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— Esa sí fue una verdadera hamburguesa.
— dijo Ten al salir del Burger King con su corona de cartón en la cabeza.— La misma basura pero más cara. — le contestó Yves.
Me solté el cabello, ya era de noche y no hacía más calor. Caminé detrás de los chicos pensando que tan prudente era preguntar si me llevarían a casa ya, estaba cansada e incómoda por seguir con el uniforme puesto. Me habían llevado al centro comercial y cada uno me mostró su lugar favorito, Sihyeon me había dicho que era un rito de iniciación obligatorio para unirme a su grupo de amigos.
No muy lejos de donde había quedado estacionado el auto de Kun había un parque y pude adivinar que pasaríamos otro rato más allí.
— ¡Los reto a lamer el columpio! — Xiaojun empujó a los que estaban a sus costados haciendo que Ten cayera al suelo, el pelinegro salió disparado al área de juegos y los tres le siguieron pero Kun se quedó a mi lado.
— ¡Por qué no me lames el..! — hice una mueca por lo que gritó Ten y voltee a ver a Kun.
— ¿Siempre son así de asquerosos? — le pregunté al castaño en un susurro, cubriendo mis labios con una mano discretamente como si los cuatro chicos que estaban a varios metros lejos me pudieran oír.
— Cuando se lo proponen pueden ser peores, créeme.
Mientras los chicos se columpiaban y turnaban permanecí sentada en una de las gradas que estaban al lado de los juegos, jugando con el borde de mi falda escolar.
— Háblanos de tí Alex. — dijo Yves de repente, tan pronto escuché eso el cerebro se me apagó.
— ¿De mí? — me señalé arrugando las cejas, los demás asintieron como si fuera algo interesante. — ¿Qué quieren saber?
— ¿Naciste en el extranjero? — Ten llegó a sentarse junto a mí y asentí.
— Nací en Australia.
— ¡Woah! Debiste conocer a los canguros. — dijo Xiaojun tambaleándose mientras se ponía de pie en el columpio.
Les conté que había nacido en Sídney y que viví ahí hasta que mis padres se separaron cuando tenía once años, era una vida bastante común y que no tenía mucho que extrañar más que el clima.
Tras el divorcio mamá obtuvo mi custodia y me llevó con ella a Busan. A pesar de que rara vez veía a mi papá en las vacaciones de diciembre era feliz así, mis papás estaban mejor que cuando estaban juntos y podría decirse que ya me había adaptado a la nueva ciudad, incluso a sus crudos inviernos.— ¿Fue difícil para tí el cambio? — me preguntó Kun.
— El primer año lo fue. — Admití. — Mis padres me enseñaron el idioma desde bebé pero escuchar a otras personas hablar y no sólo a ellos me ponía algo nerviosa.