Al fondo del pasillo de color blanco, donde la luz apenas daba a los asientos de espera, una chica de pelo claro se le acercó disimulada y cuidadosamente, sus pasos no hicieron eco en el salón.
—Hola, ¿Cómo te llamas?—
...
—Disculpa, te traje esta barra de chocolate.—
—...gracias...—
—Me sentaré contigo, si no te molesta.—
—Está bien...—Hubo un silencio de un par de segundos.
—Bueno... ¿Y que haces aquí?—
—Vine a acompañar... a mí madre...—Su voz apenas se distinguía de fondo con las voces que sonaban desde el televisor, que paraban de ves en cuando, lo que causaba incomodidad, aunque solo un poco.
—¿Qué le pasó a tu madre?—
—... calló de las escaleras...—
—Oh, ¿Y está bien?—
—...no lo sé...—
—Ah... Espero que esté bien—"no tiene sentido esperar", pensó.