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Frida amaba su escuela. Cualquier otro niño del montón diría que odia la escuela, por no decir que la aborrecen, pero no Frida. Ella desde pequeña siempre tuvo interés en saber y conocer todo tipo de cosas. Sin importar que fuera ya sea de libros de ciencia, biología, geografía, ecología e incluso agricultura y jardinería. Ella amaba aprender, incluso aprendió magia. Genial, ¿No? Porque seamos serios ¿Quien creyó que ella, una chica de casi 10 años, pudo encontrar un pasadizo secreto que escondía unas escaleras a una biblioteca secreta la cual tenía otra puerta secreta que escondía otras escaleras y que llevaba a otra biblioteca y luego más puertas secretas con más escaleras y muchas más bibliotecas llenos de muchos libros con muchas palabras y mucho conocimiento que debe venir detallado cada cosa de magia y millones de datos al pie de página que la llevarían a más libros que debían estar en más bibliotecas que se encontraban bajando más escaleras, o subiendo las mismas, y dónde habría, otra vez, más puertas secretas?. Y al final de todo eso, porque obviamente tiene un fin, estaba la tan entrañable y única torre de las brujas. Aquí. Bajo la biblioteca, Quien lo diría, pues puede que quizás algún libro cuya parte tengo un pie de página donde lo explique pero, seamos sinceros, nadie, aparte de personas como Frida, encontraría esa información?. Y mucho menos el libro.

Aunque claro, fue Hilda quien la invitó a bajar en primer lugar pero esos solo son detalles. En resumidas cuentas ella resolvió la mayoría de los acertijos. Por no decir todos. Ni siquiera esperaba salir de ahí como una aprendiz de bruja.

En fin, para resumir, aprender era como respirar para ella. Incluso decía que enseñarle a otros era la forma más pura de aprender con enseñanza.

Pero jamás pensó que eso la llevaría a su situación actual.

Allí estaba ella, en medio de los pasillos d edu amada escuela, mientras veía un montón de sucesos irreales e imposibles, aún para Hilda, pasando a su alrededor como si fueran hojas en una corriente de aire repentina.

Los gritos se podían escuchar de todas partes, haciendo resonar cada palabra en la cabeza de quién los escuchará con un sonido tan luctuoso y desconocido en cada vibración que resuena de los mismos a un ritmo tan caótico como los pasos rechinantes del calzado de todo el alumnado a diestra y siniestra, sin ningún rumbo aparente, y sin ningún patrón específico.

En cambio, los rostros de los alumnos estaban tallados en tantos sentimientos desconocidos y misteriosos. Literalmente. Algunos tenían pinturas con rostros de personas gritando, sonrientes o incluso solo era un cuadro con cosas derretidas. Y Frida recuerda haber visto en alguna parte a una tal "Mona Lisa", pero sospecha que posiblemente ahora sea una mancha en el suelo mezclada con cenizas.

¿Cómo es que llegaron a esto? Todo iba bien, nada estaba mal, era ilógico que algo así pasará... Hasta que Hilda apareció y dijo

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"¡Mascotas!"

"¿Mascotas?" Dijo David, quien voltea confundido tras oír a su amiga peliazul.

"Si, mascotas"

"Hilda, no quiero decirte que hacer, pero como tu amiga, y posiblemente la única con la suficiente inteligencia como para saber que esto acabará mal, no creo que eso sea una buena idea" dije, antes de darle un mordisco a mi sandwich. Hilda, por otro lado, ya se estaba terminando el suya a grandes bocados, tragando como si no tuviera miedo a atragantarse con su propia comida.

"Vamos Frida, solo piénsalo; la escuela desanima a todos, por no decir que pocas veces enseña algo útil para nuestra vida diaria. Pero, no tiene que ser así, ¿Y si hubiera algo para alentar a los alumnos?" Ya podía verlo: esa mirada en los ojos de su amiga, sus manos estrujando con fuerza la caja de jugo la cual ahora era un cartón prensado y el jugo escurriendo por debajo, como si fuera una escena del crimen, esa sonrisa alegre que para quien no la conociera bien le alegraría el día, pero para quienes si la conocen sabrán que esa expresión suya no son buenas noticias.

Hilda One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora