El elfo más fuerte

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-asi que..... Tu eres el más fuerte aquí-

Hablo el anciano en silla de ruedas, su voz era algo tosca pero a la vez reseca, como si no hubiera tomado ni gota de agua en todo el día pero aún así su voz era firme y concisa. Sus características faciales solo se caracterizaban por tener una gran barba, varias cicatrices en el rostro y un parche cubriendo su ojo izquierdo.

De pronto, dos aves extrañas llegaron y se posaron en las agarraderas de la silla de ruedas: una era blanca como la nieve y la otra era tan negra como la misma sombra del susodicho anciano. Ambas aves, al igual que el anciano, mantuvieron su mirada a aquel fuerte ser que estaba posado delante de ellos, sin lugar a duda ese debe ser el más fuerte de todo el lugar. El podía sentirlo, no había otra presencia tan firme como está en ningún otro sitio.

En cambio, aquel que se mantenía firme ante la gran presencia del anciano que para otros sería algo inconmensurable, se quedó quieto pensando en solo una cosa:

-rayos...... ¿Si firme siete veces esos archivos?-

¿Cómo llego el pequeño elfo a estar cara a cara con el anciano, en lo las alto de una montaña, que estaba en medio de un reino, en el cielo, cerca de Trollberg?

Bueno, por suerte para nosostros, hasta el pequeño elfo estaba intrigado por saber cómo se había metido en todo este lío. Por lo tanto intento recordar todo lo que había ocurrido está mañana.

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Alfur, el pequeño elfo encargado de redactar sus grandes aventuras en pequeños papeles para su revisión y archivamiento, se despertó tranquilamente de su sueño dando un largo y casi inaudible bostezo. Lo primero que vio fue a su dulce gatito Peppercorn subido en su cama y ronroneando dulcemente enfrente de el.

Después de esperar unos..... Casi treinta minutos, para no alargar más, Alfur ve como por fin su pequeño felino despierta y se va de la cama, dándole así pase libre para poder levantarse. Es ley natural, si un gato duerme recostado o acostado sobre ti no te tienes que mover hasta que despiertes, ley de vida.

Al levantarse de su cómoda, el elfo hizo su rutina diaria de todos los días de su vida: levantarse, alimentar a su gato, alimentarse a si mismo, bañarse, bañar a su gato, lavarse los dientes, lavarle los dientes a su gato, y luego se vistió, junto a su gato. Hacía casi de todo con su gato, excepto salir de aventuras, eso sin dudas lo mataría, ya sea por la aventura en si o por los sustos que uno se lleva con cada locura nueva con la que Hilda se emociona.

La última vez, osea ayer mismo, regresaron de ir de excursión a un pequeño pueblito en Oregon, extrañamente había un par de montañas que, si te parabas a mirarlas detenidamente, tenían firma de platillo volador. Incluso compraron unos recuerdos de cierta cabaña que había por allí, el encargado era amigable y regordete. A Alfur  le cayó bien. Pero lo único malo es que casi los matan una manada de duendes que trataban de hacer a David su reina... Y no hay que dar razones de porque David estaba vestido de niña, no hay que dar más vueltas al tema.

Ahora que lo pensaba, Alfur había sentido muchas emociones positivas y negativas estando al lado de Hilda y sus amigos; alegría, nervios, emoción, confusión, miedo, satisfacción, e incluso Aveces siente que sería fantástico si sintiera que realmente corre peligro, pero no.

Alfur desde pequeño ah Sido diferente. Y no estamos hablando de tener distintos gustos o de querer algo más que solo archivar, sino que era distinto en su cuerpo. El primer día que llegó a este mundo, sujeto la mano de su padre queriendo juguetear con su dedo. Hubiera Sido algo hermoso sino se lo hubiera dislocado con el primer estirón.

Hilda One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora