Capítulo VIII - Funeral

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Espero encontrarte, no me lo hagas difícil por favor. Pero antes terminaré este pequeño asunto que tengo "entre manos".

Esta vez sí me aseguré de que las luces estuviesen apagadas para guardar el cadáver sin ser visto por mi anciano vecino. Lo acomodo un poco para lograr cerrar el maletero, tras escuchar un clic me dirijo hacia la parte delantera del auto. Enciendo las luces del coche y comienzo a avanzar. Tenía planeado ya el lugar en donde dejaría a mi buen amigo Gabriel descansar en paz, un afilado barranco a pocos kilómetros de aquí, tardarían bastante en encontrarlo. Estoy seguro de que ya notaron su ausencia, pero él viaja demasiado así que la búsqueda no se realizará tan pronto.

Escucho un poco de música de la radio para distraerme de las millas de distancia que faltaban.

Ash, que quede claro que si te vuelves a acercar a la chica la mato.

— Si le quitas la vida, la estaría matando yo. Si la mato yo no me quedará más remedio que purgarme a mí mismo, y no queremos eso, ¿verdad?

Muy listo, muy listo. Pero más te vale no ponerme a prueba.

— ¿Por qué la odias?

Ya te dije, no es personal, lo digo por tu bien. El amor nos hace actuar de manera irracional. Nos pone en peligro, y no quiero que lo estés.

...

¿Ash?

Solo lo ignoré por el resto del viaje.

Al llegar comprobé mi teoría. Esa zona era realmente poco transitada, y a su vez, se encontraba teñida de un negro intenso, pues no había ni el más pequeño indicio de luz por el lugar.

Tras un giro de la muñeca y nuevamente un clic el maletero queda abierto, el pesado cuerpo me costará más trabajo bajarlo que subirlo. Luego de un poco de fuerza logro sacarlo fuera, diablos, cargar un muerto, a pesar de lo inmóvil, es realmente mucho más incómodo que un vivo resistiéndose.

Después de colocarme los guantes saco a Gabriel fuera de aquella bolsa y coloco aquel problemático cisne en el bolsillo derecho de su pantalón ensangrentado. Una sola patada fue suficiente para tirar abajo a aquel cadáver que para mi suerte no tenía tanto hedor como pensé. Estaba tan oscuro y empinado que lo perdí de vista a los pocos segundos, solo escuchaba su cuerpo impactar contra una que otra roca mientras me disponía a marcharme del lugar.

Las bolsas al maletero, y yo, de vuelta a mi casa, tendré un ajetreado día mañana.

Una vez en mi habitación y luego de un merecido, pero corto descanso, era hora de ir de vuelta a la escuela. Ya había pasado algún tiempo desde mi "pequeño incidente", e incluso asistí al psicólogo como me pidieron, bueno, como me ordenaron.

Pero no podía ignorar que un imitador anduviera suelto. Nuestro amigo el internet vuelve a ser de ayuda, solo tuve que indagar un poco, y para mi suerte, la hora del funeral de la víctima no coincidía con mi tiempo de clases.

Era hora de la primera asignatura, estaba en mi puesto, pero me encontraba solo, por alguna razón Tom no había asistido hoy, hace mucho que no sé de él. Tras una hora de tan aburrida materia, me dispongo, preocupado, a preguntar a la decana si sabía el porqué de las ausencias de mi mejor amigo.

Al estar frente a la puerta ella me invita a pasar.

— Buenos días Grave, ¿desea algo?

— Buenos días Mrs. Johnson, sí, la verdad es que quería saber algo.

» Me preocupa la ausencia de Tom, y necesito saber si él se encuentra bien.

— Perdón, no recuerdo a ningún Tom, ¿puede decirme de qué grupo es usted?

Grito inaudibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora