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Querido Sol de medianoche.
Susurró ante la frialdad del suelo, del pasto que ha sido alimentado con su sangre, tomado como su última cama, lo acaricia con una suavidad irreal. El frió se había desvanecido ya entre los rayos dorados de su anhelo. Respirar dejó de ser una necesidad desde hace un par de eternidades e ignoró cualquier color que no fuera aquél azul que le ha otorgado la calma que había estado buscando desde siempre. Sucedió que las voces fundidas en llanto se iban apagando, que el dolor ya no estaba más y que finalmente, Erwin le estaba sonriendo con la amabilidad de un amor más profundo que el océano y más extenso que un interminable cielo.
-Quería verte- pronunció tenue mientras tomaba su rostro, intentando comprobar su tacto, maravillándose con su reencuentro, entregándose una vez más al ser del que siempre se sintió pertenecer- Maldito bastardo. Yo… lamento la espera.
Una risa ligera como la brisa marina que sólo él conocía, un abrazo completo que lo rodeó y un sencillo beso se encargaron de hacerle saber que todo estará bien.
-Bienvenido, Levi.
Cuánto había extrañado su cálida voz.
Era el comienzo de un casi infinito que los había resguardado. Alejados de la guerra, del sacrificio y de los lamentos.
Las manchas de suciedad se habían largado, en su lugar una fresca camisa de manta lo estaba arropando y a él también. Sus labios temblaron, no supo si por la emoción o por el alivio de sentirlo tan cerca.
-Lo he visto todo -dijo acariciando sus mejillas- lo hiciste muy bien. Gracias.
Asintió ignorando al mar de estrellas resplandecientes reflejadas en el mar sereno que pasaba tranquilamente debajo de sus pies. La inmensa luna pasó desapercibida cuando el pelinegro paseó sus manos por los brazos del caballero. Sí, era real, era un instante y era totalmente suyo. Una petición sin voz fue atendida con devoción y ternura. Un nuevo beso que bañó sus almas de regocijo, un par de sonrisas que jamás envidiaron al atardecer de aquella playa. Tomaron sus manos, dejándose llevar por el rosado cielo, por la brisa que peinó sus cabellos a su voluntad, entrelazaron sus dedos y dando un paso a la vez, iniciaron una caminata.
-Hey, Erwin. Hablemos un poco.
-Me parece bien ¿Por dónde quieres iniciar?
-Eso no es importante en absoluto.
-Muy bien, entonces comenzaré con las cosas que no había podido decirte hasta ahora.
El rosa se derritió en la intensidad de sus miradas y el atardecer pasó a ser noche, se volvió mañana mientras el par de amantes disfrutaron. Unas cuantas lágrimas escaparon honestas de Levi, porque inclusive sin ser pronunciado, lo sabía.
-Te amo -pronunció mientras lo elevaba con cuidado. Entonces la luz divina de aquél paisaje maravillosamente sereno era totalmente opacado por el brillo de los ojos grisáceos del azabache- Te amo, Levi.
