Capítulo 6

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El camino hacia adonde fuera que lo estuvieran llevando era más largo de lo que estaba acostumbrado, aunque qué tanto era algo sobre lo que no tenía idea. En cierto punto percibió el cambio de gravedad que indicaba estaban en una especie de ascensor y la súbita noción de que ese lugar podría ser mucho más grande e intrincado de lo que se había imaginado le hizo sentir algo más mareado cuando volvieron a ponerse en movimiento. Si había un piso inferior entonces bien podía haber pisos superiores al que estaba antes, ¿pero cuántos? ¿Y adónde terminaba todo eso? La enormidad de su propia ignorancia le resultó tan abrumadora que estaba mareado cuando finalmente le detuvieron la silla. Le quitaron los auriculares, la venda y mientras continuaban de igual modo con sus muñecas, Alex necesitó un par de segundos para volver a acostumbrar sus ojos a la luz, tratando de descifrar dónde estaba. Parecía un salón comedero que podría haberse encontrado en un hospital, con baldosas azules en el suelo, un techo blanco y las paredes de un color de celeste claro casi imperceptible. Una línea de barras metálicas estaba instalada paralelo a mostradores con diferentes alimentos, un par de hornos, una máquina de hacer café y otras utilidades para servir las tres comidas del día había en sus correspondientes estantes.

Pero el montón de mesas que normalmente se encontrarían en a lo largo del amplio espacio destinado para el comer habían sido acomodadas contra la pared, y en frente de él había una sola mesa larga de madera cubierta con un mantel rojo, amplios platos vacíos en medio de cubiertos de plástico blancos, de esos baratos en tiendas de cotillón para ser usados una vez y desechados. Estaba preguntándose por qué le estaban liberando las piernas también cuando de pronto notó a alguien que lo miraba, intensamente, desde el otro lado de la mesa. Esa persona llevaba un jarro de agua en las manos, pero parecía completamente ajena a lo que se suponía debía ser ella, teniendo toda su atención directamente sobre él, como si nada más importara en el cuarto. La expresión en su rostro no era la compasión condescendiente de las mujeres ni la alegría de ver «a una de sus hermanas» haciendo progreso. Parecía alguien genuinamente horrorizado por lo que veía en su persona, y una extraña combinación de repentina cohibición e incomprensible alivio le hizo apartar la mirada primero. Ahí fue entonces que se percató de cuántas otras personas había a la mesa, sentados en sillas como la suya: no eran muchas, aparte de sí, sólo otro asiento más allá en el extremo izquierdo e igual en el lado opuesto, manteniéndoles a tal distancia que no podrían tocarse las manos sin levantarse primero.

-No hagas ninguna estupidez -le recomendó en voz baja la mujer que cuidaba su puerta, poniéndose de pie después de quitarle los grilletes de los tobillos-. Compórtate para variar y ya veremos cómo sales de aquí.

Alex frunció el ceño, sin tener idea de qué manera se suponía que él tenía que comportarse, cuando una voz demasiado familiar se dejó escuchar en ese salón.

-¡Señoritas! -anunció la mujer que los recibiera aquel día. Llevaba ahora un traje fucsia y su cabello rubio ahora formaba un bob alrededor de su cabeza, pero él nunca podría haberla no reconocido. El principio de una pesadilla nunca se olvidaba-. ¡Estamos tan felices de que estén aquí! ¡Deberían estar orgullosas de sí mismas, pues su presencia significa que ustedes han alcanzado tal progreso en sus educaciones aquí que ahora pueden disfrutar de ciertos beneficios! Esperamos que el ver a sus hermanas transformadas les inspire a continuar dando sus mejores esfuerzos, para algún día poder unírsennos plenamente en igualdad -Alex volvió a contemplar a las otras dos personas a la mesa: uno parecía haberse quedado dormido con el mentón contra el pecho, dos ojeras tan profundas que lucía como si alguien le hubiera dejado los dos ojos morados; el otro estaba despierto pero bamboleaba la cabeza hacia el otro lado sin ponerle atención a la mujer que hablaba ni a nada más a su alrededor, como si estuviera demasiado dopado para darle importancia a otra cosa que a una melodía secreta-. ¡Patricia, querida!

Lo que quedó detrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora