08/08/14 10/08/14.

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La chica, la otra yo -diablos, suena tan irreal.- ni siquiera se percató de mi presencia, como si fuera un fantasma o sólo un reflejo, pasó a mi lado para tomar dos botellas de agua. La tomé del brazo y se frenó, haciendo que un escalofrio nos recorriera a las dos, el mismo tipo de escalofrio que había sentido hace dos noches, o bueno, esa misma noche. Ella/ Yo se quedó tiesa y sus ojos parecían que iban a salirse de sus órbitas. Luego reaccionó y como si nada hubiera pasado fue con Don Moreno a sentarse en el mismo banquillo en el que había estado yo.

Todo era demasiado extraño para siquiera creerlo. La seguí, seguí y vi desde otros ojos cada acción que había hecho aquella noche. La conversación, el sándwich que había comido, todo era igual. Cuando salí, vi como mi otra yo empezaba a tambalearse, cómo unas manos me tomaban por la espalda y observar mi cuerpo debilitarse hasta caer.

La persona que me había sostenido no era un hombre como creí que sería. Era una mujer de al rededor 42 años, con el cabello blanquísimo, una cara impecable, e incluso su ropa era de un blanco perfectamenete elegante y limpio. Todo en ella parecía calculador, indiferente. Después de que me tomó en los brazos, dos hombres llegaron por atrás y me cargaron. Acción seguida me subieron a una camioneta negra toda polarizada. Si no lo estuviera viendo con mis propios ojos pensaría que todo esto es un sueño. Mi cuerpo parecía demasiado pequeño comparado con el de todos los hombres, eran dos los que me habían subido a la camioneta, pero en total, eran aproximadamente unos 20.

La mujer se subió en el primer vehículo y todas las demás camionetas partieron hacia el norte. ¿Es acaso que ellos acababan de raptarme? ¡Jodidos!

Cerré mis ojos lo más fuerte posible esperando que todo fuera un sueño y yo siguiera en casa con mi madre y mi hermana, tal vez tomando una taza de té, o viendo películas a la media noche. Cuando los abrí, no me encontraba más en donde había estado hace unos momentos, no estaba ni cerca del 7 Eleven. Quice levantar mi cabeza para ver donde me encontraba ahora, pero mi cuerpo no se movía, así que sólo rodé un poco los ojos y me topé con la fría mirada de la mujer cuarentona. Ella me miraba sin emoción alguna, tal y como esperaba. Mi mente y mi corazón iban al cien por cien. Pero mi cuerpo no parecía inmutarse por las señales que le mandaba, no importa cuanto me esforzara. Al cabo de unos minutos deje de luchar y me quedé quieta en mi lugar.

-Bajenla. -Ordenó la mujer.

-¿La llevamos a la zona de recuperación? Está sangrando y temblando. -Preguntó con voz dura uno de los hombres que me había subido a la camioneta. Tenía el cabello negro peinado para arriba, rasgos duros, labios bien formados y unos músculos bien trabajados que se notaban por encima del traje color negro.

-Si, Mark, llévala, y que la sanen lo antes posible. -Contestó la mujer con voz autoritaria haciendo un ademán con la mano.- Necesitamos iniciar las pruebas mañana.

El susodicho -Mark- ya no dijo una palabra más. Ejecutó las ordenes al pie de la letra y me cargó como si fuera la cosa más liviana del mundo. Mis ojos seguían abiertos por lo que pude distinguir el panorama. Las instalaciones eran de color plateado, grandes y espaciosas. Muy técnicas. Entramos por la puerta principal y había doctores, científicos, enfermeras, hombres con traje y mujeres con poca ropa por todos lados. A decir verdad, el lugar parecía un bourdel, sólo que muy muy elegante. Bajamos a la planta baja donde estaba rodeado por puertas color plata. Abrió la primera a la izquierda y me dejo en una camilla bastante cómoda. Dado a que tenía revuelto mi cerebro y confusión era la única palabra coherente que se encontraba ahí, decidí que tenía que saber qué estaba pasando. Moví mi dedo hacia arriba aferrandome al traje de Mark, el cual me miró con ojos atónitos, como si la último que hubiera esperado era ver moverme. No dejó que su sorpresa lo dominara, y tomó mi mano para quitrarla de su traje y colocarla en la camilla con el resto de mi cuerpo.

-¿Qué está pasando?- Pregunté valiente.

-Tú elegiste esto, Amanda. -Responde.

Mark se da la vuelta para salir por la puerta plateada, presiona un código que no alzanzo a distinguir y cuandó está a punto de marcharse, gira su cabeza y me dice.

-Tú te ofreciste para este trabajo. -Después de eso, sale y la puerta se cierra con un estrepitoso ruido.

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