Hacia la academia

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Paso la hora de la merienda y de la cena. Corentin seguía dormido. Andrés no comprendía como podía dormir tanto, ni como hacia para no caerse de la silla. Acaso fingía y pretendía estar dormido para despistarlo.

 Anocheció y amaneció y Andrés se vistió con cautela cuidando que ningún sonido diera con los oídos de su amigo. Todavía no daban las seis de la mañana ¿La academia sería tan terrible? Los brazos de Corentin colgaban de la silla y roncaba como si no hubiese un mañana. 

Bajo las escaleras mientras que abotonaba su camisa. Abrió la puerta y en la entrada desde la otra calle. Estaba su padre, de pie, esperando junto al carro. -Probablemente no crees que iré, pues estas en lo cierto...- se decía Andrés mientras avanzaba para reunirse con el.

-¿Dónde esta tu amigo?- pregunto su padre

-Durmiendo, que sé yo? - contesto abriendo la puerta trasera del auto y metiéndose dentro.

Al subir, noto a otra persona ya sentada, que tomaba la posición frente al volante. Ya le entraban canas, sería de edad. Su padre tomo el asiento de copiloto. Andrés espero un rato paciente mientras arrancaban y conducían; pero al rato se fastidio de tanta quietud. Del auto salía un olor que lo adormecía, sería el humificador. Se desabrocho el cinturón de seguridad y se acomodo para dormir.

-¿Eso haces con tus superiores? - alcanzo oír a su padre exigiéndole, pero él solo se acomodo aún más. 

-Tú aún no lo eres- replico Andrés. Estaba resentido porque su padre fuera a buscarlo como un chiquillo ¿Qué quería? y además esto del sueño se agravaba, acaso temía tanto que se escapara que esto de hacerlo dormir ya lo había planeado. Eso explicaría el vidrio que separaba los asientos de adelante con los de atrás. Ya que.


Visualmente inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora