«Él era un romance puro y embriagador, era una obra de arte»
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Luego de su tediosa y ridícula ruptura con su novio, Sophia decide irse a vivir con su padre. Ella no contaba con encontrar a dos completos desconocidos. Es donde conoce a Vann, un pin...
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Este lugar es un desastre.
Las ventanas están llenas de polvo, el piso de toda la sala estaba sucio. Botellas y latas de alcohol se encuentran regadas por todo el lugar. Había platos sucios acumulados en el fregadero de la cocina.
—¿Dónde está él?
El primer chico miró un segundo a Vann antes de responder:
—¿Eres su hija y no sabes donde esta?
Era obvio, ellos saben donde esta. La casa tiene días sin limpiar, cualquier ser humano decente se negaría a vivir así. Y mi padre es un fanático de la limpieza. Otra razón para creerlo es que ellos tienen las llaves de la casa.
Decidí no responder y simplemente subí las escaleras hacia la habitación de mi padre. Fotos en cuadros estaban colgados en las paredes, fotos en familia, fotos mías de pequeña. Había una en especial, solo nosotros tres, mamá, papá y yo. Recuerdo muy bien ese día, mamá había ganado su primer caso y salimos a celebrar. Éramos muy felices.
Tenía 10 años cuando decidieron separarse, fue cuando mamá decidió dejar esta casa y llevarnos a casa de Ana.
Papá no salió, se dedicó a observar todo con una mirada dura a la mujer que alguna vez amo. Mamá ignoraba todo a su alrededor, me dejo en el asiento trasero del auto y dejo nuestras maletas junto a mí. Su rostro ya no brillaba, sus ojos marrones ya no mostraban calidez. Todo en ella gritaba "derrota", ella se dio por vencida, el amor que una vez fue hermoso y único se destruyo, dejándonos en pedazos.
Recuerdo observar la figura masculina encorvada tristemente detrás de la ventana. Me di la vuelta recostándome en el asiento, salí de casa con algo nuevo en mí, el miedo de algún día regresar y que nuestra relación no sea como antes.
Pero no todo es para siempre, en algún momento tenía que terminar. Deje ese miedo atrás al llegar a casa y encontrar a estos dos extraños.
Abrí la puerta de su habitación y entre. Otra vez, el lugar está destrozado. Hay ropa por todo el piso. Cajones fuera de lugar con pedazos de tela revueltos. El colchón esta sin sabanas y las almohadas están en el piso. Las ventanas están abiertas, la corriente de aire trae consigo unas cuantas hojas del gran árbol del patio trasero.
Camine hasta él balo y el sonido de vidrios rotos llamo mi atención. Un pequeño cuadro roto estaba debajo de mi zapatilla.
Era una foto mía, me encontraba sentada en el césped junto a una gran cerca que nos separaba con la casa de al lado, tenía un libro en mis manos y una mirada concentrada.
Me di la vuelta al instante y vi la sorpresa en el rostro de los dos hombres al ver la habitación hecha pedazos.
—¿Qué pasó aquí?, ¿Quiénes son ustedes?
—Soy Alec y él es Vann, somos amigos de tu padre. Tomaremos sus cosas y nos iremos —miro a Vann y empezó a caminar en dirección al closet marrón. Saco una maleta mediana y empezó a guardar ropa ahí.
—¿Qué? ¿Por qué? —Estaba empezando a perder la paciencia. Fue un vuelo largo y estresante, el señor junto a mí no dejaba de roncar y un niño en el asiento trasero no dejaba de patear el respaldar de mi asiento. Su madre estaba demasiado ocupada como para detenerlo.
—Realmente no sabes nada, ¿por qué estás aquí? —preguntó Alec.
—¿Acaso tengo prohibido venir aquí?
—No viniste en casi 10 años, llamabas pocas veces y nunca estabas disponible, ¿Qué esperabas? ¿Un regalo de bienvenida? ¿Un beso y un abrazo?
Es cierto.
En casa de Ana yo tenía que pagar la mayoría de cuentas, ella solo se haría cargo de algunas cosas, entre ellas lastimarme, no tanto como a su cabello pero bueno. Mamá se volvió desordenada, dejo de conseguir casos y defender a la gente, debido a eso empezó a gastar su dinero en alcohol.
Su obsesión nos llevó a la ruina.
Se volvió distante, no le importaba lo que sucediera alrededor. La universidad se volvió un problema para mí, el trabajo se quedaba con todas mis energías. Luego conocí a Landon. Iba a dejarlo todo por él.
—Eso no interesa más, estoy aquí y eso es lo único que importa —mi voz se cortó un poco y Vann volteo a verme, no dijo nada
—Necesito verlo, ¿Dónde está?
—Tenemos que llevarle ropa limpia y algunas cosas más al hospital —dijo Alec.
Ah, sí, su trabajo. Su obsesión.
Él es el director en un hospital psiquiátrico. Se esforzó mucho para llegar hasta donde esta, saber que no se encuentra en casa no me sorprende del todo. Lo que sí lo hizo fue ver la casa hecha un desastre. Y encontrar a dos extraños aquí.
—¿Van al hospital?, iré con ustedes —di una vuelta, la voz profunda de Vann me interrumpió cuando pensaba cruzar el umbral.
—No te lo dijo, ¿cierto?
—¿Decirme qué?, el hospital es su segundo hogar.
Y entonces Alec agacho la cabeza y empezó a reír.
—Que será divertido dice.
...
—¿Sabes, Alec?, no me sorprende para nada saber que se encontraba en el hospital porque, obvio, es el director y no el jodido paciente —dije sin quitar la vista de la enfermera sacando sangre del brazo de Connor.
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