchó su nombre en la conversación.

—¡... y entró en el colegio, Will! No salió en los diarios para no causar alboroto, pero nosotros nos enteramos gracias a Minerva. Hogwarts ya no es como solía; ese lugar no es seguro para los estudiantes y mucho menos para mi nieta —su abuela se escuchaba agitada y por la rendija de la puerta vio que tenía el ceño fruncido y los ojos brillantes.

—Mamá, ya sabes que si Dumbledore está allí es seguro; él no permitirá que le pase algo malo a los estudiantes, además de que no tengo otro colegio al cual recurrir; son pocos los que hay —explicó—. Le pediré a Severus o en última instancia Lupin que la vigilen dentro del colegio, para asegurarme que está bien —su papá se retorció las manos y comenzó a mirar al rededor, así que Carolina se escondió aún más en su lugar.

—Snape nunca me agradó, siempre hubo algo mal en ese muchacho —Hank frunció el ceño—, si alguien va a vigilar a Carolina, que sea Lupin; dile a él, siempre tuvo esa pinta de chico bueno.

—De todas formas, ya hablamos con Minerva y aceptó, ella es tan amable... Y ni se te ocurra decirle a Carolina, no quiero que la asustes —Anne lo miró con reproche pero luego suavizó la expresión, suspirando y sentándose correctamente en la silla—. Pobre niña, anoche le vino su primer período y fue llorando a pedirme ayuda porque no sabía qué hacer, y ahora esto de Sirius Black...

Carolina sintió su cara ardiendo y maldijo por lo bajo a su abuela, porque esa no era información para compartir con todo el mundo. Pero estaba más confundida por el nombre “Sirius Black” como para prestarle atención a lo anterior. ¿Y qué era eso de vigilarla en la escuela? ¿Qué peligros podría haber en un lugar repleto de adultos y niños?

𝐋𝐀𝐓𝐈𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora